El café de los disfraces

Capítulo 2:- La verdad no siempre es reconfortante

 

Mientras los días avanzaban, más me convencía que haberle dicho que lo conocería fue un arrebato, sabía que en cuanto eso sucediera el fin de la vida pacífica que tanto amaba llegaría.

 

No es fácil asimilar de un día para otro una noticia tan grande, por más que quisiera molestarme con alguien todos eran responsables, todos ellos habían mentido por igual, pero enemistarme con ellos no era la solución ya había actuado como una niña malcriada antes y estoy segura que papá, es decir Leonardo no lo aprobaría.

 

El tiempo para el duelo estaba acabándose, dos semanas de ausencia en la escuela era suficientes para alguien que pronto pasaría a segundo año, así que sin importar que ya lo haya superado o no, debo continuar con mi vida de alguna forma u otra.

 

Esa mañana me arregle para ir a la escuela, sabía que sería una semana de exámenes finales y dos semanas de falsas condolencias, miradas de lastima y mucha incomodidad.

 

Así que mostré mi mejor actitud, bajé las escaleras y me despedí de mi madre antes de irme.

 

  • Me iré a la escuela. Cualquier cosa llámame — le dije antes de salir, seguía molesta con ella, pero si le mostraba mi rostro ella lo sabría, así que pase de largo cuando vi el desayuno en la mesa.
  • ¿No vas a desayunar? — la escuché preguntar concerniente desde la cocina, pero no le respondí.

 

Mientras caminaba rumbo a la escuela, me di cuenta que, aunque estaba abatida, debía aprender a manejarlo, la vida no es fácil, ese pensamiento hizo que recordara a mis dos amigos de la infancia, los mellizos Karla y Anthony unos hermanos que cursaron la escuela primaria conmigo, hasta que su familia que solía ser de clase alta, recupero su lugar en la alta alcurnia y ambos tuvieron que irse a estudiar lejos.

 

Durante el tiempo que estuvimos juntos, ellos fueron mis mejores amigos, curiosamente la razón por la que nos hicimos amigos fue por qué Karla la hermana mayor, nos trató a todos como sus sirvientes, sin duda era la actitud de una chica rica; pero los ingresos de su familia no decían lo mismo en ese momento.

 

Según los rumores, su padre tenía un negocio propio que quebró repentinamente y por ello se habían visto obligados a reducir sus gastos en sobre manera; los hijos de la familia no estaban acostumbrados a la pobreza, pero para su alivio, la fortuna familiar pronto vendría a ellos y mientras tanto experimentaban una crisis temporal.

 

Ese día en el patio de la escuela, ambas nos acercamos para comenzar una pelea, la primera y la última, pero no llegamos muy lejos, ya que otra voz nos detuvo al instante, esa fue la primera vez que vi a Anthony, su hermano menor.

 

Apareció y reprendió a su hermana con una voz suave pero firme, se disculpó en nombre de ella, supongo que si tuviera que compararlos diría que eran como agua y aceite a pesar de tener la misma carita de ángel, los mismos ojos azules y el mismo cabello rubio brillante, así fue como al final de día, me convertí en su amiga.

 

Cuando los mellizos se enteraron de lo de mi padre (que fue antes de que supiera toda la verdad), me llamaron para ofrecerme sus condolencias, penosamente no pudieron asistir al funeral de mi padre debido a las exigencias de la escuela en la que estaban y al mal tiempo que era un obstáculo para viajar, sin embargo, ese fue un gran consuelo para mí.

 

De camino a la escuela, no tome el autobús como solía hacer, quería pensar, así que aprovechando que tenía el tiempo camine todo el trayecto, la brisa cálida rosaba mi rostro y me hacía sentir nostálgica, ¿Qué sucedería cuando conociera a ese hombre llamado Carlos Fray? Mi vida cambiaria para siempre.

 

Llegué al salón como todos los días, las miradas de mis compañeros me decían mucho y al mismo tiempo nada, no quería que estuvieran reunidos a mi alrededor preguntando tonterías por puro morbo, así que cruce por la puerta y al instante dije en voz alta:

 

  • Estoy bien, por favor hagan de cuenta que no pasó nada, no quiero hablar de ello... — al terminar, me miraban con disgusto, pero lo pasé por alto y tomé asiento, las voces a mi alrededor comenzaron a murmurar, pero la profesora llegó justo a tiempo.
  • Señorita Nue Rosas, venga conmigo — me indicó la encargada de nuestra clase.

 

Sabía lo que acontecería y efectivamente pasó, fui guiada a dirección para discutir mi caso, dada mi situación eran entendibles mis faltas, pero eso podría causar estragos permanentes a mi historia académico, afortunadamente se me dio la oportunidad de remediarlo presentando exámenes y trabajos por los próximos cinco días, así que accedí a ello.

 

Me mantuve ocupada con los pedidos de los maestros y evite hablar con mis amigas y compañeros usando la situación como excusa, eso también me dio tiempo de no pensar en mi situación familiar, llegaba a la escuela, pronto me iba al salón de recuperación, trabajaba como loca y al salir regresaba a casa, comía, seguía haciendo trabajos y me iba a dormir en cuanto terminaba.




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