El Cambio

Capítulo 15: Eduardo

     El hombre que había puesto un cuchillo en la garganta de Erika ahora viene hacia mí. Pero antes de que llegue se escucha un sonido único, es la sirena de una patrulla de policía.

     Los hombres salen corriendo y se llevan al primer hombre en brazos. Yo vuelvo la vista hacia Erika, parece estar dormida. No veo que su garganta este sangrando así que no creo que esté muerta, pero siento un temor enorme en mí, debo ir a verificar. Al acercarme veo que no tiene nada serio, se despierta cuando la sujeto entre mis brazos.

     –Eduardo… –pasa su mano por las heridas de mi rostro. 

     –Erika, ¿estás bien? –me cuesta respirar, todo pasó tan rápido. 

     –Sí, pero ¡mírate tú! Estás muy mal, debemos volver al hospital. No espera, estás muy mal cómo para conducir –está entrando en pánico. 

     – ¡Tranquila estoy bien! No te preocupes –le digo. 

     Me sujeta la cabeza y me acerca de golpe a ella, para besarme cosa que hace. No me lo esperaba, pero lo hizo.

Yo por mi parte la abrazo. Cuando el beso termina baja la cabeza y susurra. 

     –Estaba tan preocupada… –dice.

     –Pensé que no me querías. ¿Ese beso quiere decir lo contrario? –pregunto.

     –Para nada… solo fue un impulso –dice agachando su cabeza. 

     – ¿Sentiste el simple impulso de besarme? ¿No te parece raro? –pregunto con picardía.

     –No, claro que no –contesta aún sin mirarme.

     –Alza tu cabeza, quiero verte –digo. 

     –No –dice totalmente seria.

     – ¿Porqué? –pregunto preocupado.

     –Déjame así nada más –contesta. 

     – ¿Eh? Pero me quiero sentar –técnicamente estoy de pie entre su asiento y la puerta. 

     –Bueno te doy permiso de ir a tu asiento –dice señalándolo. 

     –Bien –hago lo que me dice–. Vámonos antes de que llegue la policía. 

     – ¿Al hospital? –me pregunta. 

     –No, a la casa. ¿Me podrías atender las heridas tú? 

     –No soy indicada para eso –contesta aún en lo que parece un estado de trance.

     –No importa, solo hazlo por favor –le suplico. 

     –Hmm… bueno, está bien –como ya había movido lo suficiente el tronco antes, ahora no hay problema para avanzar. 

     Durante el viaje Erika se mantiene callada viendo por la ventana. Ahora noto mis heridas realmente, me duele muchísimo la espalda, la cara menos pero también.

     Al llegar a la casa entramos de manera muy sigilosa. Me sorprende la facilidad con la que Erika se mueve pese a que lleva un yeso en su brazo, o quizás yo esté tan mal que casi no me puedo mover.

     Puede ser ya medianoche así que todos deben estar durmiendo, eso es bueno ya que no me quiero encontrar con mi madre, y por dicha no la veo. Llevo a Erika hasta mi habitación y al entrar se queda maravillada de alguna manera con la belleza de esta.

     –Es… simplemente me gusta –dice. 

     – ¿Por qué? –pregunto mirando un poco oscuro ahora.

     –Es muy varonil… –gira sobre si para ver mejor la recámara. 

     –Bueno pues qué bueno que te gusta –voy al baño en busca de un botiquín. Regreso y veo a Erika mirando mis trofeos.

     –Esos los gané tocando piano en ciertos eventos –le cuento. 

     – ¿Tocas piano? –pregunta volviéndose hacia mí. 

     –Sí, ¿te gustaría escucharme algún día? 

     –Por supuesto me encantaría –contesta. 

     –Bueno mira, aquí están las cosas que puedes necesitar para curarme –le enseño lo que hay y le digo cómo se usa.

     Luego procedo a quitarme la camisa, cuesta bastante ya que ahora que lo siento más, tengo grandes cortaduras en la espalda. Cuando me la logro retirar veo que está llena de sangre.

     – ¿Tienes buen estómago? 

     –Sí, por… ¡Eduardo! Pero mira tú espalda, bueno no puedes, pero… acuéstate en la cama boca abajo, déjame a mí el resto –dice preocupada y asustada. 

     –Bueno –contesto. Me recuesto en la cama y al momento siento el ardor del alcohol, me duele mucho lo cual quiere decir que es una herida un tanto profunda.

     –Lo siento, voy a durar bastante con solo un brazo –dice.

     –Pero eres zurda ¿cierto? 

     –Sí, es cierto. Pero siempre son útiles las dos manos –contesta. Sigue trabajando en silencio, me molesta mucho, pero con su simple presencia alivia mi dolor.

     Aún no sé si de verdad le gusto o no porque si no ¿a qué vino ese beso? He estado pensando en eso ya un buen rato y no llego a otra concusión que no sea que le gusto.

     Dejando eso de lado, me pregunto que fue todo eso de los tipos que querían mi dinero. No me había sucedido antes, pero supongo que debe de haber sido por Mike y Richter, aunque debe de ser común los robos a la gente con dinero, en especial en las zonas alejadas de la sociedad. 



#21821 en Otros
#1681 en No ficción

En el texto hay: romance, dinero

Editado: 16.03.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.