Dentro de la Secta del Cielo, en el pico de la segunda montaña, un anciano se sentaba a apreciar el cielo de piernas cruzadas. La energía que lo rodeaba era casi palpable. Parecía estar en un momento crítico de su meditación cuando terminó por salir de trance y dijo: —Dime, joven discípulo, ¿qué necesitas de mí? —Terminaba por levantarse lentamente—. ¿Sabes algo del chico? —.
El discípulo del Segundo Maestro hincaba una rodilla al suelo. —¡Sí! —Se podía escuchar la emoción en su voz, pero a su vez arrugaba la cara—. Hace poco recibió una paliza por parte de los discípulos del señor Da Shi —Su mirada bajaba al suelo.
El Segundo Maestro del Cielo comenzaba a caminar de izquierda a derecha con las manos en la espalda. —Así que lo están tratando de eliminar —Cada palabra que decía tenía un peso indescriptible—. ¿Crees que deberíamos tomarlo bajo nuestro cuidado? —El Segundo Maestro se concentraba para escuchar la respuesta de su discípulo.
Antes de responder, el joven se levantaba, en su mirada se podía sentir la determinación. —¡No! —Decía mientras movía su cabeza de un lado a otro en tono de negación—. No podemos dejar que esto siga pasando —El orgullo que emitían los ojos del Segundo Maestro solo podían ser descritos como aquel que enseña lo correcto de lo incorrecto a su hijo—. Si sale de la secta lo protegeré —Expresaba mientras esperaba la confirmación de su maestro.
Yi Jui volvió a retomar su posición. —De acuerdo, joven Kuan —Terminó diciendo mientras volvía a su estado de meditación—. Protégelo y tráelo ante mí —.
La escena de las bestias siendo eliminadas por Shoneyi dejaba atónito al discípulo del Segundo Maestro. —Pero… ¿qué acaba de pasar? —En lo que dudaba en si ir a ayudarlo o no, el chico había acabado con las bestias de tres núcleos en cuestión de segundos.
Entre las sombras, el discípulo se movía con sigilo. Necesitaba estar seguro que nada podría pasarle. —Obviamente una bestia mágica podría acabar con su vida, pero me preocupan los secuaces del maldito viejo—, pensaba para sí mismo mientras apretaba sus puños.
Un fuerte rugido aparecía frente al chico. —¡Ocho núcleos!… —El rostro del joven Kuan reflejaba preocupación—. ¡Tendré que ayudarlo! —Mientras tomaba la decisión, otro rugido era acompañado del primero—. Dos… no, ¡tres! —Sus ojos perdían toda la amabilidad y un aura poderosa envolvía su cuerpo.
El sonido de unas garras golpeando contra el metal era casi ensordecedor. La onda expansiva mandó a volar al chico. —¿Qué está pasando? —Shoneyi gritaba exaltado pero ileso.
El joven Kuan blandía su espada de manera defensiva de un lado a otro. —¿Qué esperas? —El sonido de las garras de la bestia contra el metal era impresionante—. ¡Vete! —.
Shoneyi miraba al joven blandir y los recuerdos de su infancia volvían. —No dejaré que nadie más muera protegiéndome —. El chico se levantaba y buscaba por más piedras en los bolsillos. —¡Cómete esto, bestia asquerosa! —Desesperado, comenzó a lanzar algunas rocas.
—¿Qué haces? —El discípulo del Segundo Maestro gritaba—. ¡Te dije que te fueras… YA! —Las otras bestias estarían allí en cuestión de minutos—. Unas rocas no harán ningún dañ… —Los ojos de Kuan se abrieron de par en par. ¿Cómo diablos una simple roca podría hacer tanto daño?
Kuan miraba de reojo al chico. —¡Están magnificadas! —La sonrisa y la sangre volvían a su rostro—. ¡De acuerdo, chico. Muéstrame de qué estás hecho! —.
La escena no tomó más de un par de segundos. El joven Kuan bloqueaba una de sus garras, Shoneyi lanzaba sus rocas magnificadas. La bestia dejaba una abertura lo suficientemente grande para blandir una espada que cortara todo su pecho. —Una menos, faltan dos —.
El rostro de Shoneyi era preocupante. —Solo me quedan dos, Gambi —Sus manos buscaban más rocas en sus bolsillos, pero él sabía que no iban a ser suficientes. —¡Ahora! —.
Dos rocas volaban por encima de la cabeza del joven Kuan. La acción se repetía y la bestia caía al suelo. —¡Bien hecho, chico! —El orgullo en su voz era algo que Shoneyi no había sentido desde que sus padres estaban vivos.
El rugido de la tercera bestia de ocho núcleos se acercaba acechando con acabar la vida de los dos cultivadores. —Repitamos lo que acabamos de hacer, pequeño —Mientras Kuan decía eso, un charco de sangre caía encima de Shoneyi.
—No… ¡Sangre! —La voz preocupada de Gambi se apoderaba de la mente en blanco de Shoneyi.
Kuan bloqueaba los dos primeros ataques de la bestia y gritaba: —¡Ahora, lanza dos más! —Luego de unas milésimas de segundo, Kuan decidió voltear para ver qué pasaba con el chico. En ese instante la bestia atacó y un fuerte sonido de piel desgarrándose tomaba el lugar por sorpresa. —¡Mi brazo! —Entre quejas y gritos, respondía con un movimiento de su espada.
Luego de un par de segundos, Shoneyi volvía en sí, pero era algo tarde. El brazo de su compañero estaba totalmente destrozado y todos sus movimientos eran totalmente defensivos. —¡Rápido, toma los dos núcleos de las otras bestias! —Gambi expresaba angustiado—. ¡Solo haré esto una vez! —.
El conocimiento del alma de la pluma y el tintero estaba siendo absorbido por Shoneyi como una esponja. Mientras todo esto sucedía, Shoneyi se movía rápida y sigilosamente por la maleza para hacerse con los núcleos. Tomó el primero y corría velozmente para alcanzar el segundo, deslizándose y terminando en una posición de meditación.