El Cambio

Capítulo 23: Eduardo

     La fiesta pasa al igual que el tiempo, suele suceder. Me encantó el vals que bailé con Erika, dejamos a todos los empresarios rivales con la boca abierta. Tanto por el baile como por abrir este. Todo está tranquilo hasta que mi teléfono suena y es un número desconocido.

     - Eduardo Montereal, en que le puedo servir - digo. 

     - En muchas cosas, pero en este momento solo importa lo que te voy a decir - Charlotte. Erika me mira atenta a lo que digo, no sé si me escuchará por el bullicio. 

     - ¿Cómo conseguiste mi número, Charlotte?

     - Eso no importa, solo escúchame. Mira te dije que tu madre se había recuperado, pero ahora está peor, tienes que dejar de ser tan necio y venir a verla. Los médicos dicen que solo le quedan unas horas - dice. 

      - Voy a ver qué hago, no puedo prometerte nada – cuelgo. 

     - Así que… vas a ir – parece que sí estaba escuchando. 

     - Nunca dije eso. 

     - Pero es lo que vas a hacer ¿cierto? - dice Erika.

     - … pues sí. Ella me dio a luz después de todo. 

     - Muy bien, vamos. 

     - Eh… ¿Por qué ese entusiasmo? - pregunto.

     - Ya me cansé de esta fiesta. Aparte de que quiero conocer a tu madre desde hace ya un tiempo. 

     - ¿En serio? Eso si no lo sabía.

      - Pues ya lo sabes así que vamos - dice. A decir verdad, la fiesta si estaba un poco aburrida. Me voy a despedir de la familia Stromer, la de Dírian.

     - Señor Stromer, lo siento mucho, pero me surgió un contratiempo y me debo ir - le digo.

     - ¡Pero si te vas a perder el brindis! 

     - Sí es una pena, lo siento muchísimo de verdad. Me ha parecido una fiesta encantadora - digo con una sonrisa pese a lo aburrida que estaba.

     - Qué mal, pero bueno ¿qué se va a hacer? Anda cuídate - dice palmeándome el hombro. 

     - Sí, gracias. Nuevamente perdone. 

     - No te preocupes - Erika y yo nos vamos, yo la sujeto por la espalda al irnos.

     - Así que fiesta fue encantadora - dice Erika con sarcasmo.

     - Por supuesto, aunque no lo pareciera. 

     - Jajaja ya veo - nos subimos al auto y nos vamos.

      - A todo esto ¿dónde está tu madre? 

     - En un hospital de la ciudad vecina - digo. 

     - Entonces vamos a durar mucho en llegar. ¿Qué hora es? 

     - Miro mi reloj - Las nueve de la noche. 

     - Vaya… - silba - tres horas y ya estoy muy cansada. 

     - Ese es el aire que generan las fiestas, y eso que esta fue tranquila. He ido a unas que te hacen querer marcharte apenas llegas - digo. 

     - Me imagino que sí - dice. 

     Luego de unos minutos de no decir nada, Erika se queda dormida. El viaje es muy largo, duro unas horas conduciendo. Al llegar al hospital ya es medianoche. Dejo el auto en el parqueo. 

     - Erika… Erika – la muevo para que despierte - ya llegamos.

     - ¿Eh…? Espera – se acomoda - ¿estaba dormida? 

     - Pues sí. Ya es medianoche para que sepas - le digo.

     - Ok – bosteza - vamos entonces.

     Nos bajamos del auto y nos dirigimos al interior del hospital. Este es distinto, aunque igual al mismo tiempo, del que vamos siempre. Este tiene paredes turquesas y piso blanco, debe ser por la hora porque no hay nadie esperando ser atendido. 

     - Me acerco a la enfermera - Disculpe, la señora Gloria Meyer. ¿Dónde la puedo encontrar? Soy su hijo, Eduardo. He venido a verle. Me dijeron que estaba muy mal.

     - Claro, habitación 5 en el pasillo a la izquierda -dice señalando. 

     - Gracias - digo y me dirijo a la habitación. 

     Erika pasa conmigo ya que la llevo tomada por la mano así que debe resultar obvio que es mi novia. Vamos por el pasillo y el llegar a la habitación 5 toco la puerta y luego entro. Hay una mujer de pelo canoso en la cama en medio de la habitación, tiene muchas máquinas conectadas al cuerpo. Al verla provoca un sentimiento que hace que me sienta raro, tembloroso. Ella tiene mis ojos, le reconozco. Definitivamente es ella.

     - Mamá… 

     - Eduardo…hijo. Quería verte -dice con un hilo de voz. Corro al lado de la cama y me siento en una silla que hay ahí. Le sujeto la mano derecha con mis manos y se la beso.

     - Mamá eres tú - digo. 

     - Pensé que… no vendrías – le cuesta un poco hablar. 

     - Mamá, ella es mi novia Erika – le muestro a Erika que ha estado de pie al lado mío todo el tiempo. 

     - Vaya… que linda eres, niña.

     - Gracias señora. Es muy amable. 



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En el texto hay: romance, dinero

Editado: 16.03.2020

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