Domingo, 20 de enero
Keylin terminó de aplicarse mascara de pestañas para mirarse una vez más en el espejo. Esbozó una sonrisa al sentirse complacida de la imagen que reflejaba; una mujer muy bonita, segura de sí misma y fuerte.
Al salir de su habitación esperaba encontrarse a Cupido en la sala, pues la noche anterior había estado viendo películas con bolsas de palomitas, así que esperaba tenerlo ahí. Sin embargo, no se encontraba ahí, ella hizo un mohín con los labios confundida, quizás estaría en la habitación improvisada, ¿no? Tenía curiosidad, pero no quería saciarla. Optó por mejor recoger su bolsa junto con una bolsa que tenía regalos para salir del apartamento, no es como si Cupido fuera su papá y tenía que pedirle permiso.
La morocha giró el picaporte para salir, pero se sorprendió cuando el pelirrosa se encontraba del otro lado con unas ligeras ojeras debajo de sus ojos, el cabello alborotado y la ropa desarreglada.
—¿A dónde vas? —preguntó Cupido del otro lado de la puerta principal.
—¿Qué fue lo que te pasó? —Ignoró su pregunta, la deidad parecía un completo vagabundo, lo único que le faltaba era la barba desalineada.
—Anoche miré las películas mientras tu dormías, no quería mermas y que tú otra vez me arruinaras el final —bramó con indignación, cruzó los brazos sobre su pecho—. Ahora te toca responderme tu a mí: ¿a dónde vas que no me invitas?
—Iré a ver a mis amigos de toda la vida.
Su respuesta fue corta, no quería que nuevamente que Cupido se pegara a ella como un chicle a sus planes para que él fuera cautivando a todas las personas de su círculo social. Cupido abrió sus ojos como plato, y sonrió.
Keylin supuso la razón que se debía ese cambio tan radical, porque hasta parecía que las ojeras estaban desvaneciéndose de su cara. Rodó los ojos, cansada del mismo cuento de siempre.
—Vamos a ir con tus amigos, además me la debes, porque gané en nuestro experimento del Tinder, ¿recuerdas?
Keylin puso una expresión de desentendida, como si no supiera de que estaba hablando. Es más, ¿qué cita de Tinder era la que él estaba hablando?
—No te hagas la tontuela; ayer, que cambiaste tu cita espantosa por Weslay. Te vencí, porque mi cita estuvo bien, y yo quiero colarme a tus planes si se me antoja ir. Pero, deberías de concentrarte mejor en encontrar a el hombre con el hilo faltante. —Arrugó su nariz, escudriñándola con el entrecejo fruncido.
—Sí, ¿cómo voy a encontrar a el hombre? Es que ni siquiera tengo una pista, es como si estuviera buscando una aguja en un pajar, y mis cuatro amigos de toda la vida rara vez nos podemos reunir. Todos tienen sus pendientes, madre de familia, trabajo, y esas cosas, lo común —suplicó, juntando sus dos manos, como si fuera a rezar—. Necesito algo de espacio, así que tú puedes hacer otras cosas y yo iré con mis amigos.
—No, yo quiero conocer a tus amigos, además, si tienen responsabilidades como tú lo dices, puede que se presente una emergencia, y...
El celular de la morocha vibró, ella indicó con el dedo índice sus labios en señal de hacer silencio para que le diera unos segundos para atender la llamada. Cupido asintió con la cabeza, la noche anterior había visto que, si dabas unos giros sobre tu propio eje, la ropa se transformaría en una elegante. Así que lo hizo; tras dar dos vueltas que cambio su desaliñada apariencia por una más apropiada.
—Hola. —Su voz salió ligeramente más chillona, lo cual le divirtió a Cupido—. Está bien, no tengo problemas.
Keylin estudió a Cupido de pies a cabeza con una sonrisa sospechosa, como si estuviera tramando algo que le provocó un cosquilleo por toda la espalda.
—No tengo problemas —repitió, sujetando firmemente el celular en su oído—. Lo digo en serio, no te preocupes. Yo también voy a llevar a alguien. —Estiró el brazo con la bolsa a Cupido para que lo sostuviera—. Adiós, nos vemos en quince minutos.
—No te rogué mucho para que me dejaras ir con tus amigos. —Cupido alzó una ceja poblada con curiosidad—. Además, me viste raro y no sé qué es lo que significa.
—Bruja — mofó ella, mordiendo su cachete interno. —No seas exagerado, yo aceptó que perdí en la cita de Tinder, fue un fiasco total, ¿quién en su sano juicio en la primera cita te dice que se quiere casar contigo? —Entrelazó uno de sus brazos con los de Cupido para empezar a caminar en dirección al ascensor—. Te voy a aceptar tu castigo, de ser un chicle para mí.
—Es que ese no es un castigo para mí, debería de ser para ti.
Keylin ignoró su comentario para asirlo de las manos una vez que cerró la puerta de su apartamento y encaminarse a la salida del edificio. Al llegar a recepción, Madison no se encontraba para intentar sacar información sobre el Dios que la morocha llevaba a rastras hasta llegar a su automóvil.
—Keylin —advirtió Cupido, por una extraña razón se sentía atrapado dentro del auto—. Acuérdate que te estoy escuchando los pensamientos, ¡y lo único que piensas es en esa campaña de mercadotecnia que estás planeando!
Keylin sonrió de lado, sin despegar su mirada del camino, finalmente estaba adecuando sus pensamientos, para que personas ajenas no estuvieran ahí.
—A veces no me simpatizas —bufó una vez más Cupido, cruzándose los brazos sobre su pecho—. Te voy a platicar de mi cita ayer, era una chica muy agradable que me dejaba oír todos sus pensamientos. Era amigable, pero todo el tiempo solamente estuvo concentrada en qué hacer para que me gustará. Además, ella me platicó un poco sobre quién es Cupido aquí. Y me dijo un nombre muy bonito; Eros.
—Eros, sí. —Asintió con la cabeza, esperó para que su copiloto continuara expresando su historia.
—Bueno..., ¿por qué no me pusiste así? Es mejor que un nombre cuya palabra utilizan para un programa de televisión.
—¿Ahora me vas a reprochar eso? La verdad no sé, ni me acordaba de Eros, estaba impactada e incrédula por esto. Y no es como decirle al mundo quién eres realmente, hay que tener camuflaje en el asunto. Además, se supone que estás al tanto de lo que los seres humanos creemos o no, tu debiste de darme el nombre —Agitó su mano derecha, señalándolos a ambos— ¿Tu creías que yo tenía planes? No, claro que no. Igual fue el primer nombre que se me vino a la cabeza. Pero si tú quieres, te cambiamos el nombre.