El Capitán y la Sanadora

Capítulo 17

Gia giraba y reía en brazos de Arren al compás de la música, alguna vez había imaginado un momento así, ahora lo estaba viviendo, aunque no dejaba de parecerle irreal.

Solo cuando fue empujada contra él por accidente por una pareja que pasó bailando a su lado, fue consciente de que todo era real, demasiado real. Las manos de él que la sostenían con fuerza, la dureza de su pecho contra el suyo, la respiración agitada, hasta podía sentir los fuertes latidos, aunque no distinguía si eran de Arren o de ella. Y la mirada de él que parecía atraparla. Entreabrió los labios para decir algo, aunque no sabía qué, y él levantó una mano y le pasó el pulgar por el labio inferior, fue una caricia ligera pero quemaba.

-Hay demasiada gente – susurró el capitán y la apartó un poco – Vamos a beber algo- dijo y la tomó de la mano para llevarla a uno de los puestos.

-¿Arren?

-Solo quería bailar contigo, Pelirroja, pero ahora quiero mucho más- le dijo y Gía se sonrojó. La llevó hasta un puesto donde vendían comida y bebidas y le compró algo de beber asegurándose que no contuviera alcohol. Gía no tenía idea de qué era pues su cabeza estaban dando vueltas y vueltas sobre las acciones de Arren, solo sabía que tenía un sabor dulce.-Debo irme a hablar algunas cosas con tu tío – le dijo de pronto. Y antes que se marchara, Gía lo tomó por la manga.

-¿Me quieres? – preguntó pues tanto pensar la había llevado a soltar lo que la inquietaba

-Mucho – dijo él y bajó la cabeza para darle un beso en la coronilla de la cabeza. Y se marchó.

Gía se quedó quieta, sin saber qué hacer o qué decir. Sentía la corona de flores sobre su cabeza, pero también el leve beso de él y la caricia en los labios que aún sentía, y lo más importante, su respuesta le retumbaba aún en los oídos y en el corazón. Porque no había forma de malentender aquello y porque Arren no era alguien que dijera algo así a la ligera.

Era día de festejos, y él hubiera preferido esperar, pero no podía. Una vez que dejó a Gía, buscó a su señor y le hizo una ligera seña para que lo buscara. Lowen de Skye lo siguió hasta el castillo que era el lugar más solitario en aquel momento.

-¿Qué sucede?

-Hubiera querido esperar hasta mañana

-Habla, Arren, si me has llamado es porque no debemos esperar hasta mañana.

-Llegó el mensajero y no son buenas noticias, la guerra en la frontera es inminente, así como el llamado del rey .

-Pedirá nuestra colaboración.

-Y la de todos los grandes señores. Creo que será mejor que parta al amanecer. Si voy antes que nos convoque, podré dejar una buena cantidad de hombres aquí, para cuidarlos, de otra manera será muy difícil. Y aunque la batalla no será cerca, preferiría que estén lo más protegidos posibles.

-No tenemos demasiadas opciones- evaluó el señor de Skye y suspiró.

-No, no las tenemos- respondió Arren y ambos se quedaron en silencio, mirando a la distancia la fiesta que se desarrollaba. No era fácil, les tocaba defender aquella felicidad, cada uno de ellos con sus recursos.

-Tienes que volver sano y salvo, es una orden- dijo Lowen de pronto y se quedó mirando al Capitán de su guardia, que era también su amigo, un hermano pequeño y un poco hijo.

-Si vuelvo, sé que no tengo derecho, ni que está a mi alcance, pero...

-Gía- susurró el hombre y Arren asintió- Pensé que iba pasársele con los años, pero veo que los años solo han hecho que al fin sus caminos se encuentren. Sé que eres un buen hombre, Arren. Y nunca he tenido otra pretensión para ella más que sea amada y feliz.Así que si regresas, volveremos a hablar de ello.

-Regresaré – sentenció con firmeza y Arren de Skye sonrió.

-Y si te perdona por marcharte, porque deduzco que no le has dicho ni le dirás nada- mencionó y su capitán bajó la cabeza. Le dio una palmada en la espalda como consuelo.

Durante la noche, Lowen tuvo una discusión con su esposa sobre la decisión de Arren.

-Debemos decirle a Gía, tiene derecho a saberlo- insistió la mujer.

-No, él no quiere que lo sepa.

-No me importa lo que él quiera, mi sobrina es ella. Y aunque hubiera preferido que no se enamorara de un soldado, sabes tan bien como yo que aquel embelesamiento que tenía de niña sigue allí, que lo ama. Y si vuelve a salir herida...

-Lo sé, es lo que trato de evitar, que salga herida ¿Por qué crees que él no se lo dice? Porque también la ama, y tiene miedo de verla, teme prometer algo que no pueda cumplir.

-¿Y ella? ¿Cómo se sentirá si algo le sucede y no pudieron hablarlo antes?- preguntó al borde de las lágrimas.

-Esperemos que eso no suceda, Arren prefiere hacer que se enfade a dejarla triste. Y voy a respetar su decisión. También prefiero que Gía mañana esté enojada , incluso que me odie, a que esté sufriendo.

-No te odiará- dijo su esposa entendiendo que no era fácil para Lowen

-¿Aunque puede que esté mandando a Arren a la muerte?- preguntó . Tanto él como el capitán cumplían con sus roles, pero eso no lo hacía más tolerable. Su esposa lo abrazó. No era momento para reclamos. Una vez más estaban en manos del destino.

Arren partió antes del amanecer y cuando Gía se enteró, corrió hacia la almena en la muralla, con la esperanza d ver un rastro, algo que le quitara el peso sobre su corazón, pero no había nada.

Se había enfadado con sus tíos, y más con el hombre que se había marchado sin despedirse, sin darle la oportunidad de decirle lo que sentía por él. Se había marchado sin que ella pudiera insultarlo y , peor aún, sin que ella pudiera darle sus bendiciones para que regresara a salvo.

Así que mientras unas lágrimas caían, soltó sus bendiciones al viento.

-Vuelve a mí- susurró e imaginó que lejos de allí, Arren la escuchaba.




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