El camino y la adversidad.

El camino y la adversidad.

Había una vez un cuerpo que andaba y andaba en su camino. Recorría y recorría el amplio espacio que sus pies le señalaban.

 

La noche sorprendió su andar, y lo hizo vislumbrar una estructura descomunal a comparación suya, está absolvió su contemplación por la impactante luz que irradiaba. Se quedó de pie viéndola con el pasar de la luna. Cuando está cambio por el sol, esa luz desapareció.

 

Este pequeño cuerpo aún en un estado de trance, decidió seguir por su camino.

 

La noche volvió a llegar, el cuerpo recordó su encuentro de la noche anterior. Atónito, dudoso, asustado y a la vez cautivado por esa luz, anhelaba volver a ser absorbido por esa descomunal figura, aunque para ello diera en sacrificio el avance del camino que tiene por recorrer.

 

Con ese nostálgico sabor y absuelto en sus pensamientos, termino golpeándose con su tan anhelada compañía: el faro. Nuevamente quedó cautivado por poder contemplar y ver la luz que este irradiaba de su cuerpo, pero en esta ocasión algo fue distinto. Al permanecer en el suelo por el impacto de la estampida anterior, vio que su cuerpo irradiaba un oscuro contorno; este era de un absoluto negro, a comparación de su cuerpo que lucía grisáceo, y parecía que estaba pegado a él. Atemorizado por su sombra y en un intento de ignorarla, miro nuevamente al faro y dejo su atenta mirada en él, aunque el temor de la sombra estaba presente en sus ideas.

 

El día llegó una vez más, y en automático el cuerpo siguió el camino que sus pies le marcaban.

 

Mientras andaba, empezó a cuestionar lo que ese contorno oscuro le indicaba. De nuevo absuelto en su pensar, tropezó en el camino. Al ponerse de pie su cuerpo escurría, miro hacia el suelo y dio con el causante de esto: un charco. Este era pequeño, no poseía gran cantidad de agua, pero si la suficiente como para poder verse claramente en el. El cuerpo se miro a sí mismo reflejado en aquel charco, con ayuda del cálido sol que lo acompañaba en sus días, sorprendido vio que su cuerpo no estaba gris como antes lo percibía, ahora lo veía por primera vez con claridad y era totalmente blanco, de un blanco tan claro que hacía parecer que destallaba luz propia.

Con un abrasador sentir en su corazón y una leve pero honesta sonrisa en las comisuras de los labios, impactado por el descubrimiento de si mismo, por su cabeza paso el recuerdo de la luz del faro. Noto que la luz del faro y su propia luz no eran iguales, pero no comprendía por que.

 

Su sonrisa se fue esfumando con el andar del viento, así que una vez más el cuerpo que ahora ya no era diminuto, siguió su camino.

 

La luna decidió acompañarlo una vez más y así lo hizo, apareció y el cuerpo decidió contemplarse a a sí mismo de nuevo. En la oscuridad, busco y busco su sombra, pero por más que la busco no la encontró. Con su incertidumbre, camino y pudo ver al faro.

 

Contemplándolo con serenidad, ahora su luz ya no lo impacto, de hecho, pudo aclarar una de sus dudas, -el porque la luz del faro era distinta a la suya-, la luz del faro era contundente y cegadora, en cambio la suya era totalmente cálida. Al notar esto, se acompaño por el faro una última vez.

 

Al despedirse de él, vio que su sombra se mostraba de nuevo ante él.

 

Al pensar en que su sombra aparecía cuando permanecía con el faro, corrió y corrió bruscamente en un intento de escapar de ella. Esto parecía estar resultando, hasta que chocó fuertemente con otro faro, y aterrorizado se permitió encarar por primera vez a su sombra. La miro intensamente con recelo, está era todo lo contrario a aquel cuerpo que vio en el charco.

 

La sombra era de un negro abismal y contundente al igual que la luz del faro, solo que está no irradiaba nada, al contrario, era difusa e inexacta.

 

Ya más sereno, se preguntó “¿por qué huyó de la sombra?”, y dio con la respuesta de que la sombra eran todas esas penas, angustias y miedos que sentía al llegar la noche.

 

Siendo consciente de eso, acepto y reconoció que la sombra era parte de él, y al hacerlo está ya no lo apenaba ni angustiaba ni aterrorizaba, ahora solo era una figura más que acompañaba su cuerpo, inseparablemente cada que la luna les sonreía.

 

En vez de cegarse en las luces de los faros o en quedarse atemorizado por su propia sombra. Andaba el cuerpo blanco guiándose del señalamiento que le marcaban los faros para reconocer su camino, y acompañándose de esa sombra que solo era su compañía nocturna, que no lo dañaba sino lo complementaba.

 

Y así…colorín colorado, esta historia se ha acabado.Había una vez un cuerpo que andaba y andaba en su camino. Recorría y recorría el amplio espacio que sus pies le señalaban.

 

La noche sorprendió su andar, y lo hizo vislumbrar una estructura descomunal a comparación suya, está absolvió su contemplación por la impactante luz que irradiaba. Se quedó de pie viéndola con el pasar de la luna. Cuando está cambio por el sol, esa luz desapareció.

 

Este pequeño cuerpo aún en un estado de trance, decidió seguir por su camino.

 

La noche volvió a llegar, el cuerpo recordó su encuentro de la noche anterior. Atónito, dudoso, asustado y a la vez cautivado por esa luz, anhelaba volver a ser absorbido por esa descomunal figura, aunque para ello diera en sacrificio el avance del camino que tiene por recorrer.

 

Con ese nostálgico sabor y absuelto en sus pensamientos, termino golpeándose con su tan anhelada compañía: el faro. Nuevamente quedó cautivado por poder contemplar y ver la luz que este irradiaba de su cuerpo, pero en esta ocasión algo fue distinto. Al permanecer en el suelo por el impacto de la estampida anterior, vio que su cuerpo irradiaba un oscuro contorno; este era de un absoluto negro, a comparación de su cuerpo que lucía grisáceo, y parecía que estaba pegado a él. Atemorizado por su sombra y en un intento de ignorarla, miro nuevamente al faro y dejo su atenta mirada en él, aunque el temor de la sombra estaba presente en sus ideas.



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En el texto hay: cuento corto.

Editado: 28.01.2024

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