—¿Qué haces aquí? —Le pregunté sorprendida. —¿No estabas de descanso hoy?
Mi mirada evitaba toparse con la de él. Estaba incómoda, y muy avergonzada.
—Sí, pero vine a recoger unos libros. —Respondió él con una notoria sonrisa.
Asentí.
—Yo...eh...lamento lo del otro día.
Vamos, defiende tu honor, Amelie.
—Descuida, fue muy interesante escuchar cómo dabas tu pequeño discurso sobre los fuertes que son mis músculos y lo perfecta que es mi sonrisa.
¡¿Yo había dicho todo eso?! Oh por Dios.
Escuché cómo soltó una notoria carcajada y aproveché que el elevador abrió sus puertas para salir de ahí con la poca dignidad que me quedaba. Era un engreído ¿Cómo pude haberle dicho todo eso?
—¡Ey! —Me llamó a mis espaldas, más decidí no responder. Estaba muy molesta y humillada como para hacerlo.
Agradecí que no hubiera nadie en la entrada del edificio. Era tarde, así que todos probablemente ya se encontraban en casa.
—Perdón, perdón. —Me dijo siguiéndome el paso. —Ya no te molestaré con eso.
—Adiós, Isaac. —Me despedí comenzando a caminar en dirección a la parada de bus, aún molesta con él.
—Déjame llevarte a casa; es tarde. —Se ofreció.
—No, gracias, iré en autobús.
—Es peligroso, no debes ir sola por la calle a estas horas.
—Ya te dije que iré en autobús, no insistas.
—Bueno, está bien. —Aceptó él con el rostro pensativo y caminó hacia su auto.
Isaac había desistido demasiado rápido de llevarme a casa, o eso creía yo, pues al cabo de unos cortos minutos, me había alcanzado en su auto negro, manejando a la par de mis cortas pisadas.
—Ya te dije que iré en autobús.
—Y yo dije que está bien. —Anthonyson estaba disfrutando el burlarse de mí. Dirigía el volante del auto con una mano mientras sonreía inocentemente. —Estoy manejando hacia casa.
—¿A paso de tortuga?
—¿Eres una tortuga?
—¡Isaac!—Le reproché por sus respuestas tan sosas, y maldije por dentro el hecho de que una risa amenazara con escapar por mi boca, y aunque intenté disimularla, no tuve mucho éxito. —Falta una cuadra para que llegue al paradero y me vaya a casa.
—Qué bueno. Yo ahora estoy conduciendo hacia casa también, con muchos asientos libres. — Habló fingiendo sutileza.
—Puedes llevar en ellos tu ego; porque tienes mucho. —Mi comentario buscaba reprocharle por la actitud tan egocéntrica que había tenido en el elevador.
—Era una broma, Amelie.—Aclaró nuevamente un tanto risueño. —No te volveré a molestar por eso; lo prometo.
—Qué bueno; porque todo lo que dije fue producto del alcohol. No era cierto.
—Claro. —Sus gestos dejaban muy en claro que no me creía, eso además de su sonrisa burlona. —No tengo buenos músculos y mi sonrisa es fea; entendido.
No pude evitar reír ante su notorio sarcasmo, y rodé lo ojos.
—No me has entregado los últimos proyectos, por cierto. —Añadió.
—¿Cómo qué no? Te los entregué hace días, antes de la fiesta.
—No lo recuerdo, sinceramente— Sabía que mentía; yo misma se los había entregado en las manos.
—Te los di en tu propia cara.
—Puede que sí, pero no estoy seguro. —Negó con la cabeza lentamente, haciéndose el pensativo. —Tal vez si alguien sube al auto lo recuerde.
Ahí estaba. Sabía que toda era una artimaña suya para convencerme de entrar al carro. Reí después de escuchar su insistencia, notando cómo él también lo hacía.
—No te vas a detener ¿verdad?
—No. No lo haré.
—Pues que pena, porque ya llegué al paradero.
— Mira que justo se me antojó estacionarme aquí por un rato. Manejar me agota. —Soltó un suspiro pesado y detuvo el auto. Isaac sabía fingir bien, aunque un tanto exagerado.
Traté de ignorarlo, aunque era imposible; él siempre lograba sacarme una sonrisa. Me concentré en mantener mi orgullo en alto; sabía que era una buena opción que él me llevara, pero no debía olvidar cómo se había burlado de mí en el elevador.
Pasaron cinco minutos en donde ningún autobús se dignó en aparecer. Casi me había rendido de esperar por uno, así que planteé un ultimátum a mi mente: Si no aparecía un bus en un minuto, subiría al auto de Isaac y perdería la batalla. Me alegré ligeramente cuando un autobús apareció en la parada después de unos segundos, pero me cohibí después de observarlo.
La calle estaba poco alumbrada, resaltando el aspecto lúgubre del vehículo que tenía en frente, era un autobús viejo, y su chofer dejaba mucho que desear, estaba aparentemente mareado por alcohol, algo que me sorprendió mucho, ya que se trataba de un transporte estatal; y para empeorar la situación, el bus estaba vacío, algo que definitivamente terminó por asustarme del todo.
Isaac pareció notar el evidente peligro al que me exponía, pues se bajó del vehículo y caminó hacia mí con mucha seguridad.
—Sube al auto, por favor. —Su tono era suplicante, y por primera vez en la noche sentí que verdaderamente estaba preocupado. Asentí con la cabeza sin decir ninguna palabra, y seguí a Anthonyson en silencio.
El bus partió, permitiéndome finalmente soltar el aire que había estado reteniendo.
—¿Ves por qué es necesario que yo te lleve? —Sus palabras albergaban cierto reproche.