El camino de cristal (one-shot)

El camino de Cristal (Por Cojitoification B.)

Él se encontraba en un campo. Todo era simple y lo único que resaltaban en ese momento eran los árboles, que se encontraban en su mejor momento. Algunos llenos de flores y otros con frutas ya maduras. Lo demás era pasto que, al ser pisado, daba la misma sensación de estar sobre una nube de algodón. 
Todo parecía que iba a estar así por mucho tiempo más, en paz y en armonía, hasta que apareció aquel sendero perfecto que se encontraba en aquel lugar y sin ninguna explicación aparente. 
Sin duda, era algo muy extraño. 
Él lo miraba, lo miraba y no podía comprender qué era aquel camino allí en medio de la nada. Miró a lo lejos e intentó encontrar su final, pero parecía no tener fin. Además, notó también que todo estaba hecho de la manera más simple posible. Sencillamente, era un camino perfectamente recto y liso que solo alguien grandioso podría haber realizado. 
Sin embargo, aquel muchacho no se animaba a ir por ahí. El sendero estaba hecho del material más valioso y frágil de todos, el cristal.


—No es tan fácil caminar por ahí —dijo una joven mujer que, por mera casualidad, se encontró con el caminante—. Ya he tratado de pasar por ahí miles de veces, pero nunca logré hacer más que un par de pasos.
—¿Sabes qué hace esto aquí? —preguntó el muchacho.
—Ese sendero representa el camino del amor. Es el más perfecto que encontrarás, pero es muy frágil, por lo que es el más difícil de caminar. Solo las personas que sepan cómo hacerlo podrán reconocer en persona su perfección.


Estas palabras, en lugar de intimidar aún más a aquel caminante, fueron el empujón que lo llevó a tratar de atravesarlo: 


—Ten mucho cuidado —le advirtió la joven—. Podrías lastimarte.

Envalentonado, él se decidió a avanzar. Pero a pesar de todo su valor, el joven dio su primer paso con mucha torpeza y el piso se rompió, lastimando su pie.
—Tienes que ser más delicado al pisar el camino —le advirtió la joven, mientras lo curaba—. Si vas con torpeza, se quebrará.


El sendero volvió a reconstruirse y dejó lugar para que el caminante intentara otra vez. Él, ya con un poco más de temor, se decidió pasar por aquel camino, pero con un poco más de delicadeza. Dio su primer paso y nada sucedió, pero por miedo a no ser lo suficientemente delicado para el segundo paso, el caminante perdió el equilibrio de su cuerpo y cayó bruscamente contra el cristal, haciendo que éste se rompiera nuevamente y dejándole heridas aún más profundas en sus pies y sus manos.


—Tienes que conservar el equilibrio para pasar por ahí. Si vas lleno de miedo, caerás y volverás a lastimarte —le advirtió nuevamente la joven, mientras curaba los pies y las manos del caminante—. Yo también quise pasar por ahí muchas veces. Pero ya dejé de intentarlo hace tiempo.

El camino se reconstruyó y el joven trató de pasar nuevamente. Sin embargo, a pesar de que trató y trató miles de veces, y por más delicadeza y equilibrio que intentaba tener, siempre cometía un error y salía de allí lastimado.

 
—Estoy cansado de esto. Tiene que haber una forma de caminar por ahí —dijo el muchacho.
—Lo sé. Es difícil y cansador. Creo que lo mejor será ignorarlo. Esto no hace más que hacernos daño cada vez que queremos pasar.


Unos segundos después y no resignado a rendirse, el caminante se encontró con una idea en su cabeza: 


—Creo saber cómo podría pasar por ahí, pero voy a necesitar de tu ayuda.
—¿Mi ayuda? —preguntó la muchacha—. ¿Qué puede hacer una mujer como yo para ayudarte a pasar por ahí? 
—Creo que los dos queremos lograr caminar por aquí ¿No es así? — la joven asintió con la cabeza y dejó hablar al caminante—. Tú me encontraste a mí tratando de pasar por este camino, me advertiste sobre él y me curaste cada vez que salí de allí lastimado. Ahora estoy dispuesto a ayudarte a pasar por ahí, sin importar cuantas veces tenga que lastimarme.
—Lo que estás por hacer es una gran muestra de que me valoras —contestó la muchacha—. ¿Qué es lo que quieres hacer?

El caminante guió a la joven y se pusieron al frente del camino de cristal: 


—Lo único que tendremos que hacer es tomarnos de la mano y atravesarlo con la mayor delicadeza y equilibrio que podamos —dijo el caminante. 
—¡Pero el suelo se va a romper! Si apenas soportaba a una persona, no va a soportar a dos — contestó la muchacha.
—Si el camino del amor no se puede pasar solo, quizás la única solución sea que otra persona nos ayude a caminar sobre él.
—Pero tengo mucho miedo. No quiero salir lastimada de nuevo, y no quiero lastimarte a ti tampoco. ¿Y si alguno de los dos hace un mal paso? ¿Y si alguno pierde el equilibrio?
—Nos ayudaremos mutuamente a recuperarlo —insistió el caminante—. Es por eso que siempre tenemos que estar unidos, pase lo que pase.
—Es algo muy arriesgado... pero si vas a protegerme, también haré lo que sea para protegerte.
—Entonces ¿Estás lista? 
—Así es.


Al mismo tiempo, mientras tomaban sus manos, dieron el primer paso y comenzaron a caminar por ese sendero perfecto de cristal. En ocasiones, por algún descuido de alguno, casi terminaban por romper su propio camino. Sin embargo, cada vez que eso sucedía, el otro lo ayudaba a recuperarse porque, de lo contrario, podría ser demasiado tarde. Para él, para ella, para ambos. 
Inevitablemente cometieron esos errores una y otra vez. Pero todas las grietas que iban dejando en el camino quedaban en el olvido. Ambos sabían que si miraban hacia los errores del pasado, sus torpes acciones afectarían a su equilibrio y harían ceder al cristal.




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