El Capitán y la Sanadora

Epílogo

Bueno, ahora sí llegamos al final final aunque toda historia sigue más allá de las palabras finales. Fue un largo camino, de más de dos años, con un largo hiatus intermedio.

Hora de despedirnos de Gía y Arren

Gracias a los que los acompañaron a ellos y a mi, gracias por leer y los comentarios

Espero les guste. Hasta la próxima

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Arren estaba reunido con los señores de Skye

-Lo hemos hablado y hacia el final del verano sería una buena fecha para la boda- dijo Lowen y su esposa asintió.

-Nos dará tiempo a preparar todo- dijo ella.

-Creo que preferiría que fuera antes – dijo Arren.

-Una boda lleva tiempo, han esperado tanto que un poco más no afectará- insistió Vivienne.

-Milord, la boda debe ser antes, el mes que viene si es posible, por las dudas- dijo Arren mirando a su señor. Y éste entendió el apuro.

-¡Por todos los cielos! Vivienne, tendrás que organizarla para el mes próximo. ¡Y TÚ! Ven conmigo a las lizas, ¿no podías esperar un poco más?

-No puedo ir a las lizas aún, Gía no me deja – respondió Arren .Prefería la furia del señor de Skye a la de su amada.

-¿No puedes ir a las lizas, pero si puedes...? –Calló de repente por respeto a su esposa- Entonces iré yo a las lizas...- dijo y se retiró de la habitación maldiciendo.

-En un mes, entonces. Hablaré con Gía – dijo la señora de Skye manteniendo la compostura y Arren asintió, hizo una breve reverencia y se retiró.

Vivienne de Skye fue hasta el dispensario donde estaba su sobrina.

-Tu boda será en un mes- dijo antes de sentarse en una silla- Arren fue muy insistente con que era urgente y ahora tu tío se encuentra en un dilema pues así como lo aprecia también quiere descuartizarlo por deshonrarte.

-No puedo creer que se los dijera.- comentó Gía

-No lo dijo, pero lo dio a entender urgiendo a que la boda fuera lo más pronto posible, por las dudas- explicó la mujer mirándola intensamente- Creí que te habíamos educado mejor, sé que te estás colando en su habitación desde hace años, pero confiaba en que nada pasaría.

-Fue la primera vez que me invitó a quedarme en lugar de echarme ¿cómo iba a resistirme? – dijo ella.

-¡GÍA!- la amonestaron tanto Bertea como su tía.

-Sé que no fue correcto, pero me alegra que eso acelerara los tiempos, nadie me obligó, yo tomé la decisión, no quiero esperar, ya esperé demasiado. Un mes me parece perfecto, y su conciencia ya no le permitirá cambiar de idea, arrepentirse o pensar que no es buen marido para mí. Ahora no tiene opción- dijo risueña. Se amaban, ya nada le importaba más que eso.

-No sé qué hacer contigo- murmuró su tía.

-Ayudarme a preparar una boda.

-¿De verdad no estás...?

-No, tía no estoy embarazada y traté de explicarle a Arren que no era mi época fértil así que era poco probable que hubiera consecuencias, pero es difícil hablar de esos temas con él cuando estaba sintiéndose culpable por no esperar.-explicó ella y entonces vio que su tía la miraba asombrada y con un leve sonrojo.

-Lo siento, milady, ha estado asistiendo partos desde niña, así que me temo que no aprendió sobre el decoro de una dama- se disculpó Bertea y Gía cayó en la cuenta de que no se suponía que se ventilaran aquellos temas tan abiertamente. No una joven soltera y noble al menos.

-Lo siento, tía – se disculpó.

-Creo que empiezo a sentirme agradecida con Arren, hubiera sido muy difícil conseguir un esposo que te entendiera y aceptara.

-Lo sé, se espanta un poco a veces, pero ya está acostumbrado. Llevo años preparándolo para el día en que sea mi esposo, así que ha aprendido a lidiar conmigo- replicó sonriendo.

-Que dios lo asista- respondió su tía y las tres rieron.

Un mes después. Gía entraba vestida de novia a la capilla del castillo para encontrarse con Arren y convertirse en su esposa. Caminó pensando que cada paso que daba equivalía a los años y los sucesos que habían acontecido hasta llegar a ese día, hasta llevarla finalmente a él, para siempre.

Él la miró avanzar emocionado.

El guerrero había hablado con su señor y habían acordado que ya no iría a pelear batallas fuera de Skye, en caso de ser necesario o que solicitaran apoyo de su ejército de algún señorío, el segundo al mando iría, Arren se encargaría de entrenar a los soldados, la estrategia y cuidar el señorío, pero no pensaba volver a alejarse, a menos que fuera inevitable y que implicara defender la seguridad de la mujer que avanzaba hacia él. Pero con su última guerra, en la que casi había perdido la vida, había contribuido a la paz en el reino, y tenía ganado el derecho a unos años de descanso para él. Quería estar al lado de Gía, no quería dejarla ni volver a preocuparla. Quería amarla bien.

Esperaba que ese momento de él solo viéndola avanzar fuera el último tiempo de espera.

Gía llegó a su lado, con su cabello con flores, una sonrisa en los labios y amor en la mirada. No había nada más que pudiera pedir. Dijeron sus votos mientras se miraban, y ambos sabían que aquellas palabras no eran juramentos vacíos

Luego se besaron y esta vez, Arren se comportó y fue una caricia leve. Ya tendrían el tiempo suficiente para ellos. Aunque antes de alejarse de ella le susurró que la amaba.

La fiesta fue en el patio principal y fue incluso mayor que la que se había celebrado por el nacimiento de Gwen.

Gía bailó y río en brazos de su esposo, como la vez que él le había dado la corona de dientes de león, y cuando quisieron más tiempo a solas, intentaron escabullirse pero no fue posible, todos querían felicitarlos, brindar o hablar con ellos para darles sus bendiciones y sus consejos.

A ala madrugada, instado por su esposa el señor de Skye intervino para decir un pequeño discurso y aprovechar para dejarlos ir.




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