El guardia ayudó con las preparaciones de un nuevo integrante en la secta del cielo y pronto toda la secta comenzó a murmurar como alguien mortal había podido llegar a sus puertas, si alguien del mundo exterior se enterase serían el hazmerreír de todo el continente.
En su primer día, luego de la larga explicación del guardia Shoneyi Wen se dispuso a caminar por la secta para familiarizarse un poco más con sus alrededores. Al observar, se distinguían puentes elevados que conectaban una montaña con otra a través de kilómetros. Solo caminar para llegar a otro lugar podía sentirse como una prueba para cualquier ser mortal; luego de horas de caminata el joven huérfano llegó a una edificación de bambú con ornamentas que describen perfectamente la secta del cielo.
—Un nuevo esclavo… Vaya, vaya — decía un hombre mayor
Un anciano recibía a Shoneyi de grata manera mientras alzaba sus manos y comenzaba a explicar el ecosistema de la secta. En primer lugar, tenemos al líder de la secta, pero no me adentraré mucho en explicar cuáles son sus funciones ya que falta mucho para eso. Luego se tienen a los seis grandes maestros del cielo, quienes toman todas las decisiones pertinentes para un buen desarrollo. De tercero se pueden apreciar a los miembros del círculo interno, después a los miembros del círculo externo y por último están ustedes los esclavos de la tierra.
La separación que existe entre cada puesto va a depender del talento innato de cada individuo, mientras más núcleos espirituales posea mayor será la posibilidad de escalar y a la vez, mientras mayor sea tu rango, mejores recompensas de parte de la secta obtendrás; el polvo estelar es lo que se usa como moneda de cambio, es el combustible para seguir alcanzando la inmortalidad.
El anciano hace una pausa larga y prosigue explicando que mientras mayor sea el poder, más cerca de la inmortalidad. Haciendo hincapié en lo difícil del recorrido y que mucho quizás mejores que el chico lo han intentado y muerto en el intento.
—Bueno chico, es tu turno de escoger lo que te acompañará en esta travesía — decía el anciano invitando al pequeño a la tienda que estaba justo detrás de él. Se podía leer un inmenso letrero que rezaba —Casa de tesoros del cielo —.
Al entrar, Shoneyi observó una cantidad incalculable de tesoros, desde espadas, arcos, flechas, protección, hasta flores, ramas, escudos. Lo que pudieses pensar, seguramente podrías encontrarlo allí.
Asegúrate de tomar lo que de verdad necesites, solo los esclavos tienen la posibilidad de tomar algo… Por cierto, si mueres o matas a alguien dentro de los terrenos de la secta del cielo serás castigado acorde y perderás tu objeto -
Terminó de comentar el viejo, quien se disponía silbar y caminar mientras miraba el cielo; aunque a Shoneyi se asustó luego de las palabras del anciano sabía que no había otra opción y decidió recorrer toda casa de tesoros. Mientras sus ojos posaban en algún objeto interesante, sus manos tocaban otro igual de importante.
Luego de pasar por infinidades de espadas afiladas, lanzas extraordinarias y escudos que podrían protegerte de cualquier ataque de una bestia mágica. Fue un objeto minúsculo que llamó su tensión.
—Algo me dice que esto es importante, siento lo mismo que cuando llegue a la secta del cielo… Algo me atrae a este particular objeto — podía leerse cada pensamiento del chico mientras tomaba un pequeño recipiente triangular con algo que sobresale de él. Una pluma de un color amarillo con verde brillante, algo fácil de detectar incluso a una larga distancia.
—Pluma y tintero — con algo de emoción expresaba el anciano mientras veía al chico salir de la casa de tesoros. Mientras, reía y desaparecía entre la lejanía tomando uno de los puentes flotantes hacia otra montaña.
—Pluma y tintero, esto va a cambiar al mundo — un susurro en la lejanía del puente se escuchaba levemente.
Se escuchaba como una risa se alejaba en la distancia. En la casa de tesoros, al poner los dos pies afuera se escuchó un fuerte estruendo y el chico ya no tan desnutrido se percató que provenía de las puestas que acababan de cerrarse detrás de él.
El chico volvió a dirigir su mirada a su objeto recién escogido y noto que quizás había tomado la decisión incorrecta. Ya no veía nada especial en el objeto y ahora era muy tarde para echar marcha atrás.