El café de los disfraces

Capítulo 1.- El pasado puede afectar el futuro.

 

Ese día era uno que marcaría mi existencia y el rumbo de esta de manera permanente.

 

Mi nombre hasta ese momento era Nue Rosas y acababa de cumplir los 16 años, estaba tan emocionada, esperaba que este año fuera especial. Incluso dejé crecer mi cabello hasta la cintura, esperaba que papá lo elogiara cuando lo peinara de manera elaborada en mi graduación, pero supongo que nada sale como esperamos.

 

Nunca olvidaré ese día, era verano por aquella época, lo recuerdo bien, fue cuando mi amado padre falleció.

 

  • Este año hace mucho calor también papá... — murmuré frente a su cuerpo inerte, con un dejo de melancolía reflejado en mis ojos color miel.

 

Su nombre era Leonardo Rosas, mi amado padre, él era una persona sumamente bondadosa, amaba profundamente a mi madre, siempre lo hizo. Fueron tiempos hermosos que ya no volverían más.

 

Ella y yo estábamos en aquel humilde lugar junto a la casa, ahí donde solía ser su taller llorándole como si quisiéramos quedarnos sin lágrimas. Ya lo extrañábamos aunque apenas nos había dejado. Mientras nosotras nos lamentábamos aquella tarde, aparecieron unas sospechosas personas en trajes oscuros durante su velorio, eran al menos 5 de ellos, totales desconocidos que se mantuvieron en silencio en una esquina del salón. Algunos de ellos parecían ser extranjeros, no paraban de ver sus teléfonos y consultar la hora como si esperaran algo en específico, eso me dio una sensación de molestia.

 

Luego esa idea cruzo mi mente, ambas nos vimos con nerviosismo. Llegué a pensar por un momento que mi padre había estado en cosas turbias, pero luego recapacité, eso no tenía lógica conociéndolo, sin embargo, había pocas explicaciones para dichas visitas inesperadas. Si no era dinero, ¿Entonces qué querían esos hombres?

 

La triste ceremonia había terminado, la noche casi caía sobre nosotros y los presentes poco a poco comenzaron a marcharse, el lugar quedó solo habitado por nosotros siete y mi padre.

 

No lo sabía aún, pero ese día recibiría más noticias impactantes, supongo que el pasado de mi madre era aún más desconcertante que la muerte de mi padre.

 

Tras acercarse con cautela, uno de ellos, de metro noventa, tez clara y de aparentes 40 años, permaneció inerte. El resto salió de casa en silencio, el hombre comenzó a explicarnos el motivo de su visita.

 

  • Señora, ha pasado un tiempo — le sonrió amablemente mientras la saludaba con la mano.
  • ¿Por qué estás aquí? — dijo mi madre con los ojos abiertos de par en par.
  • Tengo un mensaje muy importante para usted — me miró disimuladamente al instante en que se acercó.
  • ¿Lo conoces madre? — pregunté confundida y aquella expresión en su rostro respondió a mi duda, sin embargo, espere su respuesta.
  • ¡No! — ella entró en pánico inmediatamente y cambió su manera de dirigirse al extraño a términos más formales, era claro que estaba mintiendo.

 

De forma inesperada ella tiró de mi brazo y me colocó detrás suyo, en respuesta a su acción, el hombre antes mencionado suspiró contrariado, pero no hizo ningún otro movimiento y prosiguió con su encomienda.

 

  • Es hora de que ella vuelva Madame, usted lo sabe... — con amabilidad el hombre le recordó.
  • ¡No! — objetó de inmediato.
  • El señor está preocupado — me miró de nuevo, pero esta vez con ojos penetrantes, como si esperara que yo supiera de que estaba hablando.
  • ¿Volver, a dónde? ¿De quién habla este señor, mamá? — pregunté ingenuamente aún detrás de ella.
  • ¡No es nadie! —intentó restarle importancia.

 

Mi madre intentó salir corriendo de ahí conmigo, dió jalones a mi brazo torpemente y trató de esquivar al hombre con el que había estado hablando; pero el resto de los hombres que lo acompañaban, cubrieron la única entrada que había disponible.

 

Ella estalló en histeria de inmediato, su desesperación dejaba en claro que la pérdida de su cordura era inminente.

 

  • ¿¡Por qué!? — sollozó y se derrumbó sobre sus piernas, en respuesta a su incapacidad de escapar.
  • ¿¡Mamá, qué pasa?! — inmediatamente la llamé al tiempo que la sostuve entre mis frágiles brazos y mis ojos seguramente estaban llenos de dudas, por qué aquel caballero comenzó a explicarse.

 

Se inclinó hasta este cerca de mí, pero yo nos aparte a mi madre y a mí de su figura. Pese a ese gesto brusco, el hombre no se molestó, al contrario nos ofreció un pañuelo, pero rechace con la cabeza, entonces lo colocó de nuevo en su bolsillo y prosiguió su explicación.




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