El camino hacia la sala del rey fue silencioso.
Demasiado silencioso.
Alianne caminaba delante, con el rostro sereno y el corazón golpeando como si aún escuchara los ecos del ataque. Rowan la seguía algunos pasos atrás, recto, firme… pero profundamente tenso.
No por la herida.
No por los enemigos.
Sino por lo que había ocurrido entre ellos en el invernadero.
Y por lo que había sido descubierto.
✨
Cuando llegaron, las puertas de la sala del trono estaban abiertas.
El rey estaba sentado, inclinado hacia adelante, apoyado en sus manos como si cargara el peso de un reino… o de una decisión ya tomada.
Su expresión era dura.
Desconfiada.
Peligrosa.
—Alianne —dijo con voz áspera—. Debemos hablar.
Ella se acercó con una reverencia solemne.
—Padre, ¿ha ocurrido algo más?
El rey no respondió de inmediato.
Sus ojos se desviaron hacia Rowan, quien mantenía la postura perfecta de un caballero, aunque la sangre seca en su hombro hablaba de lo que había enfrentado.
—Rowan del Valle Gris —dijo el rey, pronunciando su nombre como si probara un veneno—. He recibido un informe preocupante.
Alianne sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—Padre, él—
—Silencio —interrumpió el rey, levantando la mano—. Uno de los guardias afirma haber escuchado… algo inapropiado en el invernadero. Palabras que no corresponden entre un soldado y una princesa.
Rowan no se movió.
Ni un músculo.
Pero Alianne dio un paso adelante de inmediato.
—Si alguien escuchó algo, fue porque entró sin permiso. ¿O acaso mis conversaciones personales ahora son propiedad del reino?
El rey entrecerró los ojos.
—Tus conversaciones no me preocupan, hija. Tus… apegos sí.
Alianne sintió el golpe.
Rowan bajó la cabeza apenas, como si se culpara.
—Padre… no estoy “apegada” a mi guardia. Solo estaba asustada, y él—
—¿La sostuvo entre sus brazos por miedo? —preguntó el rey con una sonrisa amarga—. Qué gesto tan… dedicado para un caballero.
Rowan apretó los dientes.
Alianne se tensó.
—Si me permite hablar, majestad —dijo Rowan con voz baja.
—Te lo permito —respondió el rey—. Te lo exijo.
Rowan alzó la mirada.
—Mi deber es proteger a la princesa. Lo hice. Y seguiré haciéndolo mientras tenga aliento.
—No hablo de tu deber —dijo el rey, inclinándose hacia adelante—. Hablo de tus intenciones. Y las intenciones equivocadas… suelen terminar con una cabeza rodando.
Alianne dio un paso al frente, furiosa.
—¡Padre! Rowan jamás—
—¡No menciones su nombre con esa familiaridad delante de mí! —rugió el rey, poniéndose de pie.
El eco de su voz sacudió la sala.
Rowan dio un paso automático para colocarse entre ambos.
Un acto reflejo.
Un instinto que delataba demasiado.
Alianne lo vio.
El rey también.
Sus ojos se oscurecieron.
—Lo sabía —murmuró el rey, con una calma terrible—. Hay algo aquí. Algo que nunca debió existir.
Rowan retrocedió un paso, volviendo a su lugar.
—Majestad, no hay nada indebido.
—¿Nada? —preguntó el rey—. Entonces, ¿por qué el guardia afirma haber escuchado tu voz pronunciando el nombre de mi hija… como lo hace un hombre y no un soldado?
El silencio cayó como un hachazo.
El corazón de Alianne se detuvo.
Rowan no pestañeó.
El rey sonrió con frialdad.
—Lo pensé. —Se volvió hacia su hija.— Tendrás un compromiso oficial con el príncipe del Norte en una semana. Se adelantará la firma.
Ella abrió la boca, horrorizada.
—¿Una semana? ¡Eso es imposible!
—Es necesario —respondió su padre—. Y tú, Rowan…
El caballero sostuvo la mirada del rey, sin miedo.
Sin huir.
Como un hombre que ya conoce su sentencia.
—Desde hoy mismo —continuó el rey—. Dejarás de ser guardia personal de la princesa Alianne.
El mundo de ambos se quebró al mismo tiempo.
Alianne dio un paso adelante, como si le arrancaran algo del pecho.
—No. ¡No puedes hacer eso! Él es quien mejor me protege, quien—
—Justamente por eso lo retiro —interrumpió el rey—. La protección se ha vuelto… demasiado personal.
Rowan tragó saliva.
No respondió.
Porque cualquier palabra sería su perdición.
El rey levantó la mano a dos guardias cercanos.
—Acompáñenlo a los cuarteles. Retírenle la insignia. Y que no se acerque más a la princesa sin autorización directa mía.
Alianne gritó:
—¡No se atrevan a tocarlo!
Los guardias dudaron.
Rowan no.
Él volvió a mirarla.
Una sola vez.
Una mirada llena de algo que no podía decirse allí.
Algo que dolía.
Algo que ardía.
—Alianne… —susurró, solo para ella, antes de que los guardias lo escoltaran—. No temas por mí.
Ella quiso correr hacia él.
Pero la mano del rey la detuvo con fuerza.
—Termina este escándalo, hija. O arrastraré a ese caballero a algo peor que un simple retiro de rango.
Sus piernas se doblaron.
El aire se volvió pesado, cruel.
—Padre… —susurró, con un hilo roto—. ¿Qué estás haciendo?
El rey la miró con una tristeza extraña detrás de la dureza.
—Estoy salvando a tu reino. Aunque tenga que romperte un poco para lograrlo.
La puerta se cerró.
Rowan desapareció del salón.
Y con él, el único lugar donde Alianne todavía podía respirar.
Pero nada estaba terminado.
Nada.
Porque esa noche…
Rowan no iba a obedecer del todo.
Y ella tampoco.
15/11/2025...