El Cambio

Capítulo 12: Erika

     –Muy bien, vamos al hospital.

      –No hace falta –en realidad me duele muchísimo el brazo, no lo puedo mover.

     La verdad, todo ocurrió de manera muy rara, estaba en mi habitación tranquilamente, cuando alguien tocó la puerta y yo pensé que era Eduardo. Abrí la puerta y resultó ser una señora que reconocí como su madre, me agarró del brazo con una gran fuerza y me lo golpeó contra el marco de la puerta. Intenté arreglar las cosas tranquilamente y cuando intentó aruñar mi cara yo puse mi otro brazo ya que no podía mover el derecho.

     Luego cerré la puerta lo más rápido que pude después de empujarla hacia afuera y se fue poco después, queda de más decir que me estaba ofendiendo en todo momento. Me decía que era una mendiga y mantenida, indigente sin futuro. Aunque tenía razón en todo lo que dijo.

     –Estoy muy preocupado, por favor. Puede que no me quieras decir por qué estás así, pero déjame ayudarte –aún tiene mi brazo en su mano, mientras que con la otra acaricia suavemente mi herida–. Creo que lo que tienes es una fractura, así que por favor.

     –Está bien, solo que no te voy a decir por qué estoy así –respondo.

     –Muy bien, vamos. Yo conduzco.

     Nos montamos en uno de sus autos, mi brazo cuelga inerte a mi lado. Puedo ver la preocupación en los ojos de Eduardo. Justo cuando va a arrancar llega uno de los choferes y le dice a él.

     –Señor, ¿usted va a conducir? –parece estar un tanto inquieto.

     –Sí, ¿algún problema con eso? –preguntó Eduardo serio.

     –No, claro que no –me mira a mí un momento–. Solo preguntaba, ¿no requiere de mis servicios?

     –No gracias, ahora si me disculpas. Tengo prisa –dice antes de arrancar he irnos. Conduce mirando mi brazo y al frente, intercalando.

     –No estés tan preocupado, voy a estar bien –respondo al verlo así.

     –Lo sé, pero no puedo evitarlo. ¿Dónde está tu amiga?

     –Carmen…, la verdad no sé. Parecía un poco interesada en uno de tus guardaespaldas. Dime tú ¿dónde están ellos? –pregunto.

     –Ahora que lo mencionas, no tengo idea. No los he visto desde que salí al trabajo esta tarde –gira en una esquina.

     – ¿A cuál hospital vamos? –digo.

     –Al más cercano. En el que estaba internado hace 2 años…, ha pasado mucho tiempo ¿no? –dice.

     –Sí, es cierto. Ha sido una suerte encontrarte, han pasado tantas cosas desde que nos dejamos de ver. Ya ni siquiera espero tener ni un 1% de tiempo en tu mente. Debes estar tan ocupado en tu trabajo –digo, triste. Gira la cabeza un momento y me mira, luego se vuelve al frente y dice.

     –Nadie ha dicho eso, pienso muy seguido en ti. Me pregunto qué estarás haciendo y cómo te encuentras. De hecho, dime… ¿nadie te hizo nada en el tiempo en estos dos años?

     –Casi, diría yo –veo una leve ira durante un momento en sus ojos. Llegamos al hospital y busca un lugar en el parqueo.

     –Ya veo, qué bueno que estás bien. Voy a aprovechar para hacerte varios exámenes y asegurarme de que todo tu cuerpo está bien, ¿de acuerdo?

     –Sí, está bien. Solo no quiero estar mucho tiempo aquí –respondo.

     –Muy bien, yo te acompañaré en todo momento –aún llevo el vestido de la mañana, pero él va vestido de manera muy casual, se nota que es su ropa de andar por su casa.

     Entramos al hospital y me doy cuenta de que lo han remodelado, todo se ve distinto. Eduardo va hacia la recepción y le dice a la enfermera lo que tengo. Yo continúo viendo todo cuando él se acerca a mí y me dice.

     –Vamos, la enfermera dice que vayamos por ahí –señala un pasillo con su mano.

     –Muy bien, vamos –caminamos en el pasillo hasta una habitación de rayos X.

     –Pasen, por favor –dice la enfermera y luego de entrar nos indica que esperemos un momento hasta que llegue el doctor.

     Ella se va y entonces Eduardo y yo nos quedamos a solas. Él está mirando hacia la puerta con los brazos cruzados, sigue preocupado. Por alguna razón sus manos tiemblan de manera apenas visible, pero yo lo noto.

     – ¿Por qué tu chofer estaba tan inquieto cuando ibas a arrancar? –pregunto con curiosidad.

     –Simplemente no había conducido desde el accidente… ¿Sigues sin querer contarme qué fue lo que te pasó? –dijo cambiando de tema.

     –No lo voy a hacer, ni yo misma comprendí lo que sucedió.

     – ¿Por qué no me dijiste cuando entré en la habitación?

     –Te vi muy feliz, no quería arruinar tu felicidad.

     Su mirada se dirige a mí, puedo ver sus ojos brillar. Mi corazón late a mil por segundo, pero sé que no es por que vaya a tener otro infarto, es diferente. Eduardo se acerca a mí lentamente. Yo lo siento así, aunque no ha pasado ni 30 segundos.

     La sala en la que estamos, que hasta hace poco era celeste con blanco ahora la veo difusa, de hecho, no le aprecio, solo lo veo a él. Cuando está justo en frente mío me da un abrazo, es muy cuidadoso de no tocar mi brazo derecho.



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En el texto hay: romance, dinero

Editado: 16.03.2020

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