El café de los disfraces

Capítulo 7.- Tengo que ser lo que estaba decidido

La primera semana fue espantosa, pero gracias a ella, aprendí un par de cosas que me serian de utilidad para poder seguir adelante; la primera era que mi madre y el señor Fray preferían no hablar entre sí de ser necesario y para fortuna de ella, el casi nunca nos visitaba y por lo general terminaba cancelando sus citas con nosotras dos.

 

La segunda de ellas era que, pese a llevar el apellido “Fray” era la comidilla de los ricos a mi alrededor, historias ridículas como que yo era hija de una amante de mi padre eran fácilmente distribuidas a mis espaldas, se burlaban de mis accesorios y de todo lo que podían, tal vez era porque no eran lo suficientemente caros.

 

La tercera y no menos importante, jamás debería de meterme con alguno de “los caballeros negros” que, aunque la mayoría no eran adinerados si tenían fuerte influencia en las decisiones de los maestros.

 

Aquella mañana me dirigí al colegio, estando ahí escuché que el maestro de la primera clase no hizo acto de presencia, por lo que nos pidieron esperar la resolución de nuestro jefe de grupo en silencio, no sabía qué hacer para entretenerme ya que el reglamento impedía usar teléfono móvil y mientras decidía una mujer se me acercó con cautela.

 

  • Escuche que tu padre es Carlos Fray, alguien quiere saber si es verdad — dijo escondiendo una risilla la chica de cabellera rubia teñida que pertenecía si mal no recuerdo pertenecía a otra carrera.
  • Si, lo es — dije dando un respiró de fastidio implícito — ¿también quieres saber si soy legitima o no? — respondí molesta, entonces la chica se giró y le dio el paso a otra persona quien a medida que avanzaba levantaba suspiros.
  • No, si eres hija de su esposa o de su amante eso me da igual — dijo una voz que no había escuchado antes, entonces dejé mi cuaderno y lo vi.
  • ¡Por dios! — dijo la chica junto a mí chilló.
  • Es el ¡Rey! — dijo otra igual de entusiasmada.
  • Mientras él sea tu padre, la herencia será tuya algún día — dijo aquella molesta voz masculina, el piercing en su oído brillaba con la luz de la ventana a su espalda, su cabello castaño y sus ojos verdes no me parecieron tan encantadores por alguna razón y su escandaloso perfume me molestó.
  • ¿Disculpa, quien eres tú? — cuestioné ligeramente enfadada por sus palabras.
  • ¡Cómo te atreves a insultarlo de esa manera! — dijo en un alarido una mujer fastidiosa de cabello corto que lo acompañaba, pero antes de que prosiguiera el joven interpuso su mano y su sonrisa perversa decía que resultaba divertido para él.
  • Mi nombre es Mateo Laray, mi familia está emparentada con los Ariant, poseemos una fortuna envidiable, formidables contactos y cómo puedes ver soy atractivo — dijo acunando su rostro entre sus manos frente a mí. — vine a proponerte una oferta que no podrás rechazar — ante sus palabras sentí un enfado creciente.
  • ¿A si? — dije sin más.
  • Desde luego, vine a pedir que seas mi prometida Nue Fray — pidió sin más.

 

En aquella propuesta, me sentí indignada, no era la falta de romanticismo o lo inadecuado de su proposición, el problema era él, lo odié de inmediato.

 

A diferencia de mi molestia, la euforia de las chicas que me rodeaban era enorme, sus gritos de emoción de algunas y de impotencia de otras, llenaban el silencio proveniente de mí, pero recordé que incluso para personas como estas, había un protocolo que seguir ahora, así que dominé mi enfado y sonreí lo mejor que pude.

 

  • Adiós, señor Laray — dije con una amabilidad fingida y los gritos de burla llenaron el salón de nuevo.
  • ¡Lo han rechazado! — dijo una voz al fondo y varias la secundaron.

 

Antes de que la situación se saliera de control, aquella voz robótica se escuchó desde la entrada del salón y su cruda forma de hablar me salvó.

 

  • A los estudiantes que pertenecen a otra carrera hagan el favor de volver a dónde están sus compañeros — ordenó el joven de cabello negro ajustando sus anteojos redondos y gruesos. — al resto, comiencen a encaminarse a la clase de inglés, esa será la próxima asignatura. — dijo cerrando la carpeta que siempre llevaba con él.
  • Jefe de grupo — dijo Mateo modo de saludo mientras mis compañeros abandonaban el salón entre murmullos ahogados.
  • Señor Laray — respondió el pelinegro señalando la puerta para él y sus dos acompañantes femeninas — estoy seguro que ustedes tres pertenecen a la carrera de economía, la cual está ahora en clase — lo miró con aquella indiferencia que causó enfado en Mateo, pero extrañamente se marchó sin objetar nada.

 

Las clases transcurrieron de forma incómoda para mí, extrañé la presencia de mi nueva amiga, sin ella las miradas en mi espalda eran casi asesinas, pero mientras ella estuviera en los entrenamientos yo no podía hacer nada respecto a eso.




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