La sorpresa había sido muy bien armada. Amanda había sido cómplice en todo momento, y me confesó cómo tuvo que luchar todos los días para no revelarme ninguna pista, ya que Isaac había amenazado con despedirla si lo hacía.
Vaya que el chico sabía cómo mantener todo en orden, incluso hasta a Amanda.
La felicidad de aquellas nuevas noticias se transmitió hacia todos mis conocidos; mi familia no podía estar más feliz y hasta en la editorial nos felicitaban por la noticia.
Ni hablar de los Anthonyson, quienes casi se abalanzaron sobre nosotros el día en el que inauguramos la casa, felices de saber que oficialmente pasaría a ser parte de su familia.
La construcción era hermosa; de paredes blancas y tejados rojos, que sobresalían en la entrada y en las ventanas para otorgarle un aspecto más hogareño a la casa. La sala era espaciosa, al igual que el resto de habitaciones, amobladas y muy ordenadas.
Sonreí como si todo se tratara de un sueño. Me casaría y viviría en esta hermoso hogar, de la mano del chico que me había robado el corazón aun cuando me mostré reacia a sus atenciones.
No podía negar que al inicio nos preocupó la lejanía de nuestra nueva casa de la editorial. ¿Cómo haríamos para trabajar? Viajes diarios de dos horas no eran precisamente una buena solución, pero la idea de Isaac de aperturar una nueva sucursal en Merrel, pareció agradarles a todos, y vimos aquella posibilidad como el remedio a nuestro problema, aunque aquello no ocurriría hasta pasado el año nuevo.
Por otro lado, Jack ya se había marchado a Wibston, pero nos aseguró, muy sonriente, que volvería de vez en cuando para visitarnos.
Sí, todo parecía caer por su propio peso, salvo por un detalle que ambos habíamos obviado: Los Taylor.
—Hola, Thomas. —El pelirrojo primo de Isaac nos había visitado en Hopmond.
—Hola. —saludó ingresando al departamento. —Veo que no has estado descansando eh. —abrazó a su primo y me observó con una sonrisa.
Era un chico alto de cabello castaño rojizo, poseedor de una sonrisa muy amigable. Lucía un atuendo muy casual; jeans, zapatillas y una camiseta sencilla, además, llevaba un bolso negro, el cual era muy común entre fotógrafos. Casi podía jurar que llevaba una cámara consigo.
—Hola, Thomas. —lo saludé finalmente acercándome hacia él. —Es un gusto poder verte de nuevo.
—El gusto es mío. Supongo que te debo veinte dólares. —dijo esto último dirigiéndose a Isaac.
—Te dije que ganaría la apuesta.
—Sí, pero hace diez años. —respondió Thomas rodando lo ojos.
—¿De qué hablan? —pregunté con mucha confusión.
—Hace diez años apostamos veinte dólares a que Isaac no podría invitarte a salir. ¡Claro! Ahora hasta están por casarse.
—Te dije que ganaría. —Isaac sonreía victorioso, mientras guiaba a su primo a una de las habitaciones del departamento.
Negué con la cabeza mientras me cruzaba de brazos. Estos dos siempre habían sido como uña y mugre, y sonreí al recordar lo mucho que se divertían en nuestra adolescencia, cuando Thomas visitaba a su primo en vacaciones.
...
La llegada del pelirrojo fue muy oportuna. Se quedaría el resto de la semana con nosotros hasta que llegara el día de viajar a Inglaterra para la reunión familiar.
Nos explicó que había estado por París, cómo fotógrafo para una pasarela de modas muy conocida. La verdad era que avanzar en su carrera no había sido tan sencillo para él, según lo que nos había contado en la cena.
Desde joven siempre le había apasionado la fotografía, y a pesar de las muchas negativas de su familia, quienes esperaban que fuera un doctor o abogado, logró convencerlos—después de muchos años de esfuerzo—de que le iría muy bien con la carrera que había elegido, y no se equivocó, desde antes de graduarse de la universidad ya se encontraba trabajando para marcas reconocidas, algo que lo había hecho muy feliz. Sin embargo, en su vida no todo había sido sencillo, hubo etapas en dónde tuvo que trabajar para poder vivir, ya que su familia había decidido no apoyarlo si estudiaba fotografía.
Sus padres, George y Miranda Frederick, siendo la última, hermana del padre de Isaac, tenían los mismos aires de alcurnia que la abuela Taylor. Aquellas actitudes contrastaban muchísimo con la forma de ser de Thomas, quien era mucho más libertino y nada apegado a las costumbres refinadas con las cuales había sido criado. Quizás por esa razón se llevaba muy bien con Isaac.
Conocerlo de aquella forma fue como encontrar un aliado en medio de la exigente familia Taylor, lo necesitábamos, sobre todo después de predecir a las muchas oposiciones a las cuales tendríamos que enfrentarnos.
...
—Es una fotografía muy bella. —Admiré el recuadro que teníamos al costado de la cama. Era una foto nuestra, la del día en el que visitamos el parque de las aguas.
—Lo es. —contestó Isaac rodeándome con ambos brazos. —Sabes...Cuando mis padres aún vivían, fui testigo de muchas peleas y humillaciones...
Volteé mi vista en su dirección, atenta a cada una de sus palabras.
—Mi padre jamás fue capaz de darle un lugar a mi madre. —Podía sentir la tristeza en su mirada, de esas típicas que transmiten el dolor de un recuerdo — No tienes idea de las muchas vergüenzas que pasó ella cuando visitábamos a los Taylor, y lo mucho que me dolía el verla triste. Sé que no quieres ir, pero no puedo dejar de darte el lugar que te mereces, y presentarte ante todos como lo que eres, mi futura esposa.
—Te admiro. —confesé mientras acariciaba lentamente su mentón. —Por ser mucho mejor que tu pasado y querer hacer lo correcto. Está bien, iremos a esa reunión. —acepté con una pequeña sonrisa mientras me acercaba lentamente para besarlo.