El Capitán y la Sanadora

Capítulo 2

El día siguiente fue más agitado aún para la joven y su maestra , llegaron más heridos no sólo gente originaria de Skye, sino forasteros y soldados del señorío vecino , ya que allí no tenían sanador.

El tío de Gía, Lowen de Skye, y Arren también estuvieron ocupados, recolectando información de los recién llegados y planeando estrategias para decidir qué harían si los conflictos del norte llegaban hasta ellos. Por el momento habían permanecido neutrales, pero quizás no pudieran seguir haciéndolo por mucho tiempo más.

Era muy tarde cuando el joven capitán se retiró a sus aposentos,y cuando fue a doblar uno de los corredores se encontró sorprendido a Gía acurrucada contra la pared, abrazando sus rodillas y durmiendo en aquella incómoda posición. La sacudió despacio, hasta que apenas entreabrió los ojos.

-¿Qué haces aquí?

-Intentaba dormir.

-¿Volviste a ceder tu habitación?

-Era una madre con un niño herido, no había otro sitio para ellos.

-¿Y para ti?

-Está todo ocupado, no había otro espacio y no pensé que ir a las caballerizas fuese buena idea. Además cuando terminé mis tareas era muy tarde para ir a perturbar a alguien- dijo un poco más despierta.

-¿Y no se te ocurrió ir a mi habitación?

-Sí, pero hubieses vuelto a dormir incómodo en ese horrible sillón, y yo no tenía fuerzas para intentar convencerte que durmieras en la cama conmigo. Estoy agotada – dijo y entrecerró los ojos. Arren la levantó en brazos y ella lanzó una exclamación de sorpresa.

-Agárrate fuerte, no puedes dormir aquí.

-¿Dónde? – preguntó agarrándose fuerte del cuello de él

-En mi habitación.

-Pero...

-¿Tienes consciencia ahora?

-No creo. Sólo tengo mucho sueño.

-Duerme allí, dormiré en las barracas con mis hombres.

-De acuerdo – aceptó ella y apoyó su cabeza en el hombro de él. Al llegar a sus aposentos, ella estaba completamente dormida, la acostó y arropó bien, se censuró a sí mismo porque ese ritual se estaba volviendo costumbre. Acostarla en su cama, arroparla, acomodar los mechones rebeldes. De pronto la sintió roncar suavemente y sonrió divertido, estaría muy mortificada si supiera aquello, pero a él le dio ternura. Era obvio que estaba exhausta, había trabajado todo el día hasta caer rendida, y se había dormido en un pasillo intentando no molestar a nadie.

Gía despertó sintiéndose muy descansada, entonces notó varias cosas, que estaba en la habitación de Arren y que por los sonidos parecía ser bien avanzada la mañana. Se desperezó para aflojar sus músculos y se incorporó deprisa pues tenía mucho que hacer, iba bajando sus pies de la cama cuando la puerta se abrió. Esperó ver a Arren con el gesto ceñudo, pero en cambio entró su tía. La esposa de su tío era lo más cercano que había conocido a una madre, aunque le costaba bajar la guardia y dejarla acercarse, la quería. Se sintió cohibida de que la encontrara allí.

-Yo, estoy por ir a trabajar, anoche...

- Lo sé, Arren nos dijo. Por eso vine a hablar contigo- dijo la mujer y se sentó en el sillón donde el capitán había dormido anteriormente. Gía se acomodó frente a ella.

-Me quedé dormida y...

-Arren habló con tu tío, le dijo que estabas agotada, así que tu tío ordena que descanses esta mañana, sin dudas necesitas descansar y darte un baño y estar lejos del trabajo por un tiempo.

-Hay muchos heridos.

-Bertea dijo que no quiere verte aparecer hasta pasado el mediodía, o que terminarás cosiendo la boca de alguien, dijo que entenderías - Y sí Gía lo entendía, años atrás le había explicado que un medico cansado no era de mucha utilidad pues ni siquiera distinguiría una herida y podría terminar cosiendo la boca del paciente confundiéndola con un corte. Aún así se sentía incómoda holgazaneando.

-Además he acomodado a los pacientes en la habitación de Kevan, él dormirá con nosotros por un par de días – explicó.

-Oh no, no es necesario. Eso sería una molestia.

-Gía, necesitas tu habitación, tu tío está planificando ampliar el dispensario para que pueda albergar más gente, lamentablemente parece que será necesario. Pero por el momento nos arreglaremos, necesitas regresar a tu habitación, no puedes dormir en los pasillos, ni aquí - finalizó.

-No quise causar molestias.

-Lo sé. Quizás ese es el problema, pareces olvidar que eres la sobrina del señor del castillo, y pareces olvidar que somos tu familia, que tienes un lugar aquí y puedes pedir ayuda cuando lo necesites, no causas molestias, menos cuando sólo intentas ayudar a los demás sin pensar en ti misma. No fue grato que Arren nos pusiese al tanto de tu estado actual.

-Lo siento.

-Bien, ahora aprovecha tu descanso obligado. Yo ayudaré a Bertea, así que no te preocupes.- dijo sonriéndole y se marchó.

Gía supo que no tendría sentido discutir, así que mejor acataba las órdenes de su tío. Se indignó un instante con Arren por entrometerse, pero no sería él si no lo hubiese hecho.

Se levantó y regresó a sus habitaciones que ya estaban desocupadas, limpias y con una sirvienta que la esperaba con todo listo para un baño caliente.

Se sumergió en el agua, tenía un agradable aroma a romero, y sintió que sus músculos se aflojaban, sí había estado trabajando mucho esos días, incluso moviendo hombres que la doblaban en tamaño. Pero tampoco sabía hacer otra cosa, desde el día que había entrado al dispensario y Bertea le había dicho que tenía talento para sanar, se había dedicado a aprender y a trabajar, había encontrado un lugar para ella, un lugar donde no era tan huérfana ni tan extraña. Un lugar donde no le imponían restricciones por ser mujer, por ser pequeña o por ser noble. Así que había concentrado toda su energía allí. Y a veces se olvidaba de que había mucho más en la vida, excepto por Arren, nunca se olvidaba de Arren

Salió del baño, se puso ropa limpia, se trenzó el cabello y siguiendo su rutina fue a ponerse la loción para las pecas, luego recordó el comentario del capitán y no la aplicó. Quizás no estaba tan mal ser distinta a todos si era algo que él notaba.




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