Espero que le haya gustado realmente la habitación ya que casi no la miró. Tuve que soportarlo ya que, según creo, no se dio cuenta, pero la mayor parte del tiempo me estaba mirando. No digo que me incomodara, de hecho, me sentía bien cuando ella me miraba.
Ahora me encuentro bajando las gradas hacia el primer piso, sinceramente creo que a mi madre no le agradará la idea de que Erika y su amiga se queden aquí, así que debo ir a hablar con ella.
Continuando con lo anterior, que no me lo puedo sacar de la cabeza, me siento mal al no estar a su lado. Temo sobre este sentimiento, pero creo que me gusta, nunca antes había sentido este sentimiento por nadie, ni siquiera por mi exnovia. Cuando la vi en la acera me sentí tan mal, pero tan contento al mismo tiempo, todo este tiempo quería verla.
Mas ahora soy un hombre de negocios y me preocupa el hecho de que no podré dedicarle casi tiempo a ella. Mi madre está sentada en la sala, sabe que ninguna de las chicas bajará aún porque están disfrutando de sus habitaciones. Me acerco a ella y justo antes de que pueda decir algo se pone de pie y me da una cachetada, de cierta manera me lo esperaba.
– ¿Cómo se te puede pasar por la cabeza traer a unas mendigas a esta casa?
–No son mendigas, son personas decentes que simplemente no tenían dinero –contesto un tanto molesto, pero guardando respeto.
– ¿TENÍAN? ¿Así que planeas darles tu fortuna a esas descaradas?
–No planeo hacer eso, digo “tenían” por qué las voy a mantener. Y tú te vas a comportar y las vas a tratar bien porque son mis invitadas especiales, ¿oíste?
– ¿Y si digo que no estoy de acuerdo? –dijo con tono desafiante.
–Te conformas de todas formas. Me tengo que ir debo seguir trabajando.
La dejo ahí, se vuelve a sentar y sigue leyendo su revista. Me parece que en realidad le importa solo el dinero.
M
Me paso las siguientes 4 horas en el trabajo del Centro Comercial, ha sido un día relativamente pacífico. No he tenido que ir a ninguna reunión más y no ha habido ningún problema con nadie, así que me he pasado todo el rato en mi despacho ubicado en el último piso.
Salgo y dejo los papeles sin importancia en él. Bajo por el ascensor, estoy un poco preocupado. Estoy haciendo todo automáticamente porque lo he hecho durante dos años seguidos. No puedo dejar de pensar en Erika, cuando creo que me puedo concentrar lo termino haciendo todo mal.
–Eduardo, qué bueno que te veo. Necesito tu ayuda… –es Claudia mi secretaria.
Ya iba a salir del edificio y ahora esto, ya me quiero ir para poder ver el rostro de Erika...
– ¿En qué? –sueno más duro de lo que debería.
–Necesito hacer unas cosas en tu despacho, ¿me puedes acompañar? –pidió mientras removía su cabello.
– ¿Es realmente importante que esté?
–Claro que sí. Tiene que ver contigo.
– ¿Y qué es lo que hay que hacer? – ya es tarde, son alrededor de las 5:30pm y estoy muy cansado, y ansioso.
–Arriba te cuento –la sigo. Claudia es una mujer muy bella, mas no me llama la atención, aun así, ella lo intenta. Sino ¿cuál mujer cuerda pasaría a mi lado meneando sus curvas?
Llegamos al despacho, no hay casi nadie trabajando en las oficinas contiguas. Entramos y lo primero que hace es intentar seducirme, lo sé, aunque dejo que lo haga para dejarle claro mis sentimientos.
–Dime Eduardo, ¿no te parece tentador? Tú y yo solos en tu despacho, anocheciendo… –se suelta un botón de su blusa súper escotada.
–La verdad es que no.
– ¿Por qué? Eres un hombre muy joven aún. Tienes una gran vida por delante –se sienta en mi escritorio y toma mi brazo izquierdo. Acaricia lentamente mi reloj.
Aunque ahora que lo recuerdo ha estado bajando su rendimiento, debería despedirla. Tal vez como soy el jefe podría darle el puesto a Erika y fingir que llevó grandes estudios, creo que haría una gran labor. Aparte de que tengo cinco secretarias, no tendría que darle mucho trabajo. Claudia empieza a quitarme el saco mientras yo pienso en todo esto.
Acaricia mi reloj nuevamente, solo ella cree que no me he dado cuenta de que va tras mi dinero. Siento una gran ira, mas, me contengo, es una mujer después de todo.
Mi corazón se siente mal, en general me siento mal.
– ¡Aléjate de mí! –le digo con un tono enojado.
–Pe…ro ¿por qué? –contesta.
–Yo no te amo y por consiguiente todo este show de que necesitas algo de mí no tiene sentido. Estás despedida por abusar de tu puesto –le digo.
– ¡¿Qué?! Eso no puede ser posible –reclama sorprendida.
–Sí es posible y vete de una vez, víbora. No voy a aceptar este comportamiento en mi empresa, piensa ¿qué pensarían los medios?
Claudia se marchó corriendo. No me sorprende, aunque ya podré irme a casa. Me pongo el saco y acomodo el escritorio porque cuando ella se subió sobre él quito muchas cosas. Se llevó mi reloj, me lo quitó cuando estaba sumido en mis pensamientos. Siguiendo con lo que estaba pensando, tengo que colocar a Erika en un gran estatus. Darle estudios incluso, debo hablar con ella.