En el salón de tortura de la Nube Central, el segundo hijo del líder de la Secta del Cielo continuaba su ardua labor de sacarle toda la información al chico que yacía hacía tres meses junto al cuerpo deshecho de su hermano. —Para ser alguien tan débil —Mientras hablaba, sus manos se deslizaban delicadamente sobre el cuerpo de Shoneyi creando cortes lo suficientemente profundos para controlar el sangrado y debilitarlo.
Los moretones que presentaba el cuerpo del chico eran el reflejo de no poder romper la mente del muchacho. «Cómo alguien con tan pocos núcleos puede aguantar tanto».
Xin Kuan, harto de esperar y no obtener nada a cambio: —Parece que nuestra travesía juntos ha llegado a su fin —Hacía movimientos sutiles, sacaba una navaja con una leve luz blanca que hacía de sombra.
La mesa de herramientas solo estaba a unos cuantos pasos de distancia. «Gracias, Maestro Da Shi, por su regalo». El joven Kuan tomó la navaja e inspeccionó cada parte de ella maravillado. Sus pensamientos daban vueltas en cómo funcionaba el primer nivel de magnificación.
La admiración por el arte de magnificar era indudablemente lo más importante para el segundo hijo del líder de la secta y era exactamente él quien era un pionero en ello. «Con magnificar artefactos pequeños se logra una mayor tasa de éxito». Sus pensamientos solo se centraban en la daga que sostenía en sus manos; Xin Kuan siguió caminando para poner fin a la vida del pobre discípulo del círculo externo.
Un sonido de una puerta haciéndose añicos tomó la habitación por sorpresa. «Solo un Maestro del Cielo podría llegar a romper la puerta». Su rostro reflejaba intriga e irrespeto.
Entre quejas y susurros por tantas heridas internas como externas: —Hermano… —Shoneyi expresaba mientras caía en la inconsciencia por millonésima vez.
Xin Kuan no detenía su paso. —¡Detente ahí, Xin! —Yun hacía rotar su energía y la fuerza de nueve núcleos desbordaba.
Determinado a terminar con la vida de Shoneyi, siguió con paso firme y hacía rotar su energía a la vez. «Si ese inútil trata de detenerme, le haré daño». Solo le faltaban dos pasos para llegar y terminar su trabajo. —No sé qué intentas, Yun, pero, no es el momento —Su rostro no reflejaba ninguna emoción. «Acércate más, te haré trizas». Sus pensamientos no iban acorde con el tono que manejaba mientras hablaba.
El primer hijo del líder de la Secta conocía el temperamento y las actitudes de su hermano menor. —¡He dicho que pares! —Sin pensarlo se acercó lo suficiente para tomarle de la mano.
Al hacerlo, Xin Kuan soltó un golpe con todo su poder. «Quizás no vayas a morir, pero otro mes inconsciente no estaría nada mal». Su movimiento, veloz y delicado. Un corte preciso y dirigido a la yugular de su hermano mayor.
Yun Kuan reaccionaba a una mayor velocidad que su hermano pequeño. —¡Te lo advertí! —Un movimiento acompañaba a las palabras sin dejar nada atrás.
La navaja que sostenía el joven Xin comenzó a desmoronarse y los ojos de su portador no daban crédito a lo que sus ojos veían. «Mi arma, ¿cómo es posible?» Incredulidad y codicia se apoderaron de su mente.
El golpe de hoja de Yun Kuan seguía en dirección a su hermano. Los dos terminaron en la pared detrás de Shoneyi. —Veo que aún sigues siendo el favorito de Padre —Cada palabra era acompañada con un charco de sangre que tosía sin parar.
Yun, con la espada aún superpuesta en el cuello de su hermano, sintió una presión de doce núcleos acercándose y deteniéndose en el acto. —Padre, no haré tal cosa como quitarle la vida —Al momento en que Yun Kuan quitaba la presión de su ataque y el peso de su cuerpo, este caía al suelo de rodillas.
Un hombre entraba en la habitación e inspeccionaba todo el alrededor. —Creo que me confundes, joven Kuan —Su sonrisa no había cambiado en nada desde que le entregó el arma en el cuartel general y le contó lo que había pasado con el chico que venía con él.
Yun fruncía el ceño. —Disculpe mi atrevimiento, Sexto Maestro —Agarrando su arma lo más fuerte que podía para no perderla.
El Sexto Maestro del Cielo era extremadamente perceptivo. —Veo que no quieres soltarla —Su sonrisa aún en su rostro—. Sé que es un arma poderosa —Extendía su mano para recuperarla.
Yun no apartaba la mirada del cuerpo ensangrentado atado a la silla. —No, no es eso, Maestro Shi —Su respiración se agitaba y su agarre se apretaba cada vez más—. Es un regalo de mi hermano —.
Ruei Shi recogía su mano vacía. —Entiendo… —Decía mientras asentía con su cabeza y daba la vuelta para dirigirse a la salida.
Tres figuras entraban por la puerta. —¡Xin! —El suspiro de Gian Ju no tomó por sorpresa a nadie y su ira iba dirigida al chico ensangrentado. La mirada del Consejero fulminaba a Yun Kuan. «No puedo hacer nada al respecto al imbécil de Yun. Pero el chico pagará con su vida». Toda su atención enfocada en un mismo punto. La energía comenzaba a formarse hasta llegar al punto de tener once núcleos en la etapa inicial.
Yun dirigía una mirada de auxilio en dirección a su padre. «Padre, ayuda a mi hermano». Gian Ju había bloqueado la habilidad del habla en Yun y no podía emitir sonido alguno.