Por favor, léanlo hasta el final. 🥺
...
Sentada sobre mi escritorio con una ligera sonrisa en el rostro, analizo el hermoso manuscrito que mis manos sostienen con delicadeza. Una ligera lágrima recorre mi mejilla mientras lo ojeo una última vez.
Esto es arte.
Observo mi ventana por un instante. Hoy hay luna llena, la misma luna que la de aquella noche en la que me entregaste este mismo manuscrito cuando teníamos diecisiete años; la recuerdo perfectamente.
Lucías tan nervioso en la puerta de mi casa, cómo si estuvieras preparado para huir en cualquier momento; y no lo niego, por un momento quise reírme al observarte de aquella forma tan paranoica, pero me contuve al notar el montón de papeles que tenías entre tus manos.
Lo recibí con una sonrisa y te observé huir hacia tu casa cuando escuchaste el llamado de mi padre detrás mío, informándome que pronto saldríamos de casa rumbo al festival de Merrel. Jamás pensé que aquel día sería el último en el que te vería.
Volví a mirar aquel montón de hojas entre mis manos mientras caminaba de regreso a la sala:
"Orquídea Blanca en Otoño"
Por Isaac Anthonyson.
Para ti, mi orquídea blanca a quien admiro desde la ventana de mi habitación.
"Excelente título" pensé, y lo dejé sobre el escritorio de mi cuarto dispuesta a leerlo al día siguiente, aunque tú y yo sabemos que no fui capaz de leerlo sino hasta después de mucho tiempo.
...
La mañana siguiente la recuerdo cómo si hubiera sido ayer. Mi madre abrió mi puerta desesperadamente y me levantó al instante. Observé su angustiado rostro, lleno de lágrimas y angustia. Me miró por un segundo mientras tomaba asiento sobre mi cama y depositaba un cálido beso sobre mi frente.
Las palabras que pronunció a continuación aún se repiten en mi mente cómo un eco lejano:
—Isaac Taylor murió ayer.
Recuerdo cómo mi corazón pareció dar un salto al escuchar aquella noticia. ¡La noche anterior te había visto! Me habías dejado un hermoso regalo y habías huido después de eso. ¿Cómo es que de un día para otro desapareciste de la nada?
Lloré muchísimo aquel día; sobre todo después de enterarme la forma cruel en la que habías muerto. ¿Es que acaso tu padre era un monstruo? No lo sé, pero supongo que acabar con la vida de su hijo debía convertirlo en uno.
Recuerdo que tu entierro fue pacífico. Tu abuela lloraba en silencio mientras secaba sus lágrimas con un fino pañuelo blanco. Observé el cielo, tan gris que parecía que lloraría en cualquier momento sobre nosotros, esto si el frío de la mañana no congelaba las gotas mientras caían.
Solté algunas lágrimas sobre mi sitio, aferrada al abrigo de mi padre cómo si de eso dependiera mi vida; una parte de mí sentía que estaría eternamente en deuda contigo. Habías escrito un libro especialmente para mí, y ni siquiera pude darte las gracias personalmente después de eso.
Los brazos de mi padre fueron el refugio que necesité para no dejar de creer que había esperanza en este mundo lleno de crueldad; lloraba como una magdalena mientras acurrucaba mi cabeza en su pecho, sobre todo cada vez que miraba tu manuscrito sobre mi escritorio, incapaz de atreverme a leerlo.
Sin embargo, una noche, después de algunos meses de tu partida, justo antes de que me fuera a la universidad por un buen tiempo, me atreví finalmente a leerlo.
Lloré nuevamente. ¿Es que acaso me harías llorar toda la vida? Quizás sí, y es que personas cómo tú no se presentan dos veces en el camino, y la idea de que habías pasado por mi vida y te fuiste repentinamente, me entristecía muchísimo.
Una noche antes de que partiera hacia la universidad te visité en tu tumba con un regalo entre las manos. Adivina que era. Sí, lo sabes muy bien; una hermosa orquídea blanca, de esas que te encantaban.
—Deséame suerte, Isaac.—Me despedí de ti. Y partí al día siguiente rumbo a mi nuevo hogar en la ciudad de Wibston.
Estudié Ingeniería civil ¿Aburrido verdad? Bueno, para mí lo era, lo admito, más no tuve de otra que terminar la carrera para no decepcionar a mis padres, y ser un gran ejemplo para Sophia. No me fue tan mal después de eso, pero algo en mí necesitaba encontrar alguna forma de disfrutar la vida, y no encerrarme en la monotonía de una rutina aburrida.
Fue entonces cuando me salvaste. Revisando las cajas de la mudanza en mi nuevo departamento en Hopmond, encontré tu manuscrito. Lo leí con mucha alegría y nostalgia a la vez, y lo amé tanto cómo en la primera vez.
Eres genial, Isaac, y sé que algún día podré decírtelo mirándote a los ojos; a esos bellos ojos color avellana con los que sueño de vez en cuando.
Al cabo de un tiempo contacté con VanHausen's gracias a la ayuda de un amigo que trabaja ahí; después de eso, fueron tus propias palabras las que alcanzaron la cima.
A partir de ese día, mi corazón se sintió finalmente en paz, cómo si aquella deuda que tenía contigo estuviera saldada, pero ahí no quedó todo, tú me diste otro regalo que hasta el día de hoy disfruto a diario. Me enseñaste el hermoso mundo de la literatura y encontré en ella aquella forma de disfrutar la vida que tanto necesitaba.
Aún recuerdo lo mucho que amé escribir "El capítulo de nuestro amor", y eso que no te hablo de las muchas risas que me robaron Jack y Winnie mientras narraba su historia, la cual se me ocurrió una noche mientras estaba en la ópera. ¿Qué te puedo decir? La señorita Gales es todo un caso.
Guardé la copia original del manuscrito dentro de una de las gavetas de madera y me concentré nuevamente en lo que estaba haciendo.