¿De qué forma podría sentirse alguien que ha sido notablemente rechazado? La desdicha es quien entra a tallar en el asunto, mostrándose como el único sentimiento capaz de identificar con claridad.
Y sí, yo misma lo había experimentado aquella noche.
—Lamento lo ocurrido
Nos encontrábamos finalmente en el auto de Isaac, estacionados a las afueras del restaurante.
Lo observé en silencio por unos segundos, incapaz de pronunciar palabra alguna. Sabía que mi voz tarde o temprano me traicionaría, y que probablemente terminaría llorando a su costado si me animaba a hablar, así que decidí callar. No quería llorar, no si necesitaba respuestas.
—Cada año organizamos una reunión por el cumpleaños de mi abuelo, Phillfred Taylor. Es una reunión muy elegante y asisten algunos invitados, amigos cercanos de la familia, entre ellos, los Brennned, de donde es Lidia. —habló—Hace algunos meses, en una visita de mi abuela a su casa, opinaron que Lidia y yo haríamos una buena pareja, y hasta sugirieron que deberíamos comprometernos. —continuó diciendo, con la mirada perdida. —Los comentarios entre nuestros conocidos se incrementaron después de eso, así que tuve que intervenir viajando hacia Inglaterra para aclarar las cosas; aun así, mi abuela sigue comentando que será una sorpresa.
—Por eso habló de invitados. —No podía negar que todo resultaba realmente increíble, pero, aun así, tenía cierto sentido para mí. —¿Por qué no lo dijiste antes? —pregunté sorprendida. —Jamás mencionaste nada de eso.
—No tenía planeado ir, pero he cambiado de opinión; iremos, tenemos que ir.
—¿Estás seguro? —pregunté. —¿Por qué cambiaste de parecer?
—No está bien que yo no asista, así como tampoco lo está el que vaya solo.
—Pienso que debes ir sin mí; es importante para tu familia. Por mi parte no quiero ir, mucho menos si todos esperan que anuncies un casamiento, perdóname, Isaac, pero yo no pertenezco ahí.
—¿Quién dijo que n...? Nada. —concluyó. —Ya lo decidiremos luego, tenemos algunos meses aún.
—Dudo que cambie de opinión.
Y efectivamente, el tiempo siguió su curso hasta que llegamos a noviembre, mes en donde el otoño se encontraba en su máximo esplendor, sin embargo, ni el pasar de los meses ayudó a que mi opinión sobre asistir a aquella reunión cambiara, aunque no podía dejar de sentirme culpable por eso. Sabía que Isaac no asistiría si yo no iba con él, y al tratarse de una fecha muy importante, comencé a dudar de mi posición.
Decidí no ahondar más en el tema de Lidia, los meses habían pasado, y ni su abuela ni ella se habían hecho presentes en nuestras vidas; sólo supe, de mano de Isaac, que ambos habían asistido a la misma universidad, en donde fueron novios por algunos meses, de ahí los muchos deseos de sus familias de que permanezcan juntos, sin embargo, después de que ella regresara a Inglaterra a vivir por unos años, la relación entre ambos terminó; Isaac abandonó la universidad y no se volvieron a ver sino hasta hace algunos meses, después de que su abuela se encargara de esparcir aquella falsa noticia.
—¿Qué harás mañana? —La pregunta de Amanda me atrajo a la realidad como un imán. Mi cumpleaños sería al día siguiente, y ni siquiera había hecho planes sobre eso.
Me había mudado al departamento de Isaac; decidimos que era mejor para ambos, sobre todo por la construcción de la casa, en donde nos habíamos turnado para realizar visitas de vez en cuando.
—No lo sé. —Respondí. —Pero podemos armar una noche de películas; de pasada podemos despedir a Jack.
Nuestro amigo había sido elegido jefe de editores de la nueva sucursal de la editorial VanHausens en Wibston, esto después del mes en donde había suplantado a Isaac. Jack no podía estar más feliz, aunque la nostalgia de su partida nos chocaba cada vez que lo recordábamos.
—No te preocupes por eso, Ame. Mañana es tu cumpleaños; la despedida de Jack puede esperar un poco.
...
—(...)El día en naciste, nacieron todas las flores...—Cantaban mi madre, Richard y Sophia a través del teléfono. Sonreí mientras me aferraba a las cobijas de la cama, esperando hasta que terminaran su canción.
—Gracias. Que hermoso canto. —dije con cierta nostalgia; mi padre solía cantarme aquella canción cada vez que cumplía años.
—Te amamos, Amelie. —respondieron al unísono.
—Yo también los amo.
—Espero que la pases muy bonito hoy. —esta vez fue Richard quién habló. —Con Rebeca y Sophia te hemos preparado un regalo, probablemente te llegue por la tarde.
—Gracias, lo esperaré. Cuídense mucho. —me despedí con una sonrisa.—Tengo que ir a preparar las cosas para la reunión de mas tarde; nos vemos en unos días, cuando la casa esté terminada.
—Está bien, amorcito—respondió mi madre con emoción. —No tomes mucho.
—Descuida, no pienso probar ni una gota de alcohol.
O terminaré desnudando a Isaac al frente de todos.
Reí en voz baja ante mi pensamiento y presté atención a la llamada.
—Bueno, está bien. Me saludas a todos, linda
—Vale, hasta luego. —respondí, y colgué la llamada.
Los preparativos para la reunión eran pocos, en realidad, yo sólo debía preocuparme por estar vestida a tiempo, ya que Isaac y Amanda se habían encargado del resto de actividades, incluidos la comida, los juegos de mesa y la elección de películas.
—¿Cómo está la cumpleañera más bonita? —preguntó Isaac cuando me acerqué a la cocina. Mi corazón se enterneció un poco al notar que intentaba preparar el desayuno, aunque los huevos lucían un poco quemados.