Erika: Estoy afuera de la iglesia, llegué un poco tarde. Con el vestido me siento más importante, así como incómoda, pero es que es simplemente.
Es un vestido de blanco con encaje. Tiene cuello alto, pero es sin mangas, en la cintura adorna un cinturón de piedras y la falda es de volados entrecruzados. La espalda también está cubierta por encaje. Llevo unos aretes largos con diamantes y un collar a juego que me regaló Eduardo.
Richter va a ser el que me entregue a Eduardo en el altar. Hay muchos invitados como unos 200 pese a que queríamos hacerlo en pequeño.
Eduardo: Erika viene entrando del brazo de Richter, he estado muy nervioso. Siento que voy a morir de nervios, me seco las manos en el pantalón muy seguido. Pero al verla mi mundo se vuelve ella, solo la veo a ella. Richter llega a mi lado y me entrega a Erika. Yo le agradezco.
Miro a los invitados, entre ellos están Carmen y Mike que ya hicieron oficial su relación, Ivo que pese a todo sigue siendo mi amigo y mi madre que se logró recuperar milagrosamente. Todos ellos son mis seres queridos.
- ¿Estás lista? - le pregunto.
Erika: La verdad me siento muy rara, feliz y nerviosa muy nerviosa. Y me doy cuenta de la realidad.
- No.
- Solo debes darme el “sí” - dice sonriendo como no ha parado de hacerlo.
- Eso claro que lo haré. Y tú ¿estás listo?
Eduardo: Para nada, le diría, pero debo demostrarle que estoy listo.
- No… digo sí.
- Jajaja – me sonríe.
Recuerdo su sonrisa la más hermosa que he visto y me doy cuenta de que no tengo por qué preocuparme. Estoy listo.
El sacerdote se acerca y anuncia el comienzo de la boda. El público se pone en pie y oigo todo lo que dice el cura. Aunque llega un punto en el que solo le pido a Dios el poder hacerle feliz a Erika, con todo mi corazón lo deseo, ¿pero y si ella cree que no le soy suficiente?
Me sulfuro la cabeza pensando en algo que no debe ser "No pienses en eso Eduardo, ella te ama" pienso. Y si tanto como yo le amo entonces no habrá problema alguno.
- Eduardo, ¿acepta Erika Aldrich Córdoba como su esposa y promete amarla, respetarla y serle fiel en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte los separe? - dice el sacerdote. Volteo a mira a Erika quien me sonríe con dulzura.
- Sí, acepto - contesto.
- Erika, ¿acepta a Eduardo Montereal Meyer como su esposo y promete amarlo, respetarlo y serle fiel en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte los separe?
- Sí - dice ella.
- Siendo así, por el poder que me concede la iglesia, yo los declaro ante Dios y los hombres marido y mujer hasta que la muerte los separe. Puede besar a la novia -dice el sacerdote.
Me acerco a Erika y con dulzura tomo su rostro con mi mano, le beso y escucho como todos aplauden.
Erika: Miro los anillos en nuestras manos juntas, antes de salir de la iglesia. Nos lanzan pétalos de flores blancas. A las afueras nos espera una limosina negra adornada para la boda. Me acerco a Carmen y me despido.
- Nos vemos Carmen - le digo.
- Sí, nos vemos luego - se acerca y me susurra - ¿Ya estás lista para la noche?
- Cállate. ¡Claro que no! - digo sonrojándome.
- Jajaja - ríe.
Me coloco en las gradas al pie de la puerta de la iglesia y lanzo el ramo hacia atrás. Lo agarra la madre de Eduardo y puedo ver como Carmen hace un puchero provocando que yo ría.
- ¿Vamos? - dice Eduardo ofreciéndome su brazo el cual sujeto.
- Sí.
Nos montamos a la limosina y Daniel nos lleva hasta el aeropuerto, al final vamos a Australia.
- ¿Así que ya eres mi esposo? - digo sonriendo con picardía.
- Así parece, esposa.
- Jajaja, la verdad prefiero que me digas amor o cariño - digo.
- Bueno cariño. Te juro ahora a ti como lo hice ante Dios, que te seré fiel. Hasta que la muerte me separe de ti y más allá de ello.
- Yo también - digo besándole.