Hacía poco más de diez mil años un ente todopoderoso estaba por alcanzar el pináculo de la vida eterna, en su travesía encontró infinidades de problemas, retos y misiones casi imposibles.
Fue en el momento donde se encontraba a punto de trascender que todo fallo, alguien armó un complot desde las sombras para evitarlo. En su desesperación el ente aturdido, sorprendido y algo desconcertado optó por dejar su contenedor de alma para ser sólo espíritu; su gran poder le permitiría mantener esta forma etérea por algunos cientos de años.
Mientras el ente supremo siguiera en forma intangible su poder se debilitaría más y más. Fue en ese momento que decidió ocultarse en un territorio hostil para su época, un lugar nada habitable; la energía que emanaba el pseudo continente era prácticamente nula. El lugar perfecto para recuperar su forma natural y esconderse por un tiempo. El espíritu que habita dentro del tintero no podía dejar de pensar en un nombre ¡Heyosin!
Después de cientos y cientos de años errando por el pseudo continente que utilizaba como escondite, el espíritu del tintero comenzó a notar como sus recuerdos se iban volviendo borrosos y lagunas mentales comenzaron a transformarse en ríos. Cuando los ríos empezaban a mutar en cascadas fue cuando decidió que dejaría de ser etéreo para volver a ser físico.
El miedo lo ahorcaba como una serpiente a su presa, pero sabía que era necesario si quería seguir existiendo. La forma de una pluma y un tintero sería la opción correcta, la única opción —Las palabras se desvanecen como el espíritu, pero aquello que queda escrito en piedra jamás se olvidará — con ese último pensamiento caía en un sueño profundo que lo llevaría al presente con su nuevo propietario.
Con la vuelta de Shoneyi a la secta del cielo y el revuelo que este produjo, todo estaba descontrolado. Todos ya comenzaban a entender un poco su personalidad adicta a mostrarse mejor que los demás, sin miedo a nada, no le importaba lastimarse o pelear con miembros mayores que él o mucho más fuerte. Era alguien adicto a la adrenalina: tristemente la opinión pública no podía estar más lejos de la realidad. Shoneyi era una persona codiciosa, miedosa, sin vergüenza, una persona que miente para lograr lo que quiere.
Cuando se le preguntaba cómo había sobrevivido al bosque de las bestias siendo un tan solo un esclavo sin fuerza o poder espiritual decía que alguien en el cielo lo había ayudado. Una fuerza, un ente todopoderoso, lo guiaba a través de enseñanzas, bailes y canciones.
Todo digno de una historia fantástica de cuentos para leerle a los niños, pero nada más alejado de la realidad. Dos años de pura tortura, de desesperación; cada movimiento estaba siendo vigilado por las bestias aledañas, pero al mismo tiempo ya que para ese momento el no representaba ningún peligro para ellas, las bestias lo ignoraban.
—Y así fue como sobreviví … —.
Al terminar de contar la historia, Shoneyi colocaba su mano extendida para cobrar por sus servicios. Cada individuo que escuchaba la historia debía pagar un décimo de botella de polvo estelar para disfrutarla; muchos de ellos sospechaban que era inventada, pero existía la pregunta de qué tal si de verdad Shoneyi estaba bendecido. Nadie podía negar que en tan solo dos años y medio logró algo impensado. Entrar al círculo exterior, y no solo eso, también ha logrado detener una patada del señor Rao con el nivel de casi cuatro núcleos, otra patada de Faanao a máxima potencia. Nadie sabe a ciencia cierta cuántos núcleos posee ese chico.
Algo impresionante de la secta del cielo que lograba llamar la atención de otras sectas del continente terrenal era la facilidad que tenían las montañas para ocultar su presencia. Gracias a esto, Shoneyi aprendió a hacerlo también, incluso con su propio hogar.
Si concentras tu energía espiritual en formar dos núcleos y los usas alrededor de ti con la intención de ocultar tus movimientos. Nadie en un rango de mayor a unos cuatro metros podrá detectar lo que estás haciendo. La única forma de romper la matriz de ocultamiento es ejerciendo una presión diferencial de siete núcleos.
Gracias a esta técnica, Shoneyi pudo sobrevivir en el bosque por tanto tiempo. El chico no utilizaba como rango cuatro metros de radio de ocultamiento, sino, usaba solo algunos centímetros más allá de su cuerpo. Esto permite que, aunque no contara con los núcleos espirituales para defenderse la presión necesaria para romper la matriz de ocultamiento subía de siete a casi diez, es decir, nadie en la secta más que el líder podría saber lo que Shoneyi estaba haciendo.
—Gambi… Sígueme explicando cómo funcionan —.
Una voz como la de un hombre de mediana edad comenzaba a resonar la mente del chico.
—No soy tu sirviente para que me llames cuando te dé la gana, Soy el todopoderoso… —.
La preocupación en su voz era casi palpable, lo seguía una pequeña pausa y una inspiración de aire profunda-
—Gambi ya habíamos discutido esto, si no dices quién eres…, todo es un invento y lamentablemente yo no te creo nada —.
Decía Shoneyi con una leve sonrisa burlona, mientras se encontraba meditando. Tras largas inspiraciones de aire, el chico podía sentir cómo su cuerpo se hacía más fuerte. Con la ayuda de todo el polvo estelar que había recolectado tras contar sus magníficas hazañas.
El aura que rodeaba a Shoneyi se hacía más densa con cada segundo.
—Entonces señor Gambi, ¿De verdad no sabes cómo magnificar un objeto desde que recobraste la conciencia? —.
Shoneyi planificaba sus palabras meticulosamente antes de decirlas, el sabia lo impresionante que el ente de la pluma y el tintero era. Esa fue una de las razones por la que aprendió la matriz de ocultamiento y de cómo reducir su diámetro; la técnica estaba perdida hacía ya unos tres mil años. Por lógica, el ente debería tener al menos un poco más de tres mil años de antigüedad según el razonamiento del chico.