"Las palabras escritas eran su fuerte, pero habían muchas que permanecían guardadas en lo profundo de sus sentimientos, esperando que llegue el momento adecuado para sacarlas a la luz." A. P.
Me levanté de la cama con muy pocos ánimos. Tener que ducharse en una mañana muy fría e ir al trabajo después de eso no sonaba muy motivador que digamos.
Cepillé mis dientes con mucha paciencia mientras dejaba que algunos bostezos escapasen de mi boca con mucha naturalidad.
Me introduje bañera adentro estremeciéndome en mi sitio cuando el agua hizo contacto con mi piel; había pasado todo el fin de semana sin ducharme debido al gran frío que azotaba a la ciudad de Hopmond, así que me animé a mi misma a continuar, alegando que no podría llegar apestando al trabajo.
La editorial Van'Hausens había sido por los últimos tres años, mi centro de trabajo. Era editora de novelas y libros—en su gran mayoría—de romance; y no me quejaba, aquella era mi especialidad.
Me vestí rápidamente mientras ponía a hervir una tetera con agua para tomar desayuno antes de partir. Mi departamento, aunque no era grande, me otorgaba el espacio necesario para vivir cómodamente.
Hopmond era una ciudad muy fría y moderna a la vez. No era la capital, pero tenía toda la pinta de ser una; llena de edificios enormes, mucho tráfico, luces por doquier y un estilo muy marcado de realeza moderna.
Me observé al espejo una última vez antes de salir con un pedazo de pan entre las manos; deberían ser cerca de las ocho y media de la mañana, lo que indicaba que ya iba tarde.
Sonreí al notar lo mucho que había crecido mi cabello desde la última vez que lo corté. Era de un color castaño muy bonito, lacio, y con destellos dorados en pequeñas cantidades.
—Hoy será un gran día. —Me animé a mí misma y salí corriendo de casa tomando mi abrigo antes de salir. Debía tomar el frío autobús de metal para llegar al trabajo, ya que si iba caminando llegaría demasiado, demasiado tarde.
—Estás más blanca que de costumbre, Amelie. —Los saludos de Amanda, mi mejor amiga, eran lo más únicos. Ambas vivíamos en el mismo edificio, una un piso arriba de la otra. Reí mientras cerraba las puertas del elevador a su costado.
—Buenos días, Amanda. —La saludé terminando de abrochar mi gran saco largo. Su cabello rubio estaba atado en una bella coleta alta.—¿Sabes por qué Carl Mason insistió en que llegáramos media hora antes?
—No sé mucho... —Respondió acercándose un poco más a mí, como si estuviera a punto de revelarme un secreto. —Pero el viernes, mientras me dirigía al primer piso a buscar algunos folletos para la nueva revista, escuché a Carl Mason hablando por teléfono con alguien. Creo que era el nuevo jefe de editores literarios, ¿Será que hoy nos dirá quién es?
Van'Hausens era una muy famosa editorial literaria que a la vez poseía una entretenida revista enfocada en temas actuales sobre moda y arte contemporáneo. Fue fundada por el reconocido escritor Joseph Van Hausen en 1910, siendo el actual gerente, el señor Carl Mason, un hombre regordete de unos cuarenta y cinco años.
—¿Quién crees que sea el nuevo jefe? —Le pregunté mientras tomábamos asiento en el autobús.
La editorial contrataba a escritores de buena trayectoria cómo jefes de edición literaria, por ende, nuestras expectativas con respecto al nuevo líder eran grandes.
—Dicen por ahí, que posiblemente sea I. Anthonyson. ¿Te lo imaginas? —En la mirada de Amanda crecía cierta ilusión al mencionar su nombre. —Todo sobre él es un misterio ¡Sería genial conocerlo en persona! Nadie ha visto su rostro jamás ni conoce su verdadero nombre. —Y era verdad, el famoso escritor usaba un seudónimo al publicar sus libros.
Tanto Amanda como yo, éramos admiradoras de este misterioso hombre. Su libro de romance "Orquídea Blanca en Otoño" lo había llevado al estrellato desde que fue publicado, y desde ahí, su carrera seguía creciendo en picada.
—Sería genial. —Admití. —Me imagino que ha de ser muy romántico ¿Qué edad crees que tenga?
—No lo sé. —Respondió Amanda. —Pero supongo que ha de ser muy maduro.
—Pienso igual.
...
Ingresamos al gran edificio con una sonrisa en el rostro. El lugar era simplemente grandioso; consistía en una mezcla entre la apariencia de una biblioteca antigua, una exhibición de arte y un edificio tecnológicamente novedoso. ¡Era un sueño poder trabajar aquí!
La editorial contaba con diez pisos llenos de muchas salas y ambientes interesantes. El primer nivel era para toda la parte administrativa y gerencial, mientras que el tercer piso aguardaba todas las oficinas de los editores, divididas en dos grandes rubros: Los editores literarios, y los editores de artículos de revista, de los cuales Amanda formaba parte.
El piso de edición contaba con una amplia biblioteca física, un cuarto de tecnología en donde podíamos buscar cualquier libro electrónico del mundo y a su vez, una pequeña habitación en donde se nos permitía preparar cafés y tomar nuestros descansos de una hora.
Nos acercamos a la sala de reuniones cuando Carl Mason nos llamó por los altavoces. Podía jurar que todos los presentes se hallaban igual de ansiosos que yo, así que me limité a permanecer en silencio mientras tomábamos asiento alrededor de la larga mesa del lugar. Éramos alrededor de veinte editores literarios.
—Buenos días a todos. —Nos saludó. —Creo que muchos ya saben o intuyen sobre el porqué de esta reunión. —Asentí sobre mi lugar muy atenta a sus palabras. —Y sí, hemos contratado a un nuevo jefe de editores literarios. Con todo el respeto y admiración del mundo, les presentamos al señor Anthonyson.