Los rumores de que un chico había completado el ciclo de esclavitud en menos de diez años sorprendieron a toda la secta del cielo. Los maestros estaban gratamente emocionados por saber que un talento de tal magnitud se había presentado bajo su tutela; aunque sabían que el quinto maestro tenía la ventaja debido a que su discípulo directo fue el que reconoció el diamante en bruto primero. También eran conscientes de la enemistad entre que existía.
Shoneyi hacía caso omiso a los comentarios, susurros y una que otra mirada de extrañeza. Un chico de contextura algo gruesa, se acercaba uno que otro día para comentar acerca de todo lo que sucedía en la secta. Cuando un reflejo de luz plateada hacía girar la cabeza del chico que se encontraba sentado meditando, sabía que era cuestión de segundos para que su compañero de secta se acercara a él.
—Vamos Sho, dime como lo hiciste — Decía el chico mientras se comía una pieza de pollo, su boca llena de grasa hacía brillar su rostro.
Su otra mano pasaba por el centro de su estómago de un lado a otro como queriendo decir en clave que aún no estaba satisfecho.
—Jhon Yuiji, ya te lo dije… No me gusta que me llames así. Mi nombre es Shoneyi — Susurraba entre dientes el chico mientras dejaba su posición de piernas cruzadas.
Uno de sus brazos se apoyaba en el suelo para que un movimiento fluido de su rodilla alcanzara para levantarlo y sobrepasar al otro chico en altura —Además, te dije que si sigues comiendo así nunca ibas a poder aumentar tu cultivo espiritual —.
Aunque Shoneyi estaba casi seguro que lo que acababa de decir era una total falsedad, el chico quería que no lo fuese y de esa manera ayudar a bajar un poco de peso a su compañero - No creo que sea muy bueno peleando con esa magnitud corporal - pensaba para sí mismo mientras sonreía.
—Si estás sonriendo significa que es un ¡Si! ¿Me vas a enseñar? — el rostro de Jhon Yuiji se iluminaba con ilusión.
Poco a poco su sonrisa se transformaba. La comisura de su boca comenzaba a bajar y un temblor indescriptible invadía su cuerpo. Yuiji cerraba sus ojos ya que era una escena que se repetía todas las semanas.
—No frente Shon, No frente a Shon —.
En la mente de Yuiji esas eran las palabras que repetía una y otra vez mientras era arrastrado por una soga que atrapó su cuello en cuestión de segundos. Fuertes sonidos de una persona ahogándose podían ser escuchados; los miembros del círculo interno entendían la situación y por ende hacían caso omiso.
—Gordo asqueroso, te estaba buscando… No entiendo por qué huyes de mí si somos tan buenos amigos —.
Un movimiento de brazos que arremetía contra la soga era parte de la escena. El sonido de una cuerda golpeando al viento como látigo y una gran nube de polvo se alzaba frente a la cabaña de Shoneyi. Al caer al suelo, Yuiji se revolcaba de un lado a otro debido a que sus vías respiratorias se encontraban obstruidas por la presión que la soga ejercía en su cuello.
—¿Qué?... ¿Qué dices?... no puedes respirar, te ayudare —.
Un núcleo se comenzaba a iluminar en el cuerpo del abusón, seguido del segundo, y la etapa media del tercero. Un movimiento de su pierna izquierda en dirección opuesta indicaba una fuerte patada impactando en el estómago del chico.
Luego de ejecutar tal maniobra que golpeó directo al estómago de Yuiji, se podía escuchar como tosía y sufría mientras era jalado por los secuaces del bravucón.
—Lo siento señor Faanao, no era mi intención ocultarme —.
Entre la tos y los retorcijones de dolor, el chico buscaba ponerse en una posición que permitiera dirigir una gran reverencia al joven Faanao. El inmenso dolor que sentía no podía ser descrito con palabras, era tanto que Yuiji estaba al borde de perder el conocimiento; de no ser porque estaba en frente de la presencia de Shoneyi hacía segundos que lo habría hecho.
El mismo escenario se repetía y de nuevo un núcleo se iluminaba, luego el segundo le seguía y por último un tercero en su etapa final. Si el golpe conectaba nuevamente era muy probable que Yuiji no pudiese cultivar nunca más su energía espiritual; técnicamente no era un asesinato que estaba totalmente prohibido dentro de la secta, pero era mal visto por todos. El pobre chico sería devuelto al mundo de los mortales a pasar su vida como un vegetal.
El movimiento de su pierna bajaba con una gran velocidad y fuerza. Yuiji ya había perdido el conocimiento y una fuerte onda expansiva brotaba desde su lugar.
—Será devuelto al mundo mortal, es una pena que Faanao se ensañara con el pobre chico —.
Era el murmullo de los espectadores que se repetía, todos sabían que era mejor él que ellos. Algunos se tomaban su tiempo, otros solo volteaban sus cabezas para no mirar; quizás al hacer eso creían que no eran parte del problema.
Al disiparse la nube de polvo, una rodilla bloqueaba la gran patada de Faanao. Un gesto de dolor podía verse en la cara del joven bravucón.
—Podrías dejar de molestar a mi amigo, estábamos tratando de tener una conversación — Shoneyi decía mientras aún mantenía su rodilla en alto en posición de bloqueo.
La energía espiritual que rodeaba su cuerpo era casi como si fuese parte de él; la sensación que emanaba de su persona era como la de alguien del círculo interno. Nadie podía creer que hubiera alguien que hiciera cara a Faanao.
—Ustedes montón de inútiles largo de aquí —.
Su mirada transmitía ira, no podía creer como nadie hacía nada, como ninguno de ellos se interpuso. Al mover sus ojos de derecha a izquierda pudo comenzar a ver cómo los espectadores esquivaban su mirada.
En el instante que su rodilla comenzaba a descender y tocaba el suelo pudo sentir como un líquido tibio comenzaba a correr por su pantorrilla. Esto lo afectó de tal manera que en cuestión de segundos aprovechó la conmoción para atinarle un golpe en el pecho al bravucón y mandarlo a volar unos cuantos metros hacia atrás.