El café de los disfraces

Capitulo 8.- Jarid Luna: Un baúl de secretos

Y así, de entre todos mis problemas me vi en la posición de ser defendida por ese extraño chico, razón que me intrigo tanto a mí como al resto de los presentes, extrañamente además de que me finalizo problemas con aquella molesta chica, algo realmente significativo acababa de comenzar.

 

Aquel incidente había llegado a oídos no solo de los directivos de la universidad, sino también a los de mi padre, quien amenazó con demandarlos por el incidente que casi daña a mi persona, dados los conflictos que eso podría traer, la historia fue escondida a los medios de prensa, los cuales aún no sabían de mi existencia y según él, no era la mejor manera de presentarme ante ellos.

 

Ahora Nue Fray, era el tema del momento en la escuela según lo que estrella dijo y no solo yo, también “la relación” que tenía con Jarid Luna quien no metería las manos al fuego por nadie.

 

Tras aquel desafortunado episodio, se me ordenó ausentarme de la universidad y se me asignó un guardia de seguridad además de Lucia, quienes ahora me seguían a todos lados. Esa sería mi rutina por al menos dos semanas, en las cuales me dediqué a mis estudios individuales y cuando se me era permitido, visitar al jefe de grupo que aún seguía hospitalizado, gracias al cielo la herida no era grave, de haberlo sido me habría culpado toda la vida por ello.

 

Pese a su renuencia en aceptar que mi padre pagara por los costos de su salud, no le quedó más remedio que estar de acuerdo, sin visitas recurrentes o alguien que lo visitara, ahí permaneció solo en aquella silenciosa habitación.

 

A pesar de las condiciones de mi aislamiento, logré negociar con Carlos Fray para que se me permitiera ir de visita, así que le hice tres visitas a lo largo de su estancia durante ese tiempo, me quedaba la mayor parte de la tarde ahí.

 

Aquella tarde cuando llegué, pedí a Lucia y el guardaespaldas me esperaran fuera de la habitación, cuando me anuncié el silencio del paciente me indicó que no le importaba si yo entraba. Ese chico estaba leyendo un libro cuya apariencia era antigua y desgastada, su aspecto indicaba que alguna vez fue azul, pero ahora se semejaba más al gris muerto, era algo inusual que yo notara esa clase de detalles, pero algo en aquel viejo libro llamaba mi atención.

 

Con la espalda recta y la mano vendada recargada en su regazo, aquel joven de piel blanca parecía salido de una pintura romántica, gracias a la luz amarilla procedente del atardecer que se dejaba ver por la ventana, su cabello estaba más desalineado que de costumbre, pero seguía más ordenado que el de cualquier adolescente común.

 

¿Otra vez estas aquí? — dijo sin apartar la mirada de su lectura con un tono de molestia disimulada — la heredera Fray tiene mucho tiempo libre — susurró. Pese a su forma ruda de hablar habíamos dejado lejos las formalidades (más por suplica mía) gracias al incidente.

No voy a molestarme por tus palabras — dije con disimulo. — sé que te viene bien una visita y por eso seguiré viniendo hasta que seas dado de alta. — tomé asiento junto a él y puse mi bolso en mis piernas.

Bien por mi... — dijo con sarcasmo, lo cual encontré tierno. — sabes, sería más productivo que, en lugar de venir a verme fueras a la escuela, ¿cuántos días han sido ya? — preguntó a modo de regaño, viéndome con escrutinio.

La señorita Fray decidirá lo que es más productivo para ella y sabe que debe volver a la escuela sin que nadie se lo diga — dije lo más dignamente que pude manteniendo la cara en alto y aquel gesto arrancó una sonrisa disimulada de su cara, aquella figura luminosa frente a mi parecía otra persona, aquel insignificante gesto hizo estremecer a mi corazón. — sonreíste, es agradable — dije sin pensar, su cara me mostró asombró y vergüenza luego volvió a tener ese aspecto lúgubre.

Pareciera que la señorita Fray está intentando ligar conmigo — dijo evitando mi mirada, en un tono tan serio que fue difícil diferenciar si era una broma.

 

 

En aquel instante sentí como si nuestra conversación nos llevara a un camino sin retorno, así que ante mi indecisa respuesta el sonido de alguien llamando a la puerta me salvó.

 

Buenas Tardes señor Luna — dijo a Jarid, luego de que esté la devolviera el saludo con la mano, ella volvió a dirigirse a mi — Señorita, debemos irnos pronto — anunció Lucia.

¿Cuánto tiempo me queda? — pregunté incomoda.

15 minutos, es todo el tiempo que pude conseguirle hoy, tiene un compromiso muy importante — dijo autoritaria.

Lo sé debo conocer a los accionistas internos, lo recuerdo — respondí.

Ve — dijo a mis espaldas aquel chico — seré dado de alta pronto, así que no necesitas volver — su voz me hizo pensar que no le afectaba, pero al girar en su dirección para reclamarle, sus ojos decían otra cosa. Ignorando su petición volví la vista a mi asistente y respondí.




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