«La ausencia podría haber debilitado su amor y le habría parecido conveniente olvidarlo; pero ella no tenía ninguna duda de que ese amor existía.»,
Sentido y Sensibilidad , Jane Austen
Desde niña siempre fui muy mimada. Mi padre, Wilfred Jonhson, solía consentirme en todo lo que pidiera, ganándose muchos reproches por parte de mi madre, quién aseguraba que tarde o temprano terminaría convirtiéndome en una rebelde.
Siempre se preocupó por hacer de mí una niña feliz, me llevaba a los "paseos de aventura" —cómo los solía llamar—sólo como una excusa para pasar más tiempo conmigo; y así, conocíamos juntos lugares ocultos dentro de la cálida ciudad de Merrel, lugar donde nací.
A menudo pensaba que el mundo era demasiado grande, aunque quizás aquello se debía a mi edad, después de todo, cualquier cosa podría sorprender a una niña de seis años.
De ahí nació mi anhelo profundo por viajar a todos los lugares, anhelo que fue obligadamente disipado por mí misma el día en el que me dieron la desgarradora noticia de la muerte de mi padre. No podía viajar sin él, más bien, no quería hacerlo, no sin mi compañero para nuestros "paseos de aventura".
Por esa razón, me resultó muy incómoda la presencia de Isaac Taylor en la editorial; para empezar, su padre había sido el responsable de la muerte del mío. ¿Cómo debería sentirme ante eso? Exacto, lo mejor era permanecer muy alejada de él; pero en este caso, era casi imposible. Él era el nuevo jefe.
Me observó con el mismo rostro de sorpresa que el mío, pero lo disimuló con mucha naturalidad, procediendo a saludar a todo el personal de manera muy amable.
Su hablar detonaba seguridad; algo que me sorprendió ya que se trataba de alguien que había salido de las penumbras de una vida oculta. ¿Realmente era él el muy famoso escritor de romance?
Con un mal sabor de boca, me retiré de la sala justo después de que acabara la reunión. Las cosas podrían mantenerse de buena manera si evitaba toparme con él, aunque eso no fue para nada sencillo.
—Amelie. —Me alcanzó en el pasillo. —¿Podemos hablar por unos minutos?
No supe que responder. Me había quedado paralizada sobre mi sitio dudando entre lo que era prudente y lo que no, sin embargo, al cabo de unos segundos de puro silencio, me vi aceptando a su pedido con un leve asentimiento.
Caminamos hacia la sala de descanso, considerando que aquel sería un buen lugar para poder charlar sin ser interrumpidos. Sea lo que sea que teníamos por decir, era demasiado personal e incómodo para ambos.
—Jamás pensé que me toparía contigo aquí. —Habló. —Espero podamos trabajar tranquilamente y dejar los temas familiares y del pasado dónde pertenecen.
Una considerable distancia nos separaba a ambos, cómo si una barrera nos impidiera estar cerca.
Me veía a mí misma reacia ante sus palabras. No quería trabajar con él; su familia había destruido la mía ¿Cómo es que de pronto tendría que convivir con el hijo del asesino de mi padre con mucha normalidad?
—Mientras te alejes lo suficiente de mí, todo estará bien. —Respondí finalmente. El pareció entenderlo y movió la cabeza un tanto pensativo.
—Está bien. —Dijo. —Que tengas buen día.
Sin más, salí de aquella sala y comencé a caminar en dirección a mi oficina, dispuesta a concentrarme en mis propios asuntos y dejar de pensar en la presencia de cierta persona que me desagradaba por obvios motivos.
Sabía que él no tenía la culpa de nada, pero simplemente no podía tratarlo como si se tratase de un viejo amigo y compañero de clase. ¡Dios! Por la culpa de su padre pasé dos largos años de mi vida en terapia para poder superar el homicidio del mío. Me resultaba muy difícil y lejano el olvidarlo todo y volver a empezar.
...
No era de esperarse que en los siguientes días todas–o la mayoría–de las conversaciones entre la gente de la editorial rondaran sobre la notoria presencia de cierta persona.
—Es tan guapo.—Amanda parecía admirar a Isaac cada vez más. Obviamente no le había contado nada acerca del pasado que nos envolvía a los dos; ella era una de las personas en quienes más confiaba, pero debo admitir que a veces podría soltar información con mucha facilidad. No quería habladurías que involucraran a Isaac conmigo.
—No es la gran cosa. —Comenté, aunque no podía dejar de admitir que el joven era muy apuesto; muy diferente a cómo había sido en la escuela. Ya no tenía sobrepeso y usaba gafas mucho más acordes a su rostro.
—Qué mentirosa eres, Amelie. Admite que es lindo.
Nos encontrábamos en el gran comedor del edificio, almorzando tranquilamente con nuestras bandejas llenas de comida.
Lo observé a la distancia. Estaba ahí, comiendo con tranquilidad en una mesa solitaria. No miraba a su alrededor, parecía concentrado tratando de leer la revista que tenía en la mano izquierda.
—He visto chicos mejores. —Respondí volviendo la vista a mi comida.
—¡Claro! Ahí viene uno, mira—Comentó ella con sarcasmo.
Levanté la vista hacia la persona que venía caminando hacia nosotras. Jack Weston era un amigo nuestro desde que habíamos entrado a trabajar en la editorial hace tres años. Hoy lucía sonriente, como de costumbre; su cabello rizado se tambaleaba ligeramente mientras caminaba haciéndolo lucir muy animado y confiado.
—Hola chicas lindas.—Nos saludó tomando asiento.
—Hola Jack ¿Qué tal todo?
—Bien bien. Me preguntaba si querrían acompañarme a una reunión más tarde...