El camino de rosas

CAPÍTULO 1: EL DESPERTAR DE LOS MONSTRUOS.

El bosque, un hermoso lugar donde habitan miles de criaturas y secretos que la mayoría de las personas debería desconocer, sin embargo entre los frondosos árboles se esconde una pequeña cabaña y sus dos habitantes una jovencita junto con su madre.

La joven de unos 20 años tiene un aspecto bastante peculiar, sus cabellos son tan blancos como una tormenta de nieve, sus ojos de un profundo color verde y su piel tan tersa como la suave tela de algodón. Siendo sinceros ella no era una jovencita cualquiera su nombre era Amelia, todos en el pueblo la conocían como “Amelia el espíritu errante”  ya que su aspecto la hacía parecer más un fantasma que una chica joven. Sin embargo la madre de la joven parecía haber hecho algún trato con los más pérfidos demonios ya que su físico no había cambiado en los últimos 15 años, relativamente joven (de unos 30 o más), cabellos castaños casi negros, ojos del color de la más oscura noche y piel blanca sin rastros aparentes de vejez o el paso de los años.

Esa misma mañana todo el pueblo se preparaba para conmemorar la maldición de la bruja, esa que había sido lanzada hace aproximadamente 150 años atrás, que había sumergido a todo el reino en tristeza y desazón, y había hecho desaparecer al nuevo monarca tras una fachada de bestia horrenda y monstruosa. Aunque por esas fechas nadie sabía sí el príncipe seguía vivo o muerto ya que nadie se atrevía a acercarse al antiguo palacio, los más ancianos decían que el príncipe había conseguido escapar y tras la muerte de la bruja se casó con una buena mujer y murió tras muchos años; los más jóvenes decían que solo era una leyenda para atraer al turismo; sin embargo Amelia sabía la verdad de este asunto, el príncipe estaba vivo y seguía en el palacio siendo la bestia que la bruja quiso que fuera, alejado de lo que un día pudo ser y no fue; pero ella tenía un gran plan para ese día.

“Madre puedo acercarme al pueblo, me gustaría ver a Clary y poder ayudar en los preparativos del festival”

“Me parece bien que desees ayudar en el pueblo, pero yo también necesito ayuda no creerás que esta casa se limpia sola ¿verdad?”- Preguntó la madre con escepticismo 

“No madre, claro que no, le ayudare y después iré al pueblo”- “como si no pudieras hacer la limpieza con solo chasquear los dedos bruja”- pensó la muchacha.  

Ambas comenzaron con la tarea y una vez finalizada Amelia se dirigió de camino a la puerta, o bueno hizo el amago de ir porque su madre la detuvo.

“¿Donde vas, Amelia?”

“Al pueblo, prometo volver antes del atardecer como siempre”

“Si es como siempre tendré que ir a buscarte y sabes que no me gusta perder mi valioso tiempo”- Tiempo que consumes de animales y personas  zor**-pensó Amelia

“Esta vez no será así, lo juro, sabes que yo cumplo mis promesas, y prometo que volveré antes del atardecer”

La bruja hizo un mohín - “De acuerdo, pero si no estas aquí antes del atardecer te castigaré de la peor de las formas, ¿Estamos?”

“Sí, volveré pronto; adiós” 

Y con esa despedida la joven salió casi huyendo de la modesta cabaña, anduvo por el bosque apreciando su belleza; cuando al fin alcanzó el pueblo ya era casi mediodía, buscó a su amiga Clary por todas partes y para cuando la encontró eran pasadas las cinco, se acercaba la hora de regresar a la cabaña pero aun habiendo prometido volver temprano no lo haría porque esa era una noche especial, era la `noche´ y tenía mucho que hacer. Clary y Amelia disfrutaron del festival hasta bien entrada la noche y cuando la luna estaba en su punto más alto los farolillos se alzaron en el aire llegando hasta el firmamento y perdiéndose entre la fría noche de primavera. Algo en el comienzo del bosque llamó la atención de Amelia, no era algo común eran rosas negras, violetas y azules que creaban un sendero que se internaba mucho más profundo de lo que sus ojos podían ver; en ese momento decidió que no era mala idea seguir el camino, se separó de la muchedumbre y de su amiga para seguir el camino de rosas que se adentraba en el bosque, al llegar a las profundidades se dió cuenta que no había sido una gran idea, pero no había marcha atrás debía saber que escondía ese sendero y después con suerte volver a la cabaña y esperar que el castigo no fuera demasiado.

El sendero acabó, ante sus ojos se encontraban un par de garras enormes, peludas y espeluznantes; como su vista estaba puesta en el suelo tuvo que levantar la cabeza para saber qué era lo que estaba ante ella; delante de ella se encontraba una gran bestia, el príncipe maldito hace 150 años.

“No puedo creer mi mala suerte”

 




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