El Capitán y la Sanadora

Capítulo 3

Al hacer el inventario el día anterior había descubierto que les quedaba muy poca hierba cicatrizante, así que había despertado antes del amanecer para ir a recogerla. Estaba a punto de atravesar las puertas cuando los guardias la detuvieron.

-Señorita, no puede salir.

-Voy a recoger hierbas, no demoraré mucho.

-La situación no es buena y el capitán dio órdenes de que no dejemos salir a nadie.

-Pero debo salir, sólo serán unas horas, nadie debe saberlo.

-Yo lo sabría, soy quien dio la orden de que nadie saliera.-Se escuchó a Arren hablar y ella se giró con aire culpable ,pero no se amilanó.

-Necesitamos hierbas cicatrizantes.

-Ni siquiera amanece, es oscuro y peligroso, anda mucha gente extraña vagando. Búscalas más tarde, cuando haya sol y alguien pueda ir contigo.

-Esa hierba se recoge al amanecer, sus flores se abren solo un instante. La necesitamos para los heridos, y no puedo enviar a Bertea a hacer semejante trabajo, ¿no te parece? – explicó exasperada al tiempo que cruzaba sus brazos frente al pecho y lo miraba desafiante.

Él solo la observó fijamente unos minutos. Los guardias estaban nerviosos y miraban de uno a otro a los dos contrincantes, era una lucha de voluntades bastante peculiar. Ella podía parecer sólo una niña frente a su capitán, pero seguía siendo la sobrina del Señor, eso le daba más poder, pero el guerrero no era alguien que cedía frente al estatus si pensaba que había un peligro acechando.

-Yo iré a buscar las hierbas – declaró Arren zanjando el tema.

-No sabrías hacerlo y no serviría de nada- afirmó Gía y él resopló descontento. Si ella decía que las hierbas eran necesarias, sin dudas lo eran. Aún así, eran tiempos peligrosos para dejarla vagar de madrugada por el bosque. Y si lo prohibía, ella encontraría la manera de escaparse, lo sabía. No le dejaba muchas opciones.

-Iré contigo- dijo.

-¿Qué? – preguntó sorprendida.

-Traigan mi caballo, acompañaré a la señorita al bosque – repitió para aclarar las dudas de Gía.

Gía no podía concentrarse en el camino, no podía evitar girarse para mirar a Arren, rara vez podía disfrutar de su compañía a solas, y aunque iba taciturno a su lado, ella aprovechaba el momento.

-¿Falta mucho? – preguntó él sacándola del estado de contemplación en que estaba sumida.

.-No, sólo un poco más, en el claro junto al arroyo – indicó.

Llegaron poco después, ambos apearon de sus caballos, pero Arren se quedó detrás dejándola ir a buscar las hierbas que necesitaba.

La joven fue hasta la orilla del arroyo y empezó a recoger las flores, tras unos instantes levantó la cabeza y lo miró.

-¿No piensas ayudarme?

-Dijiste que no sabría hacerlo.

-Me refería a que lo hicieras solo, pero estoy aquí para enseñarte y me vendría bien un poco de ayuda, sería más rápido. Estas flores duran muy poco tiempo abiertas. Ven aquí – casi ordenó la joven pelirroja y él se acercó -¡Ten cuidado, no las pises! – lo regañó y Arren gruñó por lo bajo.

-¿Qué hago?- preguntó acuclillándose a su lado.

-Tómalas así, con cuidado – le indicó mostrándole como sacar la flor, con cuidado, sin dañarlas. Parecían pequeñas campanillas de color amarillo claro.

-¿Así? – preguntó él imitandola

-Sí – respondió y se lo quedó contemplando absorta, mientras se prometía a sí misma que algún día obtendría su amor. Algún día.

Trabajaron en silencio durante un rato, hasta que Gía consideró que tenían suficiente

-¿Segura? ¿No necesitas más?

-No, si llevamos demasiado se echará perder y no servirá. Todo tiene un tiempo, incluso las hierbas – Explicó ella y él se la quedó mirando un instante.

-¿Qué?- preguntó curiosa.

-A veces pareces mayor de lo que eres – sentenció Arren – Volvamos.

Ella tomó aquello como un cumplido y sonrió, luego se pusieron en marcha para regresar al castillo.

Cuando llegaron, cada uno volvió a sus ocupaciones y hacia el mediodía ambos fueron convocados por los señores del lugar. El capitán se reunió con Lowen de Skye y Gía con su tía.

-¿Qué sucede? – preguntó Arren a su Señor.

-La gente de Fion vendrá cuando finalice el mes.

-¿Has decidido hacer una alianza con ellos, mi Señor?

-No aún, sólo que son el señorío más cercano y en vistas de la situación actual, no estaría mal ser aliados Quiero dialogar con ellos y saber más de su posición frente a los conflictos o sus planes. Sé que no eres partidario de que unamos manos con ellos, pero debo evaluar si es beneficioso o no.

-Lo entiendo – aceptó no muy convencido.

-Necesito que te encargues de preparar todo para su llegada y también de nuestra seguridad. Quiero que ellos sólo sepan lo necesario sobre nosotros, no más.

-Me ocuparé de todo- sentenció.

Por otro lado, Gía miraba entre confusa e incrédula a su tía que sostenía una serie de telas delante de ella.

-¿Cuál prefieres?

-No creo tener preferencia por ninguna, lo siento.

-Gía, vendrá la gente de Fion a fin de mes y necesitas vestidos nuevos.

-Tía, me temo que no seré de ayuda.

-Vendrán el Señor y su hijo, es de tu edad, habrá una velada de recibimiento y mientras su padre habla con tu tío, seguramente tú podrás acompañarlo.

-No creo ser adecuada para ese papel.

-Eres la más adecuada.

-Pero los vestidos nuevos, ser anfitriona, no es algo propio de mí.

-Piénsalo como una oportunidad para descubrir otro lado de ti, no pido que seas alguien distinta a quien eres, tampoco tu tío quiere eso, solo que siendo una visita oficial deberías vestir de acuerdo a tu estatus. Sabes que para nosotros eres una hija.

-Yo...- musitó incómoda. Quería complacer a sus tíos, pero no estaba segura de encajar con el papel.

-Por favor, es importante para tu tío.

-Lo intentaré, pero sigo creyendo que sería más beneficioso si me mantuviese lo más alejada posible.

-Creo que aún no lo sabes, pero puedes llegar a fascinar a cualquiera, tendrás al joven señor de Fion comiendo de tu mano.




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