El capricho de Cupido

016 l La imprudencia de Cupido

Miércoles, 30 de enero  

A

Apagó el motor de su automóvil, apretó las llaves con fuerza antes de guardarlas en su bolsa. Su rubio asistente observaba cada uno de sus movimientos sin entender con exactitud los nervios de su jefa. Pues desde que la conocía, ella siempre se había mostrado como una mujer sin miedos y pertinente.

—Tranquila, que todo va a salir de maravilla. —Weslay giró su cabeza hacia ella— ¿Por qué tanto nerviosismo? Que yo recuerde, tú estudiaste aquí. Quizás, cambiaron la administración de cuando tú era más joven.

—Que no fue hace mucho tiempo, fue hace poco que yo me gradué de acá —cortó ella en seco, antes que él siguiera hablando.

—Yo no he dicho ni una sola palabra. —Se defendió alzando ambas manos en forma de rendición mientas carcajeaba con sutileza—. Debemos irnos, porque si no después se nos va a hacer tarde. —Weslay tomó la palanca para abrir la puerta y cerrarla detrás de él.

Keylin salió también para estar al lado de su asistente. Él inclinó un poco la cabeza para verla, ella alzó la barbilla y sus ojos se conectaron por unos segundos, él pudo comprender el nerviosismo de ella; que no existiera la respuesta que ella estaba buscando de parte de los estudiantes, que podría fracasar en su innovación, que no lograse cautivar a los jóvenes hoy en día, que... 

—Tranquila —repitió el rubio, girando su anatomía para quedar al frente, colocó sus manos sobre los hombros de la mujer para ayudarla a rodar hasta quedar frente a frente—. Yo sé que te estás adentrando a un territorio inexplorado, que los investigadores pudieron pronosticar los resultados, pero siempre van a variar. Sin embargo, el plan de mercadotecnia es nuevo, lo importante es emprender y seguir aprendiendo e innovar. 

Keylin curvó sus labios hasta formar una torcida sonrisa, ella se encogió de hombros e inesperadamente el hombre la rodeó por los hombros hasta mantenerla bastante cerca de él, intentando nuevamente que se calmase. 

—Gracias. —Apretó los labios, sintiendo el calor que emanaba del cuerpo del hombre—. Por intentar calmarme —respondió cabizbaja. 

 —Siempre vas a contar con todo mi apoyo —culminó él, con una voz llena de seguridad, alejándose de ella. 

Ambos iniciaron una caminata por la escuela, atravesaron el enorme alumbrar de la entrada, un guardia estaba al costado, vigilando el lugar con precisión, aunque también estaba concentrado en los mensajes que recibía del celular. Los pasillos eran demasiado estrechos y blanquecinos, a los lados había unos castillos de metal brillante. Hasta el fondo de ese pasillo se podían apreciar algunas fotos de los directores que dirigieron la institución.   

Llegaron a la oficina central, donde había una secretaria con un moño bien recogido sin ningún cabello revuelto. Sus gafas eran cuadradas y mantenía su vista fija en el monitor que estaba al frente. Cual niño pequeño descubría la campana, la tocó para alejar la mano con rapidez, como si aquella acción nunca hubiese ocurrido. 

—Buenos días, ¿en qué le puedo ayudar? —preguntó la secretaria con una voz amable, y lentamente dirigir sus ojos hacia ellos. 

—Buenos días, soy Keylin Flores; tengo una cita con la directora sobre la editorial... 

—¡Sí, sí, sí! Esperen un segundo—La secretaria se levantó para caminar hacia la oficina de la directora y anunciar la llegada de la editorial. 

—Tranquila, que todavía te siento tensa —musitó por debajo Weslay, una vez más. 

—Sí, pueden pasar, pero pueden entregarme los documentos para acomodar todo en el audiovisual. —La secretaria extendió la mano en su dirección para tomar los papeles que la morocha estaba sacando de su bolsa con una memoria—. Gracias. 

La secretaria se adelantó un poco para encaminarlos a la oficina que se encontraba a dos pasos del escritorio. Ella tocó un par de veces antes de que una voz muy aguda accediera a adentrarse. La chica de moño abrió la puerta para ellos y asentir con la cabeza para despedirse. 

—Buenos días, directora —inició la morocha. 

La directora alzó la cabeza para acomodar sus lentes, su cabello al igual que su secretaria, era impecable. Pero, a diferencia de su secretaria, ella lucía más cansada con años de experiencia. Se levantó de su asiento para caminar hacia ellos y estrechar primero la mano de la mujer con un suave apretón. Weslay también se acercó para saludar. 

—¿Cómo están? —preguntó la mujer que era un poco más alta que Keylin, girando sobre sus propios talones para caminar hacia su escritorio de madera, señalando las dos sillas que estaban al frente—. Tomen asiento, por favor. 

Weslay estiró un poco la silla hacia atrás para ayudar a su jefa a sentarse, después él lo hizo a su lado. 

—Keylin, pues ya ve que estos días nos mandaron la información de la conferencia que va a dar el día de hoy, la verdad es que he visto buena respuesta de los estudiantes. Para mí, que lo que más los incentiva son los descuentos que se van a realizar. Hasta vi varios que traían libros muy viejos de años anteriores o libretas.  

—Eso me llena de alegría, la verdad. Más que nada sobre los cuadernos, porque igual y un libro escolar se puede revender o donar a la biblioteca, pero un cuaderno rara vez se le vuelve a dar uso, y esa es la ventaja competitiva que yo está ofreciendo Editorial Mundo Verde; libros con hojas recicladas —explicó ella con un brillo en sus ojos que irradiaba esperanza. 

—Sí, la generación de ahora son más conscientes de lo que está pasando alrededor de uno, y es buen fundamento —halagó la directora—. Ahorita, en unos minutos vamos a ir al audiovisual, ya los maestros tienen las indicaciones para que dejen a los estudiantes salir. 

—Muchas gracias, directora Jonas. Estoy un poco nerviosa —balbuceó, apretando con fuerza ambas rodillas con sus manos que sentía que estaban sudando. 

—No, tú tranquila. Que, por lo que tengo entendido, tú has estudiado acá ¿no has recordado aquellos momentos? —preguntó la directora con una sonrisa amable. 




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