Me encontraba en la biblioteca de la editorial, inmersa entre libros de romance que sabía que me ayudarían a escapar de la realidad.
Era consciente de que mi afán por este tipo de literatura había creado en mí una tendencia muy marcada a buscar entre los hombres a uno que cumpliera con todas mis expectativas; pero con el pasar del tiempo fui considerando que quizás dicho prototipo de "hombre perfecto" no podría cumplirse al pie de la letra.
Ni siquiera yo misma era digna de recibir dicho amor platónico, pero, de todas formas, había decidido no conformarme con un amor insípidamente común.
Por otro lado, me sentía muy ansiosa y un tanto asustada. Esconderme de Isaac jamás había sido tan difícil. Sé que mi actitud podría fácilmente catalogarse como muy infantil; pero estaba aterrada ante la idea de tener que enfrentarlo en el trabajo.
—Amelie... —Escuché su voz llamarme desde la entrada del lugar. Permanecí en silencio sobre mi sitio, esperando que desistiera de buscarme y se fuera a otro lugar; más Isaac no era alguien que se rendía fácilmente. —Oh, aquí estás.
¿Es que acaso me había colocado un GPS?
—Hola. —Saludé tomando los libros entre mis manos dispuesta a salir de ahí. Casi lo habría logrado, de no ser porque él se interpuso en mi camino.
—¿Estás huyendo de mí? —Por primera vez en el día me armé de valor para mirarlo a los ojos; inclusive lo había ignorado en todo el almuerzo.
—No. —Negué intentando sonar segura. —Sólo estoy cansada. —Mentí.
—Entiendo. —Sus ojos conectaron con los míos. Lucía pensativo; cómo si tratara de descifrar lo que decía mi mirada; pude notar cómo habían aparecido unas ligeras ojeras en su rostro ¿Habrá dormido poco? —Nos vemos entonces —Se despidió dejándome el pase libre, algo que aproveché en seguida y salí corriendo del lugar; aunque su aspecto cansado me había preocupado un poco.
...
—¿Qué estás haciendo aquí? —Podría jurar que Amanda tarde o temprano terminaría por matarme del susto.
—Estoy en mi oficina, ¿Qué haces tú aquí?
—No, tonta, me refiero a qué haces aquí mientras tu hombre está abajo, almorzando con una chica linda.
—¿Mi hombre? —No estaría hablando de Isaac ¿O sí? —¿Anthonyson?
—¿Quién más? Duh.
—No estoy para estos juegos ahora, Amanda. —Rodé los ojos con desesperación.
—Es en serio lo de la chica linda; ven y míralo tú misma.
Me tomó del brazo sin darme tiempo de protestar y me arrastró escaleras abajo en dirección al gran comedor. Efectivamente; Isaac estaba almorzando con una hermosa chica de melena oscura.
—¿Quién es ella? —Pregunté de la nada, sonrojándome después de eso.
¿Por qué me interesaba tanto saberlo?
—Eso es lo que yo te pregunto ¿Quién es ella?
—No lo sé, Amanda. —Respondí con obviedad. Quería salir de ahí; ver a Isaac con otra chica no tenía por qué afectarme tanto.
Casi en el momento en el que mis pies parecían captar la orden de salir de ahí, la mirada de Isaac se conectó con la mía. Enrojecí en mi sitio muerta de la vergüenza. Ahí estaba yo junto a mi amiga, observando cómo almorzaba con aquella linda chica; bien podría pensar él que yo lo acosaba, y tendría razón con ello.
No supe si lo siguiente que hizo fue planeado o no; pero tomó una servilleta de la mesa sin despegar su mirada de la mía y limpió la comisura del labio de la chica. Se veía tan lindo a su lado y no entendí por qué su actitud arrogante me estaba comenzando a molestar.
Salí del lugar con mi amiga al lado, quién no paraba de hablar acerca de lo que habíamos visto.
Solté un largo suspiro una vez dentro de mi oficina y tomé asiento en la silla giratoria. Por suerte, Amanda ya no estaba más conmigo; no podría soportar su parloteo un segundo más.
...
Los siguientes días fueron iguales; aquella chica venía a visitar a Isaac en los almuerzos y charlaban por un rato; inclusive se decía en toda la editorial que ella llegaba con una lonchera llena de comida para él.
Decidí no prestarle más atención de lo que merecía. Si ambos eran novios, no debía importarme, es más, debería agradecer el hecho de que por fin Isaac haya dejado de buscarme en los recesos.
Una noche, mientras dobleteaba en el trabajo; me acerqué a la sala de descanso dispuesta a prepararme un café cargado. Estaba estresada, más de la cuenta, pero yo misma me lo había buscado por no terminar los proyectos a tiempo. Admitía que había estado demasiado distraída los últimos días.
—¿Podrías prepararme un café a mí también? —La pregunta de Isaac pareció ser la gota que colmó mi paciencia.
—No soy tu sirvienta. —Le dije mientras caminaba hacia la salida.
—Perdón. —Se disculpó él un tanto extrañado por mi actitud. —Era sólo una broma.
—Puedes ir y bromearle a tu novia si quieres; yo estoy demasiado ocupada.
Me reproché a mí misma por haber pisado terrenos peligrosos ¿Qué había sido eso? No tenía por qué decir tal cosa.
—Me parece o estás celosa... —En su rostro se había posado una ligera sonrisa. Lucía muy complacido.
—¿Celosa? —Solté una carcajada. —Claro que no estoy celosa. Tú puedes hacer con tu vida lo que quieras.
—¿Entonces por qué te sonrojas cuando lo dices? —Retrocedí sobre mi sitio torpemente; había olvidado que la puerta yacía cerrada a mis espaldas.
—No estoy roja. —Negué un tanto nerviosa. —Ya te dije que sólo es cansancio.
—¿Ah sí? —Observé cómo lentamente se acercaba hacia mí con su maldita sonrisa burlona. —Entonces supongo que no te interesará saber quién es ella.