El Capitán y la Sanadora

Capítulo 21- Final ¡PERO HAY EPILOGO!

Bueno, hemos llegado al final de esta historia que me tomó más de dos años contar. Espero la hayan disfrutado. Y HAY EPILOGO, no olviden leerlo

Abrazos

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Los días pasaron y Arren fue poco a poco incorporándose a sus actividades como visitas a los entrenamientos de Kevan, organizar las tropas que cuidaban el castillo y largas charlas con el señor de Skye. Eso le costó varias peleas con Gía que insistía en que no apresurara su recuperación, cuando eso era lo único que él deseaba, no estaba acostumbrado a que su cuerpo no respondiera a sus deseos o agotarse.

Sin embargo tampoco quería preocupar a su amada.

Aquella mañana , Gía despertó rodeada de un aroma que reconocía aún en sueños, al abrir los ojos encontró un ramo de enebro y espliego junto a su cama, usaba a ambas para sus remedios, pero también sabía el significado que tenían. La primera significaba afecto duradero y la segunda fervor, y sabía quién la había dejado allí. Sonrió

Después de lavarse, vestirse y cepillarse el cabello esmeradamente salió deprisa, pero no encontró a Arren, así que desayunó y luego fue al dispensario a trabajar.

-Dejaron eso para ti – le dijo Bertea y señaló la mesa junto a la ventana donde había un enorme jarrón con ásteres -¿Recuerdas el significado de esas flores, verdad? – le preguntó su maestra.

-"Un corazón que confía" – respondió ella acercándose a las flores. Sentía una inmensa calidez en su interior , era imposible amar sin confianza, y confiaba en Arren de la misma forma que él en ella.

Bertea tenía razón, era hora de tiempos felices.

Se dedicó al trabajo y al mediodía volvió al castillo con la esperanza de cruzarse al capitán en el almuerzo, pero no lo vio. Luego pasó un rato a ver a su pequeña prima.

-Es una preciosura- dijo mientras la acunaba. La bebé sonrió en respuesta – Se parece a ti – le comentó a su tía.

-Tu tío dice lo mismo. Supongo que es lo justo, Kevan se parece cada día más a él. Me pregunto a quien se parecerán tus niños- le dijo y Gía se sonrojó intensamente

-Creo que me gustaría una hija con mi cabello – dijo recordando las palabras que Arren le había dicho junto al fuego.

Tras aquella visita, volvió al trabajo y poco después , llegó un soldado a darle una esquela de parte del capitán. Era una invitación, la esperaba fuera del castillo, donde ella solía recoger plantas medicinales, "junto al arroyo". Gía sabía exactamente qué lugar era.

Años atrás, habían ido ahí a recoger campanillas que ella usaba para la cicatrización de las heridas, le había enseñado a un soldado bastante huraño a recoger aquellas flores con la máxima delicadeza, y había deseado algún día ganar su amor. Por lo visto, también él recordaba aquel momento aunque no fuera consciente de los deseos de ella.

Estaba esperándola allí, en el lugar exacto.

-Gía – dijo simplemente al verla llegar.

-Hace mucho que no venimos a este lugar...

-Sí, dijiste que esas plantas eran para curar heridas, así que pensé que era un buen lugar para decirte lo que quería decir

-Es un buen lugar – aseveró ella que estaba demasiado emocionada para decir algo más

-Son para ti - dijo Arren y extendió unas ramas de mirto hacia ella.

"Amor verdadero" eso significaban aquellas pequeñas flores blancas.

-Gracias- dijo ella- y gracias por las demás flores

-Soy un soldado, Gía, no soy bueno para esto.

-¿Esto?

-Sí, las palabras, expresar las emociones, pero sé que mereces algo mejor que la confesión de alguien herido que apenas podía moverse – le dijo- No sé de romance, ni de cómo tener una familia, he pasado mi vida con una espada en la mano y entre soldados.

-Yo me dedico a coser heridas, no soy una damisela que borde en el salón – respondió ella mirándolo y eso lo hizo sonreír y estar menos tenso, porque jamás lo había visto tan nervioso.

-Y te amo así, Gía. La Gía sanadora ,la Gía pelirroja, la Gía que me ha vuelto loco de todas las maneras posibles. Te amo y soy tuyo, si me aceptas– dijo y le tomó la cara entre sus manos

-Y yo te amo a ti, tal como eres. Y siempre fuiste mío, solo que recién te enteras- le dijo ella y él la besó para confirmar aquellas palabras.

Volvieron juntos al castillo, un poco incómodos aún con su nueva situación.

-Hablaré con tu tío.

-¿Y si se opone?- preguntó un poco temerosa.

-No creo que se oponga, sabe lo que siento por ti. Pero si es así, podemos huir – dijo decidido y eso la hizo sonreír. Skye era tanto su hogar como el de Arren, así que era conmovedor que se planteara dejar todo por mantenerla a su lado, aunque sabía que no sería necesario porque su tío entendería.

La charla de ambos hombres fue muy breve, ninguno de los dos era muy hábil en aquellas conversaciones.

-Me perdonó por irme – dijo Arren a su señor retomando la conversación que habían tenido antes de su partida.

-Entonces lo apruebo, si ella acepta no tengo objeción. Hablaremos de los detalles más adelante, supongo que mi esposa tendrá bastante para opinar.

-Gracias- dijo el soldado simplemente.

Aquella noche, Gía pasó por su habitación para controlar su herida como era rutina desde su regreso.

-Quítate la camisa – ordenó y él hizo caso en silencio. Ella se acercó y palpó alrededor de la cicatriz -¿Sientes alguna molestia? – preguntó.

-No – respondió él y cuando ella levantó la cabeza, se quedaron mirando- Gía...

-¿Duele? – preguntó alertada.

-No, solo que...creo que sería buena idea que dejaras de hacer esto, quizás Bertea... – dijo y bajó la mirada.

-Ya te he dicho...

-Lo sé, que estás acostumbrada a ver hombres sin ropa, me lo dices desde que tienes dieciséis, y sé que este tiempo he sido tu paciente, pero ¿no es incómodo?¿No sientes algo diferente porque soy yo?- preguntó mirándola con intensidad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.