El Cambio

Capítulo 22: Erika

     Las compras fueron de maravilla, compré varios vestidos de noche. Aunque a la mitad de las compras nos dimos cuenta de que alguien nos perseguía, ahí supe que Charlotte sabía dónde me encontraba. Nos dedicamos a perderlos durante un rato, fue muy divertido la verdad. Íbamos en el carro a una velocidad muy alta.

     Debo admitir que no quería encontrar a Charlotte aquí, de hecho, ni siquiera me gusta su nombre. Al verla besando a Eduardo me sentí muy mal, una rabia tan grande invadió mi ser, pero luego recordé que soy mejor que ella así que no debo sentirme mal. También confío en el amor que tiene Eduardo por mí y yo por él.

 

M

 

     Han pasado tres meses desde que Charlotte irrumpió en la casa y besó a Eduardo. No nos ha vuelto a molestar desde entonces, solo una vez hace poco que le mandó una nota a Eduardo diciendo que su madre se puso estable de pronto.

     Ya sé a lo que Eduardo se refería cuando decía que los días eran tranquilos en el Centro Comercial. Ya hace varias veces tenemos que recorrer la ciudad entera para hablar con varias personas importantes. Esta ciudad es muy grande, demasiado para mi gusto. 

     En los estudios, los profesores me dijeron que gracias a mis esfuerzos ya completé lo que viene siendo un año educativo. Completé un año en 5 meses, es muy poco tiempo, pero me mantengo muy ocupada así que casi no tengo tiempo para el estudio. También Eduardo me inscribió en clases de etiqueta, eso es muy cansado. La clase de baile es la peor, no se me da muy bien que digamos. De hecho, ahora estoy en clases de baile, el profesor debe de estar cansado de que lo pise y tras de eso con tacones.

     - ¿Qué no entiendes? El baile es algo simple pero complicado a la vez, ya es hora de que aprendas a moverte fluida - me dice enojado. 

     - Ese es el problema, no logro entender cómo moverme “fluida” - contesto. 

     - Tienes que dejar que la música sea tu ritmo. Ir a su ritmo. ¿Me entiendes? 

     - Digamos que sí – no lo comprendo. 

     - Bueno ahora sí, ven. Vamos a bailar merengue. 

     - Pero si ese baile es súper difícil. 

     - Claro que no, vamos - dice.

     Me sujeta de las manos y me pone en la posición de baile. El encargado de la música pone la canción y empezamos a danzar. Todo va bien hasta que llega un punto en el que me pierdo y termino pisando al maestro.

     - Auuu, ¡deja de pisarme! - grita. 

     - Perdón. No puedo hacerlo - contesto. 

     - Yo creo que sí – es Eduardo, en algún punto llegó y viene entrando en la sala- inténtalo conmigo. 

     - No, no te quiero pisar. Me sentiría muy mal. 

     - Vamos yo te enseño cómo hacerlo. 

     - Pero ¿para eso no está el maestro? – se encuentra hablando con el encargado de la música lejos de nosotros. 

     - Sí… pero yo lo haré mejor que él. Es muy estricto, así no se enseña - me dice. 

     - Bueno está bien, pero no te quejes si te piso - digo. 

     - Sí, sí. Bien. Vamos por el vals ya que es el más importante. 

     - ¿Importante en qué sentido? - pregunto. 

     -  Luego lo sabrás - nos ponemos en posición, mi brazo izquierdo en su hombro y mi derecho con su mano izquierda mientras él pone su mano derecha en mi cintura.

     - ¡Vals! – dice Eduardo al encargado de la música.

     La canción se empieza a escuchar por todo el salón. Miro el rostro de Eduardo y me concentro solo en él. Empiezo a girar al ritmo en que él se mueve, lentamente y con giros. Cada vez que el da una vuelta yo dejo caer la espalda levemente.

     Miro su rostro, lo analizo. Aquella hermosura de sus ojos, su cara bien perfilada y su cabello negro tan suave al tacto, todo en él para mí es perfecto. Damos vueltas y vueltas, algún que otro paso distinto también. Yo dejo que Eduardo sea mi guía, me enseña cómo me debo mover. Antes de que me dé cuenta la canción termina y él se deja de mover al igual que yo.

      - Ves, cómo sí lo podías hacer - dice. Miro alrededor, el maestro está molesto y se va del salón. El encargado de poner la música nos mira con una expresión de sorpresa.

     - ¿Cómo lo hice? 

     - No sé, tal vez no te concentraste en bailar - dice.

     - Pero eso sería malo, porque…. Porque…

     - No te concentraste en él ¿verdad? 

     - No… solo en tu rostro - contesto. 

     - Jaja ya veo porque bailaste tan bien. 

     - No es tan gracioso. Oye dime, ¿para qué todo esto? De las clases de etiqueta y el baile. 

     - Me invitaron a la fiesta de cumpleaños de un Dírian. Quería llevarte -me dice. 

     - Dírian… ¿quién era? 

     - Mi asistente en el Centro Comercial. 



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En el texto hay: romance, dinero

Editado: 16.03.2020

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