Ambos nos encontrábamos armando cajas y limpiando los objetos de valor para guardarlas a salvo. Teníamos máximo dos días para quitar todo de la casa, por lo que recibiríamos ayuda de los primos de Isaac y de Sophia, quienes se habían ofrecido de voluntarios, así como también de algunas personas que él había contratado para mover las cosas pesadas, aunque ellos no llegarían hasta en una hora.
—Bueno... —Podía notar que se encontraba ligeramente avergonzado después de haber sido notablemente expuesto. —Mi principal inspiración fuiste tú. —Admitió. —De hecho, planeaba entregarte el manuscrito terminado esa misma noche de la tragedia, en la feria de Merrel, pero por obvias razones no pude. Desistí de escribir por un buen tiempo después de eso, hasta que un día, después de dos años en la universidad, encontré lo que había escrito en una de las cajas de la mudanza que nunca había abierto. Y aquí estamos...
—Eso ha sido lo más romántico que alguien ha hecho por mí. —respondí depositando un corto beso sobre sus labios para regresar nuevamente a mis quehaceres.
Me dediqué a guardar los libros de Isaac y objetos de su escritorio con mucho cuidado, mientras él desarmaba su antigua cama con mucha facilidad.
—Ha sido una locura. Sin ese libro jamás te hubiera visto de nuevo.
Tenía mucho sentido; si él no lo hubiese publicado, posiblemente ahora sería un ingeniero civil como el resto y no el jefe de área de edición de la editorial Van'Hausens, y mi actual novio.
—Qué bueno que lo hiciste.—sonreí en mi lugar, consciente de que él también lo hacía.
...
Así se pasaron los dos primeros días de desalojo. Me encontraba igual de ansiosa y emocionada que Isaac, quien de vez en cuando ojeaba la copia de los planos que le había entregado el arquitecto con mucho orgullo.
Para la destrucción de la casa entera necesitamos mucha ayuda, por lo que decidimos apoyarnos de nuestros aliados adolescentes. Disfrutaba mucho el poder pasar más tiempo con mi familia, así cómo también con los alborotadores y muy enérgicos Gates, antiguamente, los Anthonyson.
—Sólo tomas el martillo así y golpeas. —Max era el encargado de enseñarles a Sophia y a Mindy a destruir las gradas de la parte externa, las cuales eran unas de las pocas actividades que podían hacer, ya que el resto sería muy peligroso. Todos lucíamos cómo expertos; con cascos, botas, faciales y guantes.
Martín Jiménez era el ingeniero encargado de la demolición, quien había sugerido que ayudemos en el proceso en la medida de lo posible, asegurando que era terapéutico destruir las cosas de vez en cuando.
Tanto Isaac cómo yo verdaderamente lo habíamos disfrutado. Aún podía sentir que observaba con nostalgia los escombros que quedaban de la construcción, pero sonreía un tanto complacido; sabía que pronto podría disfrutar de un nuevo hogar, muy distinto al que había tenido en su niñez.
—Bueno, muchas gracias por su ayuda, chicos. —Habló Martín, el ingeniero. —Pero ahora necesitaremos maquinaria para echar abajo las paredes, así que deben permanecer un tanto alejados por unos días.
—Vale. —Respondió Max. —Creo que ya sé que quiero estudiar en la universidad.
Por un momento había olvidado que tanto Sophía, cómo los mellizos Gates se irían a la universidad en poco menos de dos años. Observé a mi hermana con cierto orgullo y nostalgia; pronto tendría que irse de casa, y aunque sería difícil dejarla ir, comprendía que aquella era una etapa que debía recorrer por su cuenta.
—¿Vamos por helados? —Invitó Mindy.
—Sería genial. —Respondí emocionada, mientras caminábamos de regreso a mi casa.
—Creo que Mindy se refiere sólo a mí y a Max. —Aclaró Sophia. —Cómo una salida de amigos; ustedes siempre nos tratan como niñitos.
—¿En serio estoy siendo rechazada por mi hermana?
—No te preocupes, amor. —Esta vez fue Isaac quien intervino. —Nosotros también tenemos planes, déjalos. Ya verás cómo regresarán a rogar que salgamos con ellos. —Su tono de ofensa me resultaba muy gracioso.
—Sí; váyanse. —Los animé imitando la actitud de mi novio. —No les hagan caso a estos viejos.
—No exageres, Ame, tampoco estamos tan viejos.
—Sí lo están. —Aclaró Sophia. —Amelie pronto cumplirá veintiséis.
—Y tú veintisiete, Isaac.
Si bien aquellas edades no eran consideradas muy avanzadas, comprendíamos que para adolescentes de dieciséis y diecisiete años sí existía una notoria diferencia, pero no dijimos nada; ya le tocaría pasar por aquella etapa en donde no sabes muy bien si considerarte señor o joven aún.
...
Isaac y yo habíamos optado por tener una noche de películas; yo no era muy fan de ellas, pero pasar aquel rato con él después de un día de arduo trabajo era una excelente idea.
Lo esperé recostada sobre mi cama mientras utilizaba el control remoto de la televisión para buscar algún filme que me pareciera bueno.
—¿Cuál pongo? —le pregunté a la distancia, indecisa sobre alguna en particular.
—La que tú quieras, amor. —respondió desde adentro del baño. Él había decidido tomar una ducha antes de acostarse. —Veré la que tú pongas.
Salió del baño con el cabello echo un lío; supuse que se lo había secado con la toalla de manera descontrolada, esto después de colocarse la delgada y fresca pijama negra de algodón.
—Ven y ayúdame a escoger la película.
—Vale vale ¡Que exigente eres!—Habló con una notoria sonrisa en el rostro, mientras se acomodaba a mi lado sobre la cama.—¿Qué te parece esta?