El Caballero que Nunca Debió Amarla

Capítulo 6 – Lo Que Rompe el Silencio

Los guardias se retiraron del invernadero cuando Alianne lo pidió.
No con gritos, no con órdenes… sino con una voz tan frágil que ninguno se atrevió a contradecirla.

La puerta se cerró.
El invernadero quedó en silencio.

Flores blancas colgaban del techo como suspiros detenidos.
La luz tenue bañaba la piel de ambos.
Y Rowan seguía con los brazos alrededor de ella… sin saber cómo soltarse.

Alianne respiraba contra su cuello, lentamente, como si quisiera recordar el ritmo de su vida justo en ese lugar.
Como si él fuera su refugio.

—Rowan… —murmuró, todavía aferrada a él—. ¿Cuánto tiempo piensas quedarte así, sin decir nada?

Él respondió con un suspiro profundo.

—Hasta que deje de temblar.

Ella sonrió sin verlo, porque en realidad… él era el que temblaba.

Al cabo de un minuto, Alianne se separó apenas, lo suficiente para mirarlo a los ojos.
Él levantó una mano para apartarle un mechón húmedo de la frente, pero retrocedió cuando notó lo íntimo del gesto.

—Lo siento —dijo él.

—No —lo detuvo ella, con un hilo de voz—. No pidas perdón por tocarme cuando casi mueres.

Rowan tragó saliva.

—No casi muero —respondió él, intentando sonar firme.

Alianne lo miró con una mezcla de fastidio y ternura.

—Sabes que no soy tan ingenua.

Su mirada bajó al hombro con la armadura abollada y una mancha oscura.

—Estás herido —susurró.

—No importa.

Ella frunció el ceño y dio un paso adelante… quedando peligrosamente cerca.

—Para mí sí.

Rowan desvió la mirada, pero ella tomó su rostro entre ambas manos, obligándolo a verla.

—Te llevaron lejos de mí —confesó ella—. Me hicieron caminar mientras escuchaba gritos detrás de los muros. Y todo lo que podía pensar era: “Si él muere ahí, yo jamás vuelvo a respirar igual”.

Rowan cerró los ojos.
Ese tipo de palabras… eran flechas.
Y él no llevaba escudo para eso.

—Alianne… por favor…

—No voy a callar lo que siento —dijo ella con firmeza inesperada.

—Es peligroso.

—Vivir lo es.

Él abrió los ojos, derrotado.

—Si el rey se entera…

—Que se entere otro día. Hoy no —susurró ella.

🌙

Un rayo de luz se filtró entre las hojas, iluminando su rostro.
Rowan sintió que se quedaba sin aire.
Todo en ella parecía hecho para desafiarlo.

Ella dio un paso más.
Él dio uno atrás.

Ella avanzó uno más.
Él chocó contra una mesa llena de flores.

—No puedo —murmuró él, intentando contener algo que ya no podía esconder—. Alianne… si sigues…

—¿Si sigo qué? —susurró ella, acercándose a centímetros.

Rowan apoyó la frente en la de ella, desesperado, rendido.

—Si sigues… me olvido de mi juramento.

Alianne deslizó una mano por la mandíbula de él, suave, temblorosa.

—Yo no quiero un caballero ahora —dijo con un susurro grave—. Quiero al hombre que me llamó por mi nombre cuando pensó que no lo escuchaba.

El corazón de Rowan se rompió un poco.
Porque nunca nadie lo había visto así.

Nunca nadie había querido verlo.

Sus labios quedaron tan cerca que podían sentir el aliento del otro.
Pero no se besaron.
No todavía.

Era peor.
Era más íntimo.

—Alianne… —susurró él, con la voz rota—. ¿Qué estás haciendo conmigo?

Ella apoyó una mano en su pecho, justo sobre el corazón.

—Lo mismo que tú haces conmigo… aunque no lo digas.

Rowan exhaló con fuerza, como si soltara una verdad que había retenido demasiado.

El invernadero respiraba con ellos.
Las flores parecían inclinarse.
El mundo estaba quieto.

Hasta que una voz irrumpió como un tajo:

—Princesa Alianne —dijo un guardia desde afuera—. Su padre quiere verla. Ahora.

El hechizo se rompió.
Rowan dio un paso atrás de inmediato.
Ella lo miró, herida por la distancia repentina.

—No me apartes —dijo en voz baja.

—Si no lo hago, lo perderemos todo.

—Rowan…

Pero él ya estaba enderezándose, volviendo a ser el caballero.
El guardián.
La muralla infranqueable.

Aunque sus ojos…
sus ojos decían otra cosa.
Decían: Si pudiera elegir, no te soltaría nunca.

—Iré detrás de usted —dijo él con voz firme, fría, disciplinada.

Alianne bajó la mirada, dolida.
Caminó hacia la puerta sin mirar atrás.

Pero cuando estaba por salir, Rowan dijo su nombre una vez más.

—Alianne…

Ella se detuvo.

No volteó.
No podía.

Pero escuchó.

—Mientras viva —dijo él, suave, apenas audible—. Siempre llegaré a donde estés.

Ella cerró los ojos.
Sonrió.
Y se fue.

Sin saber que alguien más había escuchado susurros en el invernadero.

Y que ese alguien
no pensaba quedarse callado.

15/11/2025...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.