Habíamos acordado que pasaríamos tres noches en la casa de los Anthonyson; así que decidimos armar un itinerario para disfrutar estos dos días cómo unas pequeñas vacaciones.
Robert era el esposo de Rosy, alto y de cabello castaño. Pude notar que era muy dócil, demasiado, tanto que no era capaz de llamarle la atención cómo se debía a sus hijos, ya que cuando llegaron llenos de barro, intentó castigarlos, pero ellos se escabulleron con mucha facilidad.
Conocer a los mellizos fue muy interesante. Me pasé toda la tarde junto a Mindy, quien me enseñaba a hacer algunas pulseras, las cuales vendía en el colegio a escondidas.
Me sorprendí mucho cuando me entregó dos lindas pulseras tejidas para pareja; y sonreí como una tonta al imaginarnos a Isaac y a mí usarlas.
Se la entregué a mi novio con una sonrisa y observé cómo se la colocó en la mano derecha; acción que yo también imité.
—Mamá, ¿Ahora si podemos ir a acampar? —Max era un adolescente muy apuesto. Alto y delgado. —Isaac y Amelie pueden llevarnos.
—No los molestes, Max. —Le reprochó su madre — ¿No ves que han venido a descansar?
—Está bien, Rosy. —Le dijo Isaac. —Amelie y yo podemos llevarlos a acampar ¿Verdad, Ame?
Pensé por un momento en su propuesta. Yo no era precisamente la más aficionada a pasar el rato sola con la naturaleza, pero admitía que sería divertido tomarnos aquel tiempo; hasta podríamos llevar a Sophia, a quien sabía que le encantaría la idea.
—Estaría bien . —Acepté. —Es una buena idea.
Isaac me dedicó una sonrisa de orgullo, cómo si se sintiera feliz de que lo apoyase.
—¡Yey! ¡Nos vamos a acampar! —Bret lucía más emocionado que todos.
—Tú te quedas con nosotros. —Lo calló su madre. —Aún estás castigado por la broma que le hiciste a la señora Paltroff.
—No sabía que los huevos caerían sobre ella, mamá. Eran para su hijo.
Rosy le lanzó una mirada de enojo que lo hizo callar en seguida. Tuve que luchar para contener la risa ya que Bret estaba tan rojo cómo un tomate.
...
Para después de la cena, Isaac y yo partimos en el auto de Robert para comprar todo lo necesario para el día de camping; pasaríamos por mi casa para saludar a mi madre, e invitaríamos a Sophia a acampar con nosotros.
—Podemos cocinar hamburguesas mañana. —Propuso.
Negué inmediatamente después de escucharlo.
—No me gustan las hamburguesas, prefiero las pizzas.
—¿No te gustan las hamburguesas? —Isaac parecía cómo si hubiera escuchado algo increíble. —¡Son lo mejor del mundo, Ame!
—Bueno, a mí no me gustan.
—Eso es porque no has probado la receta de mi madre. Cuando la pruebes la vas a amar.
—Esperemos... —Dije un poco escéptica, pero no opuse resistencia.
Me permití encender la radio para alegrar el ambiente. Una canción muy movida comenzó a resonar a través de los altavoces, provocando que tanto Isaac cómo yo moviéramos la cabeza al ritmo de ella.
—La chica mas bella está a mi costado, con ojos hermosos y una sonrisa perfecta, dice que no le gustan las hamburguesas ¡Oh no! Lo que no sabe es que me muero por ella.
—¡Isaac!—Le dije entre risas al escucharlo cantar.—La letra no es así, no sigas.
—¿Qué siga? Con gusto señorita —Sonrió dispuesto a seguir cantando. —¡Oh! Dice que soy un tonto, y la verdad es que soy tonto por ella, quiero invitarle una hamburguesa y comprarle un helado, pero sólo quiere dejarme plantado.
—Eso ya lo cantaste en el verso anterior.
—Ese es el coro. —Contestó Isaac como si fuera algo obvio. —No me sorprendería ganar un Grammy con esa letra.
—De verdad eres un tonto. —Sentencié riendo, roja como un tomate.
...
Llegamos a mi casa antes de ir de compras. Mi mamá abrió la puerta con una sonrisa y observó a Isaac de pies a cabeza. Su mirada transmitía satisfacción, mientras que la de él sólo dejaba entrever que se encontraba muy nervioso.
Ingresé con mi madre a la cocina para hablar acerca de nuestros planes para irnos de camping y que dejara a Sophia a venir conmigo. Isaac había optado por quedarse en la sala, esperando por mí.
—¿Con quienes van a ir? —Me interrogó.
—Con Isaac y sus primos. —La observé detenidamente sintiendo la culpa carcomiéndome por dentro. La última vez la había acusado de traidora y salí huyendo de ella.
—Bueno, pero tengan mucho cuidado ¿Sí?
Asentí pensativa. Era mi momento de hablar, de pedirle perdón.
—Mamá... Lo siento por lo que dije el otro día. Tenías razón en todo. —Admití. Sentí que sus brazos me rodearon cálidamente; ella tenía un gran corazón.
—Está bien, cariño, ya pasó.
Sonreí mientras que volvía a sentir paz dentro de mí; perdonar y pedir perdón era la mejor medicina para un alma adolorida.
—¡Mamá! ¡Mamá! —Escuchamos gritar a Sophia muy emocionada mientras entraba a la cocina. —¡No vas a creer quién está en nuestra sala!
—Sophia ¿Estás bien?—Preguntó mi madre con preocupación.
—¡Es Isaac Antonyson, mamá!—Habló casi ignorando mi presencia.—Dios, nadie me lo va a creer en la escuela.
—¿Se refiere a Isaac?—Me preguntó confundida. Asentí.—¿Es famoso o algo?
—Es un escritor famosísimo. —Contestó Sophia.—Mis amigas y yo hemos leído todos sus libros. Y es guapísimo, casi me desmayo al verlo en nuestra sala. Nadie sabía quién era hasta que por fin se mostró en público en un anuncio de la editorial Van'Hausens.
Recordé ese día. Instagram había estallado al ver su rostro.