Llevo un mes sin hablar con Eduardo, solo lo he visto en la terapia de todos los días. Me saluda con una mano y se dedica a recordar. Su rehabilitación solo dura dos horas y la mía ¡cinco! Tres nadando y dos corriendo en el jardín.
En dos semanas me darán de alta si todo va bien. Es el día después de mi cumpleaños. No sé aún cómo voy a pagar la deuda del hospital, que ya de por sí es mucho dinero. Hoy he decidido pasar por la habitación de Eduardo, quiero saludarlo y decirle de mi cumpleaños. Nunca he recibido un regalo así que realmente no espero nada de él.
Estoy frente a la puerta, me toma un momento respirar para aclarar mis pensamientos y tocar.
–Adelante –responde con voz autoritaria y casi de inmediato. Abro una rendija de la puerta y observo.
En la pared a mi derecha hay un escritorio de madera oscura y en él está Eduardo. La habitación es igual a la mía, a diferencia del escritorio y el montón de papeles por todos lados. Es algo esperable de cualquier hombre mayor, pero él aún es joven.
– ¡Erika! –exclama cuando me ve. Se levanta del asiento y se dirige a mí. Lleva unos lentes rectangulares, una camisa de botones con los dos primeros desabrochados, un pantalón de vestir y un par de tenis.
– ¿Qué haces aquí? –termina de abrir la puerta y me invita a pasar adelante.
–No sabía que usabas lentes – me siento nerviosa, esta habitación tiene su aroma.
–Sí, bueno. Solo los uso cuando llevo mucho tiempo leyendo –cuando habla conmigo su voz se hace más suave.
–Ah, interesante…
–Bueno no me dijiste, ¿Qué haces aquí? –pregunta de nuevo. Tiene una gran sonrisa.
–Quería saludarte, hace mucho tiempo no hablamos –me siento en un taburete al lado de la cama y él frente a mí en otro.
–Bueno… –señala los papeles–, como puedes ver no tengo mucho tiempo ahora.
–Sí, lo noto. Tal vez no debí venir, debería dejarte trabajar.
–No, no, no. Esto es muy aburrido. Ni siquiera tengo música. Tu presencia me alegra.
–…Sinceramente no sé qué responder a eso. Quería que supieras que el día antes de que me den de alta es mi cumpleaños.
–Debería regalarte algo entonces –dice como si nada.
– ¡No, no! Solo quería que supieras. No estoy acostumbrada a los regalos.
–Je veux te donner quelque chose quand même.
– ¿Qué dijiste? –no entendí nada.
–Que quiero darte algo de todos modos. Dime, ¿qué quieres? –insiste.
–Nada en verdad, si me das algo que sea lo que quieras.
–Hmm… algo a mi gusto para una mujer debe ser muy raro.
–Creo que entré donde no quería –digo.
–Bueno déjamelo a mí.
–Está bien. Cuéntame ¿Qué más has recordado?
–Bueno… aparte de hablar solo francés también puedo hacerlo en inglés. Recuerdo a mi familia y los negocios –dice.
–Entonces, ¿qué te falta?
–Supongo que, a los conocidos de mi padre, mis amigos aparte de ti obviamente y a mi novia.
– ¿Tienes novia? –no sé por qué me dolió el pecho cuando dijo eso. No me he curado por completo supongo.
–Parece que sí, pero desde el accidente no la he visto.
–No soy quién para meterme en tus asuntos, pero deberías terminar con ella si es así.
–Opino lo mismo. Y no te preocupes por meterte en mis asuntos, a mí no me molesta. Quiero terminar con ella de frente y no como hacen últimamente, por mensajes –dice, serio.