El Cambio

Capítulo 4: Eduardo

     Mi supuesta madre no se calla en toda la tarde. Intenta que recuerde a mi padre, más no le pongo atención. No puedo dejar de ver a la joven que camina agarrada de los tubos metálicos, y luego va como si nada hasta una bicicleta que no se mueve y hace ejercicio.

     Vaya que es hermosa, sus rizos cobrizos sobre su piel blanca y sus ojos verdes… Solo ella no se da cuenta de que todos la observan, y cuando los mira agachan sus cabezas.

     –Tu padre era un hombre de negocios que casi nunca nos hacía compañía, pero era muy bueno.

     –No lo recuerdo –contesté sin verla.

     –Te pareces mucho a él. Eras su preferido, de hecho, te dio toda su herencia, solo nos dejó una pequeña parte a mí y a tus hermanos.

     –No lo recuerdo –cada vez que lo decía ella lloraba.

     –Gabriel es el mayor y Keila la de en medio, tú eres el menor. La empresa que manejarás, se llama Centro Comercial Montereal. También conducirás la Constructora Montereal –la escuchaba, pero no podía dejar de ver a la joven mientras ella me miraba.

     –Tienes una ganancia de –dijo más bajo– diez mil millones de dólares al año.

     Dejé de ver a la joven y volví la mirada a mi madre, no sabía cuánto era, pero sin dudas era mucho. El día iba pasando poco a poco hasta que llegó el atardecer y de pronto me entró la curiosidad.

     – ¿Tiene una imagen de mi padre?

     –Sí –responde limpiándose las lágrimas con un pañuelo.

     Me enseña lo que distingo como un teléfono y ahí hay una imagen de mi supuesto padre. Su cabello es igual al mío, pero sus ojos son azules. Su rostro es como el mío, me parezco mucho a él.

     Al ver la foto siento como si lo hubiera visto antes, pero no recuerdo su nombre ni si quiera. Miro a la bicicleta ahora vacía. Todos se fueron yendo poco a poco. Solo estaba yo ahora.

     Mi cabeza empieza a girar mientras intento recordar, sé que mi padre era muy importante para mí ¿cómo lo olvidé? Siento un dolor muy fuerte, mi mente repasa rápidamente lo ocurrido y vuelvo a mi pasado cercano.

     Ven padre, vamos a dar una vuelta en el auto nuevo –digo alegre viendo el deportivo amarillo.

     Tengo el tiempo muy ajustado hijo, no puedo –dijo mi padre viendo su reloj.

     Por favor solo es una vuelta corta –insistí.

     …Bueno está bien, pero que sea rápido –dijo regalándome una sonrisa.

     Claro, padre.

     Tengo imágenes borrosas de lo que pasó. No puedo parar el dolor de cabeza, ni los mareos y sin darme cuenta empiezo a gritar. Mi madre llama al doctor mientras me retuerzo en mi asiento y vuelvo a recordar otra escena.

     Vas muy rápido –dijo mi padre en voz alta, el viento que entraba por la ventana tapaba el sonido del motor.

     No importa padre, me gusta la velocidad –lo miré y fue lo último.

     ¡EDUARDO! –estábamos frente a una señal del alto que me pasé.

     Un carro chocó contra la puerta del lado de mi padre en el asiento del copiloto, él se arrojó sobre mí un segundo antes del choque. Me protegió del golpe lo más que pudo.

 

M

 

     Estoy en mi camilla del hospital, ya no me siento mareado, recuerdo lo que pasó. Mi madre está llorando a mi lado, no ha dejado de llorar desde el accidente y eso ha causado que tenga los ojos muy rojos. Le toco la cara con mi mano derecha y le digo.

     –Me protegió, yo iba muy rápido.

     –Sí lo sé, él era así.

     –Yo lo quería y aun así fui muy imprudente.



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En el texto hay: romance, dinero

Editado: 16.03.2020

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