El Capitán y la Sanadora

Capítulo 9

¡Feliz Día del Amigo!

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Arren había esperado que Gía volvieran en unos meses, pero tras medio año, ella aún no había regresado, sin embargo las cartas que enviaba a sus tíos, a Kevan y a Bertea explicaban que estaba bien. A él no le había escrito. Todos coincidían en que era buena idea que ella se hubiese ido, parecía estar mejorando.

Cuando pasó un año, su tía fue a verla y volvió convencida de que Gía estaba donde necesitaba estar.

Él se mantenía ocupado, viajaba frecuentemente para intervenir en distintos conflictos y al regresar entrenaba a sus hombres y a Kevan ,con intensidad. No fallaría en dejar desprotegido al más débil de la familia de Skye, no de nuevo.

Al año y medio , se impacientó y fue a hablar con Bertea.

-¿No es tiempo de que vuelva?

-Arren, los tiempos de las personas no funcionan así, y no, no es el momento de que Gía vuelva aún.

-¿Volverá?- preguntó ya con incredulidad.

-Sí, volverá- respondió convencida y eso lo tranquilizó.

Cuando ya habían transcurrido dos años, pensó en irla a buscar, pero también sintió que no le correspondía, sus familiares, eran sus tíos y ellos eran los únicos que podían decidir . Él era un soldado, y también recordaba que ella le había dicho que no la acompañara, aquel no se le había grabado en el corazón porque la culpa lo había convencido de que Gía no podía perdonarlo, aún cuando quien no podía perdonarse era él mismo. Incluso se lo planteó torpemente al señor de Skye.

-Quizás si yo me voy, ella regrese- le dijo y ninguno necesito mayor contexto porque sabían de que hablaban.

-Tanto Vivienne como Bertea están convencidas que ella está bien y que debemos respetar sus tiempos, esto no tiene que ver contigo, Arren. Gía jamás te culpó- dijo y él asintió quedamente.

Al llegar el tercer año, simplemente se resignó.

Pero fue ese año cuando la señora de Skye tomó cartas en el asunto y fue a hablar con Bertea.

-Creo que debemos traerla de regreso, su última batalla d está aquí- dijo Vivienne y la sanadora lo pensó detenidamente.

-Es posible, pero en su última carta dijo que no volvería aún. Pero mi señora tiene razón a veces regresar es tan difícil como irse.

-¿Qué hacemos?

-Escríbele una carta, mi señora. Dile que estoy enferma y deseo verla, sé tan ambigua como puedas.

-¿Vamos a engañarla?

-Sí- respondió con una amplia sonrisa.

Las dos mujeres cruzaron miradas cómplices y así fue como un mes después, Gía regresó a casa. Fue sin anunciarlo, así que tomó a todos por sorpresa, Arren estaba entrenando, así que al oír la noticia corrió hacia el salón para verla.

Esa no era Gía.

La que estaba saludando a sus tíos era una mujer muy joven, sin rastros de niña, calmada, de gestos tranquilos y con el cabello oscuro como la noche.

No podía ser Gía, pero cuando giró a mirarlo pudo ver el parecido, aunque la Gía que él conocía hubiera corrido a colgarse de él y molestarlo ,esta hizo una breve inclinación y pronunció su nombre a modo de saludo.

-Hola, Arren – dijo suavemente y él pensó que era una desconocida.

-Bienvenida –le dijo aunque seguía sintiendo que era muy extraño que aquella mujer y la Gía que recordaba fueran la misma.

-Estás más alta – dijo su primo interrumpiendo.

-Eres tú quien está más alto, apenas te reconozco- respondió a Kevan- Me gustaría ver a Bertea, ¿dónde está? ¿Es muy grave?

-Ve a verla al dispensario, luego nos reuniremos para la cena- dijo Vivienne

-De acuerdo – dijo ella y salió.

Arren la miró confuso, mientras pasaba a su lado.

Gía recorrió el camino al dispensario ,había regresado deprisa y asustada por la enfermedad de Bertea, sin embargo al llegar y por la actitud de sus tíos ya sabía la verdad antes que le dijeran.

Entró al dispensario y la vio acomodando frascos con hierbas.

-Me mentiste- la acusó apenas entrar y le dio un abrazo apretado.

-Te estaba costando encontrar el camino de regreso – dijo la mujer como justificación y la apartó un poco apara poder mirarla bien. Frunció el ceño al observar su cabello- ¿Lo teñiste?

-Sí, en Berem nadie tiene el cabello pelirrojo. Y es posible que estuviera perdida, pero quizás siempre lo estuve, desde el inicio. Mi padre me trajo aquí para luego morir y dejarme, mi tío soltero se encontró a cargo de una niña sin saber qué hacer,mi tía no tuvo más opción que aceptar que su prometido tenía una niña, tú tuviste que aceptarme porque me pasaba el día aquí y para Arren siempre fui una niña molesta.

-Fuiste la hija de un gran amor y tu padre deseó traerte a casa para darte un lugar, tu tío te quiso desde el momento en que te tuvo en brazos, tu tía se casó con él porque se enamoró de un hombre que cuidaba a su sobrina con tanto esmero, yo me quedé contigo porque vi el talento que tenías, y Arren ha sido insoportable estos tres años. Así que quizás debieras empezar a mirar diferente, pensé que habías aprendido eso en Berem. Ahora dime, ¿cuánta gente viste morir allí?

-Muchos, quizás treinta, tu pueblo natal es un lugar grande y en tres años hubo mucha gente que no pudimos salvar. Algunos se fueron en paz, otros lucharon hasta su último aliento– respondió solemne.

-¿Y cuántos ayudaste a nacer?

-Muchos también – respondió con una sonrisa- hasta ayudé en partos de caballos y cerdos. Y traje al mundo varios pares de mellizos, Bertea hay demasiados mellizos en Berem.

-Lo sé. Entonces, ¿ahora lo entiendes? ¿Cuán intrincadas estás vida y muerte para un sanador? Hay luchas que perdemos aún cuando damos todo, pero también hay vidas que salvamos.

-Pero aún así, quitar una...-musitó y se coló el viejo dolor.

-Salvaste la tuya, y las nuestras ¿Qué crees que nos hubiera pasado si no te defendías?

-No voy a olvidarlo nunca , Bertea, pero ya las pesadillas no están.

-¿Estás en paz contigo misma?




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