"El amor es una de las cosas más hermosas del mundo, pero a la vez, es una de las más dolorosas. Nos importa tanto que, ante cualquier decepción, sentimos que aquello que nos mantenía firmes, volando en un cielo de posibilidades, nos suelta, y caemos hasta tocar el fondo. Doloroso, pero real."
A.P
Desde aquel día, en el que sentí que lo había arruinado todo con Isaac, no volví a toparme con él ni por accidente. Sabía que me evitaba, así que no me esforcé mucho en buscarlo.
¿Por qué me sentía tan mal por eso? ¿No era acaso lo que quería?
Me permití confiar en Amanda después de mucho tiempo, y le conté finalmente toda la historia que nos involucraba a ambos. Me sorprendió el haber terminado llorando después de eso; jamás pensé que me la pasaría tan mal siendo ignorada por él. Me dolía, pero sabía que me lo merecía.
Después de varios días de encontrarme en aquella situación, decidí emprender un viaje hacia Merrel. Se acercaba el cumpleaños de Sophia, y habíamos planeado celebrarlo con una pequeña reunión familiar.
Llegué a casa con un hermoso regalo para mi hermana; era un hermoso libro de romance que sabía que le encantaría. La abracé tiernamente y luego a mi madre; de cierta forma, estar en casa me transmitía cierta paz.
Para las ocho de la noche la cena estaba completamente lista sobre la mesa. Tanta mamá, Richard, Sophia y yo nos encontrábamos alrededor de ella esperando que sea el momento adecuado para comenzar a cenar.
—En mi familia siempre se nos enseñó a agradecer antes de comer. —Habló Richard con una sonrisa —Y pienso que es el momento perfecto para hacerlo.
—Venga. Inicio yo. —Dijo mi madre con entusiasmo. —Gracias por mis hijas, son lo mejor que tengo. —Miró a Sophia y luego a mí mientras sonreía.
—Gracias por el pastel de mora. —Habló Sophia.—Y por la pizza con piña también. —Casi todos reímos después de escucharla. Sin duda, era la cumpleañera más feliz que había conocido.
—Gracias por tu amor. —La voz de Richard sonaba tranquila. Sus ojos se encontraron con los de mi madre y sonrieron tiernamente.
Los observé con cierta incomodidad, más no dije nada por respeto a mi hermana. Era su día y no quería arruinarlo.
—Tengo hambre. —Hablé de inmediato, mientras tomaba los cubiertos de la mesa.—Hay que comer.
—Pero es tu turno de...
—No, Shopia.—La frenó mamá. —Déjala comer.
Sabía que mi actitud le parecía extraña, más traté de disimular mientras le hablaba a mi hermana de una saga de libros nueva.
...
Después de cenar me dirigí a la cocina con los platos sucios en mano. Era mi turno de lavarlos, así que no me quejé y comencé con mi tarea.
—Dios me dio un talento para identificar cuando una de mis hijas está pasando por un mal momento. —La voz de mi madre llamó mi atención. La cocina era su terreno, durante toda mi vida las conversaciones más profundas que había tenido con ella, se habían llevado a cabo entre estas cuatro paredes.
—Es sólo estrés mamá.
—No me mientas, cariño. —Dijo ella. —Yo te traje al mundo. Ahora dime por qué chico es que estás así.
—¿Cómo...?
—Reconozco tu mirada de tristeza cuando algo no va bien con un chico. He soportado todas tus rupturas en la secundaria.
Reí ligeramente y me recosté sobre la isla de la cocina. Ni que yo hubiera tenido tantos novios.
—¿Prometes no enojarte?
—¿Por qué me enojaría, cariño?
Oh, no sabes de quién te voy a hablar.
Comencé a contarle todo lo sucedido los últimos meses, esperando que la presencia de Isaac en mis relatos no la sorprendan demasiado.
—Entonces el pequeño Isaac Taylor te robó el corazón.
—Ya no es tan pequeño cómo lo recuerdas, y no me robó el corazón mamá.
—Yo no estaría tan segura de eso. —Habló. —Aquel brillo en tus ojos cuando hablas de él, te delata.
¿Tenía un brillo en los ojos cuando lo mencionaba? Era cierto que las madres se daban cuenta de todo.
—¿Qué debo hacer? Siento que estoy traicionando a papá.
—Él es un buen chico, y pienso que Wilfred estaría muy orgulloso de verte feliz.
Oh claro, por un segundo olvidé que estaba hablando con la mujer que había olvidado a mi padre con mucha facilidad.
—No mamá, yo no soy como tú. —Le dije un tanto fría. —Yo no puedo olvidar lo mucho que sufrió papá aquella noche.
—Amelie... —Intentó hablar, pero no fui capaz de escucharla. Había corrido escaleras arriba con los ojos llenos de lágrimas, sintiéndome el ser más miserable del mundo.
...
El silencio para muchos es tranquilizante, pero cuando lo mezclas con la soledad, puede que se convierta en algo difícil de tolerar.
Yo misma lo había entendido.
Todos se encontraban tranquilamente durmiendo, sin embargo, yo no había podido conciliar el sueño por más que lo había intentado, y de manera sigilosa caminé en dirección a la que alguna vez había sido la oficina de mi padre.
Aquella habitación tenía un gran ventanal sobre el cual la luz de la luna entraba para alumbrar toda la zona, y debajo, un pequeño espacio para sentarse y observar el panorama. Ahí, en la soledad del lugar, me encontraba yo recostada, mientras rodeaba mis piernas con los brazos.
Unas lágrimas recorrían mi rostro, más no me esforcé por mantenerlas ocultas, necesitaba llorar aquel día.
Unos pasos interrumpieron mi solitaria velada, provocando que me pusiera de pie de inmediato en silencio. No quería que nadie me encontrara en aquel miserable estado, pero era demasiado tarde.