El camino más largo

Una vida como cualquier otra

Mi nombre es Becca. Me ahorraré la presentación porque no vale la pena conocerme, aunque lo harán, créanme, lo harán muy bien.

Era un día nublado y la gente que me rodeaba estaba muy ocupada para notarme. Mi pelo color fuego se escondía en una capucha y mis ojos color cielo estaban entrecerrados por el viento. No crean que me hago la presumida, en lo más mínimo, para lo que yo hago mi apariencia apesta. ¿Qué hago?. Bueno, yo tomo prestadas las cosas de las personas indefinidamente. ¿Por qué?. Porque quiero y puedo.

Ya sin querer hacerlo les presenté algo de mi vida, mi vida tan normal como la de cualquier persona y a la vez tan desagradable que te encantaría tenerla.

La gente es estupida, avara y solo piensa en si misma, por eso es muy fácil tomar prestados sus objetos personales y las cosas que yo poseo que nunca fueron mías.

Soy consciente de que a veces algo más se necesita para vivir bien, pero yo no me quejo, nunca lo he hecho, y juro que jamás me verán hacerlo.

Volviendo a la historia, yo me escabullía entre las personas que caminaban por el pueblo, viendo que podía tomar prestado ese día. Había muchos hombres y mujeres que serían presa fácil, pero yo buscaba algo inusual, estaba aburrida de hacerme siempre de pan y fruta, y de alguna que otra joya, esta vez quería algo más grande, pero esto me meterá en problemas, ya lo verán. 

Seguí caminando y decidí no hacer nada, porque el plan tenía que ser elaborado minuciosamente y en ese momento la lluvia empezaba a mojar mi cara. No era el mejor día para hacer nada, así que sin molestarme en apurarme como hacía toda la gente alrededor mío, tratando de escapar de las gotas que mojaban sus caras perfectas, seguí mi rumbo sin apresurarme y relajadamente seguí caminando. Hay veces que ni yo entiendo como es que la gente puede ser tan estupida. ¿Acaso no se dan cuenta que es solo agua?, ¿Que daño les puede hacer?. Es porque son personas a las que no les cuesta trabajo vivir, y cuando tienen que enfrentar algo que no pueden controlar se aterrorizan. ¿No se dan cuenta que algún día esa lluvia será algo de lo que no van a poder escapar?. En fin, llegué a mi "casa", lo que en realidad era un viejo almacén abandonado, detrás de una lavandería cerca del muelle. Nadie lo usaba y era perfecto para guardar las cosas que tomaba prestadas. 

Una vez allí me acomodé y agarré la única posesión que no había robado, quiero decir tomado prestada de los extras, ah no les he explicado quienes son para mí aún, más adelante lo haré, aunque creo que ya se dan una idea. Ese diario lo tuve siempre, desde que tengo memoria, le voy agregando páginas que si tomo prestadas, pero el diario en sí es mío. La mejor forma que yo tengo de expresar las cosas es escribiendo y me encanta hacerlo. Aquí les dejaré algo que escribí la primera vez que me hice de algo de una persona ajena.

Fue emocionante. No me gustó hacerlo pero una sensación difícil de explicar me invadió. Creo que lo haré de nuevo. Hoy en día me cuesta mucho conseguir que la gente me dé algo en la calle, haciendo esto es más fácil, y no creo que sea tan malo, a esas personas no les falta nada. Para mí son extras en el mundo, y yo no estoy robando, solo tomo prestadas las cosas indefinidamente. ¿Cierto?. 

Como si alguien fuera a contestarme, pensé. Que ridícula. Y cerré el diario. Era chiquita. A escribir aprendí sola, y a leer lo mismo. Siempre me gustó y los libros que tengo son muy buenos; aprendí con ellos. Nadie nunca tuvo las ganas de enseñarme. Mis padres nunca estuvieron, supongo que no querían a una hija, pero que estupidos. Y bueno, es lo que hay, no se puede tener todo, y a mi no me tocaron padres que me quieran o que se alegren de tener una hija.

Por la noche era la parte más difícil de mi vida. Todos me dirán que los ladrones usan la noche a su favor, para que nadie los vea y esas cosas, pero a mi nunca me gustó, y aparte las noches eran frías y las pasaba sola, bueno como todo el tiempo. Pero no me disgustaba durante el día. 

Cuando el sol caía y la luna se dejaba ver, yo solía ir al muelle y quedarme algún tiempo viendo los peces y el reflejo de la luna. Las estrellas eran como pecas del cielo, muchas e imposibles de contar. Aunque les dije que la noche no me gustaba, era en ese momento cuando me sentía una persona de verdad, no hacía nada más que existir como las otras que me rodeaban y vivía una soledad maravillosamente extraordinaria. No me digan que a ustedes no les hubiera encantado estar ahí, yo se que si. 

Cuando se había hecho tarde y las estrellas comenzaban a desaparecer, lentamente me levanté y fui hasta mi lugar, que es como yo le llamaba a ese viejo almacén. Esa noche casi ni dormí, pero no tenía sueño, solo quería tener un día para mí, pero no podía. ¿Se acuerdan que les dije que por un robo me metería en problemas?, bueno llegó el día en que lo haría.

Durante la noche yo lo había planeado todo. Ya no necesitaba más tiempo para pensar nada. Era ahora o nunca. 

Fui hasta el arroyo del pueblo y junté algo de agua, y cuando lo había hecho regresé siempre llevando mi capucha que tapaba mi tupido pelo color fuego. Caminé lentamente pero atenta a todo. No quiero anticiparles nada porque arruinaría todo, pero les diré que me dirigía hacia, no, no voy a decir la joyería ni nada por el estilo, de hecho lo que pretendía tomar prestado era algo bastante inusual.

_Cuidado grito y saque mi puñal. Todos estaban quietos, nadie hacía un movimiento más que el de respirar por pura necesidad. Solamente hacía falta que hundiera esa arma afilada en su garganta y estaría muerta, pero lo que ellos no sabían era que yo no la quería muerta, jamás la habría matado. ¡Que tontos!. Era imprescindible que no se dieran cuenta de lo que quería hacer, porque si lo hacían estaba frita.

_Deme la llave y no le haré daño _le dije sin levantar la voz al señor que estaba frente a mi.

_No lo hagas papá, ella me matará de todas formas. 



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En el texto hay: magia amor misterio

Editado: 28.10.2019

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