"El Cadàver De Lo Que Amè"

PARTE 3: "ZAMORA, EL HORROSO ASESINATO DE LINA Y REVELACIÒN DEL MÀS OSCURO SECRETO DE ZAMORA"

Acto seguido, el agente sacó su arma y disparó. Mientras la sesuda figura del patólogo, virò visiblemente en la de Zamora. El asesino, poseía una medialuna negra en su frente y su cicatriz en forma de estrella. Tenìa una capucha negra y las bolas de sus ojos, dos diabólicas canicas de fuego.

 

Y gatilló, el agente Machado. Luego, Zamora, tras pronunciar unas palabras raras, logró que el detective, estallara bajo un huracán en llamas. En ese preciso instante, Zamora cogiò su motocicleta, y, tras hacer volar los cristales de las ventanas del cuarto, se dio a la fuga, velozmente.

 

Sonó el timbre. Una voz de mujer, exclamó: ¡Ya voy!. Desde el interior de la casa. Lina abrió la puerta, y se alegró al ver a Ernesto de nuevo, sano y salvo.

 

 

- ¡Hola, amor!…

- ¿Cómo estás?- indagò su esposa, con una cálida voz. Y esbozó una angelical sonrisa.

- ¡Hola, bombòn!

- ¡Cuánto te extrañè!- le dijo Zamora, al oído. Luego, la besó. A renglón seguido, ambos ingresaron al hogar. Alejaron sus labios, segundos luego. Y luego, Ernesto pidiò por su hijo:

 

 

- ¿Dónde mierda está el bebè?- examinò Zamora, mientras ejecutó, un obsceno ademán con las manos.

 

- ¡Ay, Ernesto!…

- ¿Dónde estuviste?- inquirió su esposa, mientras viò un brillo diabólico, en la mirada de Zamora…

 

 

En tanto, el gran hijo de puta, frotó el acero de un puñal sobre sus manos en sangre. Tras abrirse la feroz herida, untó con su cochina lengua, el líquido. Luego, Lina, aterrada, aullò. Y escupiò las palabras:

 

- “¡Estás loco!”- Y se alejó corriendo con prisa, rumbo a un lugar seguro. Luego, Zamora, salió disparado como bala, en dirección a la Planta Alta. Luego, al hallar el cuarto buscado, forzó el cerrojo, con una tarjeta. Pero, no logró pasar. En tanto, en el interior de la sala, su esposa aterrada, pidiò auxilio:

 

- ¡Auxilio!- chilló Lina, a garganta pelada. Los gritos, alertaron a chismosos, quienes, optaron por desoìr todo, diciendo que la joven, estaba loca. Tras varios intentos…

 

El seguro de la puerta, cedió. Y el lunàtico, se abalanzó sobre Lina.

 

Y, con gran sangre fría, azotò su cara contra las paredes del baño.

- ¡Muere, maldita!

- ¡Muere!- rugiò.

 

 

Luego, la apuñaló en el vientre, y sus manos. Justo en ese momento, Lina, aullò de dolor. En ese mismo instante, Zamora, se alejò del lugar,porque se olvidò un enorme paquete, en la Planta Baja. Bajò los escalones. Y se dirigiò rumbo al paquete. Lo rompiò y tomó en sus manos, el curioso objeto. Más tarde, se dirigiò al cuarto de Lina. La cual estuvo encerrada en el baño.

 

Llegaron. Bajaron del auto . Lina, no logrò ver nada, ya que las endiabladas puñaladas en los ojos, la dejaron ciega. Por lo que él, la ayudó a dirigirse hasta el sitio. Al verlos llegar, un viejo ruin, de canosa barba y ojos saltones, saludó a la distancia a Zamora. Luego de atar el cuerpo de Lina, junto a unos pilares de oxidado hierro, Zamora, dijo:

 

 

- ¡Ahora, haremos parrillada!

- “¿Quién quiere?”- indagò Zamora, y luego, se pillò a carcajadas…

- Gabriel…

- ¿Sí?

- Pásame la gasolina- pidió, Zamora. Luego, lanzò ese líquido a Lina, la cual, aún yacìa dormida, producto del somnífero. Cuando despertó, aterrada, Lina, suplicó por su vida: Y, desde lo alto, podìan verse , con claridad, las cicatrices y contusiones, fruto y obra, de Zamora.

 

- ¡No me mates!- imploró la dama, mientras ácidas lágrimas de impotencia, morìan rostro.

 

En ese momento, Zamora, prendiò un cigarrillo. Y luego, tras darle calada, lo lanzò sobre el cuerpo de Lina.

 

 

Y, tras decir:

 

- “Lo siento”.

- “Soy, el cadáver de lo que amé”…

 

Y en ese momento, los tentáculos de las llamas, hicieron volar por los aires, el desarmadero. En tanto, el tcuerpo de Lina, era azotado, cual heroica Juana de Arco en la hoguera, acusada de herejía.

 

- ¡Se acabó!- afirmó resignado, Zamora, mientras bebía un trago..

 

Y justo en ese momento, las tropas de élite, optaron por bajar.

 

- ¡Hay dos tipos!

 

¡Están a metros del local !- dijo el piloto. Bajaron. Tras el coronel Alba y su capitán.

 

- ¡Alto!- gritó un oficial. Los asesinos, alzaron las manos. Tras esto, dispararon…

 

Pero las balas, no surtieron efecto. Luego, Zamora lanzò su anillo de casado, y de las llamas, diabólicos lobos de fuego.




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