El capítulo de Nuestro Amor (completa)

CAPÍTULO XV: Una sola cama.

Nuevamente nos encontrábamos en el cementerio de Merrel; la parada de tren no quedaba tan lejos de aquí, así que se nos hizo muy sencillo caminar.

—Compraré flores en los puestos de al frente. —Me ofrecí

—Las compraré yo, no te preocupes.

—Déjame hacerlo, por favor. No quiero entrar con las manos vacías.

—Vamos juntos. —Propuso; asentí con la cabeza y caminamos hacia los puestos de flores para comprar un arreglo bonito.

Eran las tres de la tarde, el sol alumbraba el cielo cómo una enorme farola, pero el clima frío no nos permitía disfrutar de los rayos que emanaba. Aquello me sorprendió mucho, ya que Merrel era una ciudad mucho más calurosa que Hopmond.

Caminamos por el pasto, observando las muchas lápidas que yacían sobre éste, y buscando aquella que tenía grabado el nombre de la señora Taylor.

—Siempre me pregunté, ¿Por qué visitamos a alguien el día en que murió?—Hablé pensativa; aquella siempre había sido mi cuestión desde niña.

—El día en que alguien muere nos recuerda que verdaderamente existió, y lo mucho que lo extrañamos ahora que no está.

—Quizás sí. — Respondí — Cuando me dieron la noticia de la muerte de mi padre, no podía creer que la persona que había visto en la mañana, durante el desayuno, ya no estaría más.

— Lo entiendo a la perfección. — Me dedicó una pequeña sonrisa. — Los días cómo hoy recuerdo su esencia, lo que ella era, los días como hoy me doy cuenta del gran regalo que fue aquel último día en donde la vi, porque a la mañana siguiente, ya no vería su rostro de nuevo.

Un silencio lleno de paz nos inundó a ambos, no hacían falta las palabras, ninguno de los dos las necesitaba en aquel momento.

—Hemos llegado.—Informó después de un rato.—Es aquí.

Una losa sobre el pasto verde yacía en frente de ambos. Estábamos en el mismo cementerio en donde estaba enterrado mi padre; aunque un tanto alejados de él. Leí rápidamente la escritura que yacía sobre el blanco concreto.

"Bertha Miranda Taylor"

26/07/1965 - 28/07/2009

"Siempre te amaremos"

—¿Murió dos días después de su cumpleaños? —Pregunté un tanto sorprendida. Isaac asintió a mi lado un tanto nostálgico.

—Fue una tragedia.

—Lo imagino. —Le dije rodeándolo con mis brazos por unos segundos.

En los siguientes minutos, me dediqué a esperar a Isaac a la distancia, lo suficiente como para no escuchar lo que tenía que hablar con su mamá. Entendía muy bien lo conveniente que era la privacidad en aquellos momentos.

Por un momento, después de que Isaac había regresado a mi lado, me vi tentada a acercarme a la lápida yo también; pero decidí no hacerlo, podría dejar aquello para otro día.

—Bueno. —Habló él. —Iremos donde mi familia, los Anthonyson.

—¿Estás seguro? Sabes que puedo dormir en mi casa si incomodo.

—¿Incomodar? —Comenzó a reír ligeramente entrelazando su mano con la mía. —Créeme que la única incómoda vas a ser tú. Digamos que mi tía es muy... enérgica.

—He convivido con Amanda por mucho tiempo ¿Sabías?

—Bueno, imagínate a una Amanda casi dos veces mayor; ah, y ten en cuenta que jamás les he presentado a una novia.

—¿Qué? —Vamos, Amelie, es tu momento. Lo pensé por unos segundos hasta que finalmente me atreví a preguntar:—¿Y qué hay de Lidia?

Isaac pareció comprender a lo que me refería.

—Lidia fue una novia de la universidad. —Habló. —Jamás se la presenté a los Anthonyson porque éramos muy jóvenes y mi tía se emociona demasiado; pero descuida, ahora estoy muy feliz de llevarte a casa.

Asentí en silencio, aliviada y hasta un tanto conmovida por eso. Isaac era el ser mas tierno que había conocido, aunque siguiera esforzándose por mantener aquella aura de misterio.

—Ya llegamos. —Nos detuvimos frente a una acogedora casa de tejado rojo y techo triangular. Las paredes eran cremas y tenían un gran jardín en la parte del frente. —Esta era la casa de mis abuelos; pero cuando murieron, mi tía Rosy se quedó con ella. Ahora vive junto a su esposo y sus hijos. —Me miró por unos segundos. —Mis primos son muy inquietos por cierto; ten cuidado.

¿Cuidado?

Tocamos el timbre de la casa y esperamos a que alguien abriera la puerta. Me sentía tan nerviosa ¿Y si no les caía bien?

—¡Isaac! —Un niño cómo de unos nueve años se lanzó encima de su primo. Pude ver cómo él se arrodillaba hasta quedar a su altura.

—¿Y ella quién es? —Le preguntó el niño rubio. Sus ojos eran de un azul muy bonito.

—Hola. —Saludé con una pequeña sonrisa.

—Ella es Amelie, Bret, mi novia.

—¡¿Tienes novia?! —Por un momento me vi tentada a reírme de su expresión de sorpresa. —Mi mamá no nos deja tener novia. ¡Wow! Eres muy rebelde.

—Tengo casi tres veces tu edad, enano. Ahora hazte a un lado y déjanos pasar.

Ahí está el cariñoso Isaac Anthonyson.

Ingresamos a la casa después de eso. Me permití observar todo el interior; sin duda era una construcción muy elegante, aunque habían muchas cosas fuera de lugar, cómo unos patines en la sala y un mando de play sobre el sillón.

—Escuché la voz de mi boo boo. —Una mujer regordeta de unos cincuenta años se hizo presente en la sala. Era alta y de cabello rubio, al igual que Bret. Supuse que sería la tía de Isaac y no me equivoqué.

—Rosy, no me llames así, por favor. —Le dijo Isaac entre dientes mientras ella lo abrazaba cariñosamente.




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