El Cambio

Capítulo 2: Eduardo

     No recuerdo nada. Mi mundo es de un color negro y más negro. Tal vez sea mi color favorito, pero... ¿qué es un color? Mi mente no tiene nada. De pronto el mundo se ilumina y comprendo lo que son los colores, es lo que le da vida al mundo. Sé lo básico, eso entiendo. Pero ¿quién soy?, ¿Dónde estoy? Eso no lo sé. Me duele todo el cuerpo, en especial la nuca y la espalda. Todo me parece nuevo, como si hubiese nacido ayer, ni si quiera sé quién es la persona a mi lado. 

     La observo, es una mujer de cabello café y ojos del mismo color. Tiene aspecto regio y antiguo, quizá tenga unos 50 o 60 años. Está llorando mientras me observa. ¿A caso le dije algo que provocara que lloré? 

     Estoy asustado y tengo muchas preguntas en mi cabeza. Para empezar, le digo algo muy simple.

     – ¿Quién soy? –le digo a la mujer, que ahora llora con más fuerza. 

     –Eduardo –solloza– Montereal –solloza– Valverde –solloza. No me convenzo, solo sé que es un nombre, nada me dice que sea el mío.

     – ¿De verdad? –pregunto. 

     –Sí –dice mientras continúa llorando. ¿Acaso nunca va dejar de llorar? 

     – ¿Quién es usted? –debo mantener la calma ya que el preguntar eso hace que me de miedo escuchar la respuesta, me dan miedo las personas. 

     –Soy tu madre –me habla con dulzura. 

     Lo analizo un momento, ¿de verdad tengo una madre? Me da miedo también lo que me dirán pronto, lo sé. Pérdida de memoria. Porque soy capaz de analizar así que si tengo una madre entonces tengo una vida o al menos la tenía. 
     – ¿En qué lugar estoy? –digo mirando a mi alrededor lo poco que puedo, no puedo mover la cabeza algo en mi cuello me lo impide. 

     –En el hospital –eso sí no la hace aumentar su llanto.

     – ¿Qué pasó? –mi dolor de cabeza no es normal. 

     –Tuviste un accidente automovilístico –solloza–, un coche chocó con tu auto y te golpeaste todo el cuerpo –solloza–, en especial la cabeza –solloza–. Ibas con tu padre… y él murió en el accidente. Por suerte no te sucedió algo grave como quedar paralítico ni nada por el estilo. Sin embargo, perdiste la memoria. Tenemos mucho dinero así que con una terapia y medicina especial podrías recuperar la memoria sin tener problemas drásticos. 

     –No quiero recuperar la memoria. 

     – ¿Por qué no? –exclama asustada. 

     –Por lo que me cuenta, tengo una vida muy dura por delante y prefiero quedarme así. En realidad, no sé qué quiero, pero deseo que me deje descansar. Mi mundo acaba de cambiar con mucha rapidez y una mujer que se dice ser mi madre empieza a decirme que hacer. Perdone, pero ¿no le parece raro? –ahora llora con más fuerza. Perfecto. 

     –Váyase de aquí y déjeme pensar –señalo la puerta.

     Ella se va mientras solloza fuertemente lo cual atrae a más personas que entran y apoyan sus manos en su espalda mientras se dirigen a algún lugar del hospital. Algunos me dirigen una mirada muy extraña, como si me quisiesen muerto. "Yo también lo deseo" pienso vagamente. Mientras duermo.

 

M

 

     Me despierto nuevamente en la misma sala. Eso creo. Ahora las luces están apagadas y el sol entra por la ventana sobre la cabecera de mi cama. El cuarto es de un color celeste cogiendo a turquesa, las sabanas son blancas al igual que el piso. Es un pequeño cuarto igual a los demás. 
     Un doctor entra por la puerta frente a mí. Lo distingo por la bata blanca que lleva sobre sí. No tiene nada de especial, es un hombre normal. Ojos y pelo castaños luce su cara y una tez bronceada que resalta con la bata. 

     –Señor Eduardo, veo que está despierto. Debo informarle de algo importante.

     Intento dirigir la cabeza hacia un lado más aún no me han quitado la cosa que tengo en el cuello así que no me queda más que mirarle. Dirá lo mismo que dijo la mujer antes. 
     –No podrá quitarse eso aún –dice al notar mi esfuerzo por mover el cuello–, es parte de lo necesario para su recuperación. Creo que ya le habrán dicho lo que tiene, pero de todos modos se lo diré nuevamente. 



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En el texto hay: romance, dinero

Editado: 16.03.2020

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