El Cambio

Capítulo 9: Eduardo

      Dos años después

     Mi vida no ha tenido muchos cambios en estos dos años. Cumplí 24 hace tres meses, igual que el año pasado dimos una gran fiesta con todas las amistades de mis padres, que ahora son mis compañeros de negocios. Mis amigos del instituto también estaban ahí. A la mayoría de personas les maravillaba el hecho de que después del accidente en el cual murió mi padre y yo perdí la memoria, la haya recuperado y por si fuera poco no tenga ninguna herida paralizante.

     A mi edad, me dedico a disfrutar mi fortuna. Durante el poco tiempo que estoy libre. La mayor parte del día estoy en mi oficina de Constructora Montereal o en el Centro Comercial.

     Muchas veces me invitan a fiestas para dos personas donde esperan que lleve una pareja, a veces voy con una hija de algún empresario o simplemente no voy. No dejo de pensar en mi pareja perfecta.

     ¿Dónde estará ahora? Es la pregunta que ronda mi mente siempre. Tal vez se casó con un joven de su estatus, tal vez me olvidó, pese a lo que escribí en aquella nota. Incluso puede que esté soltera en algún lugar o tal vez está en un convento. No quiero pensar en lo peor, ¿y si está en un callejón siendo violada por un grupo de hombres?

     Golpeo el escritorio frente a mí, su madera es tan pesada que no se mueve ni un centímetro. Mi amigo el comerciante de Francia está a mi lado y me observa como si fuese un loco.

     –Et maintenant, ¿qu'est-ce qui ne va pas avec toi? – ¿Y ahora qué te pasa? 

     –Non, j'ai justé eu une mauvaise idée – Nada, solo tuve una mala idea. 

     – ¿Mauvaise idée? ¿Tu ne trouves pas que c'est ridicule? – ¿Mala idea? ¿No te parece ridículo? 

     –Non. Ce serait mieux si on parlait de commerce extérieur un autre jour, maintenant je dois aller à une autre réunion – No. Mejor dejamos la charla del comercio exterior para otro día, ahora tengo que ir a otra reunión. 

     –Où tu ne frappes pas les tables, je suppose – Donde no les pegaras a las mesas, supongo. 

     –Je ne le ferai pas – No lo haré.

     Me voy de ahí y me dirijo a la otra reunión, los puntos de reunión están muy cerca así que prefiero ir caminando. Mis dos guardaespaldas me siguen, honestamente con verlos basta para no querer pelear con ellos.

     Se llaman Mike y Richter. Ambos visten de negro y llevan lentes del mismo color. Aparte de sus enormes músculos. Pero ahí acaban sus similitudes. El primero tiene el cabello negro y los ojos verdes mientras que el otro cuenta con pelo café claro y ojos celestes. Mike es un tanto más moreno que Richter.

     Como en esta zona suelen haber ladrones ya que es relativamente pobre, mi madre insistió en que los llevara. Parezco ridículo a su lado. Está haciendo un calor enorme, pese a eso debo llevar saco y corbata. Mike y Richter van igual y no se quejan, así que ignoro mi calor.

     Mi vida consiste en ir de un lado a otro, reunión y reunión. Todo lo que se dice ahí me parece ridículo, piensan en como decorar la empresa o como hacer más ventas. Lo último parece tener más sentido, pero yo solo pienso en cómo encontrar a Erika, sé su apariencia y su nombre, pero no conozco sus apellidos. Con el dinero que le di puede estar en cualquier lugar.

     Si se encuentra casada o está en algún convento se vería de muy mala manera que la busque aparte de que la prensa estallaría pensando en una novia perdida. Terminé con mi verdadera novia en cuanto la vi de nuevo, debo admitir que era guapa pero no como Erika. Voy de paso por la acera, me ajusto el reloj de oro de mi padre. Y paro en seco cuando pienso que lo que vi fue falso. Me giro, ahí está. Mirándome con sus ojos verdes y sus cabellos cobrizos. No lo esperaba para nada. Se sienta sobre un cartón en el suelo, otra joven la acompaña y le dice algo sobre mí, puedo ver.

     –Erika…



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En el texto hay: romance, dinero

Editado: 16.03.2020

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