El capricho de Cupido

015 l Cupido desea su propio programa

Martes, 29 de enero

Se encontraba perfeccionando los últimos detalles de la presentación de mañana en la escuela. La morocha se llevó un mechón de cabello detrás de la oreja para concentrarse sobre los papeles que tenía encima. La mujer de piel aceitunada que llevaba una cola de caballo en alto, estaba imitando sus acciones.

—Creo que ya quedo todo preparado para mañana, señorita Flores. —Emilia soltó un cansado y profundo suspiro, recargando su peso en el respaldo de la silla.

—¡Sí, estoy tan contenta! —exclamó con fervor, elevando su tono de voz—. Después de mucho trabajo, estamos consiguiendo las metas.

—Sí, ya verá que todo esto traerá los frutos de las cosechas. —La castaña sonrió sin mostrar los dientes, ordenando unos papeles que estaban en frente— ¿Necesita algo más? Es que ya es casi hora de mi salida.

Keylin sacudió su cabeza de un lado al otro, dando su respuesta negativa.

—Brent —cortó la jefa al recordar lo que él le había pedido días anteriores.

Emilia volvió a tomar asiento con las piernas muy juntas y una posición demasiado recta.

—¿Qué tiene? —cuestionó con curiosidad, abriendo de par en par aquellos ojos redondos.

—¿Cómo es contigo? ¿No te está fastidiando? Es que le di autorización que puede colaborar contigo, pero lo hice sin consultarlo contigo —inició, arrugando la nariz—. Es decir, que lamento haberle dado permiso no sin antes hablarlo contigo primero.

Emilia gesticuló un sonido gutural que se detuvo en su garganta.

—De hecho, a pesar que es bastante intenso e insistente, a veces, aporta buenas ideas. Yo creía que iba a ser un problema, pero me lleve todo lo contrario. De hecho, él dio ideas para la presentación de mañana —explicó con el entrecejo fruncido, recordando todo—. Pero, todavía sigue siendo demasiado insistente conmigo.

—Bien, yo voy a hablar con él para que disminuya su intensidad, y decirle que, si tú necesitas ideas puedes recurrir a él, ¿te parece bien? —Recargó los dos codos sobre el escritorio, acunando su rostro circular.

—Gracias, él me había dicho que usted le había otorgado la autorización de aportar ideas y colaborar en el diseño. —Se encogió de hombros, mordiéndose el labio inferior.

—La única condición era que siempre y cuando no te molestase. Y de vez en cuando, él tiene su puesto de trabajo, también.

—Y no lo ha descuidado. —Colocó las manos en frente con la palma extendida hacia su jefa para negar—. Nada más que sí, a veces, es molesto.

Keylin alzó una ceja con diversión, entrelazó sus dedos sobre la mesa y se inclinó un poco más hacia delante.

—No te preocupes, yo voy hablar con él. Si quieres, ya te puedes ir.

La morocha tomó el celular para llamar hacia su asistente, entretanto, Emilia se levantó de su asiento para salir por la puerta. Instantes más tarde, del marco de la puerta se asomó una cabellera rubia.

—Hola Keylin. —Weslay se adentró a la oficina para cerrar la puerta tras suyo—, ¿qué es lo que necesitas?

—¿No te dije que si podías pasar a Brent? —respondió confundida, clavando sus ojos en él.

—Creo que eso es lo que te ha faltado —carcajeó él, sacudiendo su cabello ondulado—. No deberías de estar nerviosa por lo de mañana, ya está todo preparado —afirmó con una sonrisa, de las que relajan.

—Debería de no estar tan nerviosa. —Asintió con la cabeza—, pero es que, estoy tan ilusionada con este proyecto, que no quiero que fracase. Al principio al visualizar el futuro, perdíamos el dos por ciento de las ganancias —explicó, inflando sus mejillas de aire.

Weslay tomó asiento, donde anteriormente  Emilia estaba sentada. Deslizó sus brazos que estaba recargado sobre el escritorio hasta alcanzar la muñeca de su jefa, quien se sintió reconfortada por unos minutos cuando él apretó con dulzura y con su pulgar trazaba sin sentido.

—Todo va a salir muy bien, ya te lo he dicho muchas veces —dijo con serenidad—. Tu nada más relájate.

—Es que creo que no he estado más nerviosa que cuando presenté mi tesis en la universidad —tartamudeó con el ceño fruncido y ojos apretados.

—Creo que lo mejor es que te relajes, ya está todo preparado; yo me encargo de revisar los últimos detalles para mañana, igual tú puedes ir a tu casa temprano, ordenar un poco de comida y ver alguna película. Eso sí, es importante que vayas a dormir temprano —aconsejó serio, todavía sosteniendo la mano de su jefa.

Ella observó las grandes manos de su asistente que se notaban con ligereza las venas verdosas, y adornaba los vellos delgados y rubios en el dorso de la mano. Sintió un cosquilleo extraño sobre su mano que sentía que empezaba a arder, así que con sutileza alejó su mano.

—Sí, pero de igual manera tengo que hablar con Brent, porque si lo dejo para otro día, se me va olvidar ¿Lo puedes traer, por favor? —inquirió con amabilidad, recargando su mano sobre su regazo.

Weslay asintió con la cabeza para levantarse de inmediato para salir por donde ingresó, dejando la puerta abierta. Se quedó pensando por unos segundos el toque de su asistente que con la otra mano se acarició donde seguía un ligero ardor. Cuando tocaron la puerta, alzó la mirada para toparse con otro de sus empleados.

—Weslay me dijo que quería hablar conmigo, ¿qué es lo que necesita? —preguntó Brent cohibido en un tono formal, sin ser capaz de sostenerle la mirada.

—Sí, ¿quieres sentarte? —preguntó ella, señalando el asiento.

Brent se sintió como un niño pequeño que estaba a punto de ser regañado por sus padres. Tragó en seco, sintiendo como un nudo se empezaba a formar en su garganta, obedeció sin rechinar, pero le rogaba a los cielos que su jefa no se levantara de su lugar para rondar alrededor de él.

—No te agobies —carcajeó ella, para cortar con la tensión que se sentía en el ambiente—. Sólo era para saber cómo vas con el asunto del diseño. —Keylin tomó una postura recta sobre su silla, con una ceja arqueada.




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