El capítulo de Nuestro Amor (completa)

CAPÍTULO X: Huyendo

Jamás me había sentido tan nerviosa de llevarle los proyectos corregidos a Isaac. Sólo tenía que entregárselos y salir de su oficina con rapidez. Nada más; pero aún esa idea tan sencilla me resultaba compleja.

Me animé a mí misma a salir de mi oficina con los fólderes en mano, y caminé a través del pasillo silenciosamente.

Casi estuve a punto de tocar a su puerta cuando la voz de una mujer dentro de la oficina de Isaac me detuvo en seguida.

—¿Por qué? ¿Cuándo dejaste de amarme?

—Lidia, por favor, estoy trabajando ahora. —Le respondió él en un tono muy frío. —Ya te dije que lo nuestro murió hace mucho, perdón, pero es hora de que te marches.

¿Lo nuestro? ¿Sería la chica de cabello oscuro quién estaba con él en su oficina?

—Pero no lo entiendo; tú abuela aprueba lo nuestro, toda tu familia lo hace ¿Es que acaso hay alguien más? Dime, ¿Es por alguien más que ya no me amas?

Me sentí cómo una completa intrusa en esos momentos ¿Qué hacía yo escuchando aquella conversación que parecía tan íntima?

—Sólo márchate, Lidia, no es buen momento para hablar.

No fui capaz de huir a tiempo; había esperado como una completa chismosa que ella le contestara, pero eso no había sido así. La puerta de la oficina de Isaac se abrió de golpe y la figura de la linda chica de cabello oscuro se hizo presente al frente mío. Tenía lágrimas en los ojos y el semblante entristecido.

Me quedé petrificada sobre mi lugar mientras ella me dedicaba una mirada de odio para luego caminar por el pasillo con mucha indignación. Enrojecí sobre mi sitio al sentir la mirada de Isaac sobre mí.

Yo había estado escuchando todo desde afuera, y él pareció notarlo en seguida.

—¿No te han dicho que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas?

Tragué mi propia saliva con muchos nervios e ingresé a su oficina con los fólderes en mano.

—Juro que no escuché nada. —Mentí, aunque casi podía jurar que Isaac no me creía ni un poco. —Traje esto. —Dejé lo que tenía en las manos sobre su escritorio y me di la vuelta rápidamente para huir del lugar. El ambiente era muy incómodo.

Salí de su oficina a paso rápido, más no me detuve en la mía. Mi mente era un lío; sabía que nada tenía que importarme la presencia de esta tal Lidia en la oficina de Isaac, pero no podía negar que me sentía intranquila.

¿Habían sido novios antes? Ella había dicho que su familia aprobaba su relación, es decir, en alguna etapa de su vida habían sido novios oficiales. ¡Dios! No quería que mi mente se inundara de esos pensamientos, pero era en vano.

Subí hasta la azotea del edificio, eran cerca de las seis de la tarde, por ende, el sol casi se había escondido, y la noche se hacía presente en el cielo.

Me apoyé en la baranda de concreto y observé los autos pasar desde arriba; era muy relajante mirarlos correr con normalidad y rapidez. A menudo pensaba que la vida se pasaba volando como un auto sin frenos; todos, tarde o temprano terminaríamos sin combustible y moriríamos en cualquier momento. Quizás por eso decían que la mayor carrera de todas era la vida misma.

Me permití descansar un rato para liberar la tensión que había acumulado en las últimas semanas; todos mis intentos de mantener lejos de mi mente a Isaac habían resultado en vano, y me lamenté no ser lo suficientemente fuerte como para resistirme a su presencia.

La voz varonil de Isaac desvaneció la tranquilidad que la azotea me ofrecía. Él había subido hasta ahí y se encontraba parado al frente mío con la mirada fija sobre mí.

—Tenemos que hablar.

No, aquellas palabras sólo significaban una cosa: peligro.

—¿Sobre qué debemos hablar? —Pregunté tratando de sonar natural.

—Desde que te vi de nuevo no he dejado de pensar en ti. —Admitió. —Y aunque suene muy engreído, sé que te pasa lo mismo.

—Isaac... —Luché por hablar sin sonar torpe. Mi corazón latía muy a prisa al observarlo frente a mí; tan atractivo y taciturno. —No creo que sea correcto.

—¿Correcto? ¿Acaso hay algo en la vida que sea correcto? ¡Dios! Sabes que las cosas del amor no funcionan así.

—Tú y yo no podemos estar juntos. —Hablé. —Y tú bien sabes por qué.

—No me importan las cosas del pasado, Amelie. —Respondió acercándose a mí con rapidez. —Yo estaría dispuesto a intentarlo si me das la oportunidad.

Mi corazón dio un vuelco dentro de mí. Isaac había admitido que yo le gustaba, más yo no sabía exactamente que decir.

—No funcionará, Isaac.

Observé cómo se acercó lo suficiente como para que pudiera oler su exquisito perfume varonil; sus ojos hicieron contacto con los míos y sentí cómo mi piel se escarapelaba debido a su cercanía. Si me acercaba un poco más podría besarlo sin problemas.

—Mírame a los ojos y dime que no sientes lo mismo que yo. —Su mirada enmarcaba cierta frustración, cómo si esperaba ansioso por escuchar lo que quería.

Respiré profundamente antes de responderle; por dentro sabía que me arrepentiría por esto, pero no tenía otra opción. Debía mentir, y debía hacerlo bien.

—No siento lo mismo que tú. —Contesté, y salí huyendo nuevamente de su presencia, cómo siempre solía hacer.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.