El capricho de Cupido

020 I Cupido prepara mi desayuno

Domingo, 03 de febrero

Keylin suspiró pesadamente, apretó su rostro contra la almohada por la molestia de la luz que se escabullía por la ventana de la habitación ¡Que alguien le apague la luz al sol! ¡Apáguenla, por favor! ¿Qué debería de hacer para que apaguen el sol? ¿Con una manguera de los de los bomberos? Sí funcionaría.

Ella rió por sus absurdos pensamientos para luego emitir un gemido de frustración por el dolor que le invadió en la cabeza, extendió sus piernas, pero quedó congelada cuando su rodilla se topó con algo tibio, su textura era suave. Sin embargo, no se sentía en lo absoluto como una de sus almohadas, era algo distinto que no terminaba de descifrar. Abrió los ojos, sentándose sobre la cama, rápidamente cubrió sus ojos con las manos por unos segundos.

Bajó sus manos con lentitud, mirando hacia abajo, de lo primero que se percató fue de una larga y rubia cabellera que cubría la otra parte de la cama ¿¡De la cama!? ¿Dónde se encontraba ella?

Examinó toda la habitación para que sus hombros se relajasen cuando se dio cuenta que era su habitación, inconscientemente empezó a tocar sobre su pecho para confirmar que estaba vestida, se sintió más tranquila. Al menos estaba segura que era su habitación y no estaba desnuda ¿Qué mierda fue lo que hizo la noche anterior?

Nada más fue a un bar con Esther para bailar, y para tomar. Ella empezó a beber un trago, tras otro, después otro, otro y otro hasta perder la cuenta. Intentó recordar con mayor fuerza, pero sus pensamientos se encontraban completamente en blanco, y venían acompañado de dolores, por lo que ya no la alentaba a intentar.

Alzó la sábana para comprobar que llevaba el resto su ropa puesta, se levantó de la cama con mucha cautela, recargando todo su peso sobre los dedos de sus pies, para evitar cualquier ruido. Al ver su reflejo en el espejo quedó asustada, no podía creer que la noche anterior ni siquiera fue capaz de limpiarse el rostro. Espanto total con su rostro, podría ir a pedir empleo en una casa de los asuntos y se o darían sin protestar.

Se dirigió hacia la puerta para apretar su labio inferior cuando un chillido sonó al girar la perilla. Observó a la mujer que estaba en su cama, parecía tener bastante pelo que no podía ver el rostro de la chica ¿Por qué una chica estaba en su cama con ella? ¿Por qué estaba en su casa?

Cerró la puerta con delicadeza para ir directo al baño a intentar arreglar la catástrofe de su rostro. Tomó el desmaquillante para untarlo en todas partes, sobre todo debajo de los ojos para deshacerse de las manchas oscuras, puso un algodón para presionarlo con sutileza, ignorando la horrible jaqueca que parecía que no estaba dispuesta a dejarla ir.

—Eres un completo desastre, Keylin —inició esa voz que ella tanto conocía, se estremeció en su lugar y deseó abrir los ojos, pero el producto se lo impedía.

—No me digas nada, Cupido —musitó ella, arrugando su nariz, girando en la dirección donde provenía la voz.

—Ya te dije que yo no entiendo porque bebes si te pones mal. Te puedo dar oportunidad que te pongas a tomar con Violet, Logan y el resto. Pero, no puedes irte a cualquier bar hasta perder noción de tu propio nombre —rió sin humor el pelirrosa, cruzando los brazos por su pecho—. Tú sabes que los humanos tienen carencias de seguridad, y tú todavía te atreves a perderte.

—Yo no perdí la noción de mi propio nombre, estás loco —contratacó, acusándolo con un dedo sin siquiera apuntarlo.

Tomó el algodón para removerse el maquillaje, ahora podía ver mejor. Son obstante, no aguantó ni diez segundos para sentir que su estómago tenía revoltijos, por lo que abrió la tapa del inodoro para hincarse y empezar a expulsar el líquido. Ella empujó su corta melena hacia atrás para no ensuciarlo, aunque fue en vano. Por lo que Cupido se acercó con lentitud para sujetarle el cabello, y no le estorbase.

—Vas a tener prohibido tomar, Keylin. No me gusta cómo te pones cuando te comportas así —ordenó, todavía con la melena en mano.

La morocha hizo caso omiso de su orden, no estaba de humor para iniciar una disputa, menos en ese estado. Se limpió el resto de baba de sus labios con el dorso de la mano. Se levantó con lentitud, entrecerrando sus ojos, negando con la cabeza, posicionando el dedo índice sobre los delgados labios del dios.

Él se alejó al oler el alcohol de su dedo, sujetó la mano de la chica y la palmeó con sutileza.

—Me duele la cabeza, iré por las pastillas de mi habitación —farfulló, arrastrando sus pies a la salida.

—No, yo voy por ellas, algo de ropa y tú puedes ducharte. Lo necesitas, porque..., ¡ay, para qué te digo! —exclamó apretando su nariz con los dedos, fingiendo que apestaba.

Nuevamente su broma no le causó gracia, al contrario, sintió como alguien amasaba su cerebro con mucha diversión, como si estuviese a punto de hornear algunos panes. El pelirrosa negó con la cabeza para salir del baño mientras ella cerraba la puerta.

Iba a preparar el desayuno para cuatro personas, no es que fuera a presumir sobre las nuevas habilidades culinarias que había adquirido con el paso de los días. Sobre todo, cuando la morena lo dejaba completamente solo, lo cual le daba varias horas en las que se tenía que desaburrir con algo, no podía estar todo el tiempo viendo películas de amor que a veces le llegan a doler en el corazón.

Lo curioso de todas las creaciones que los humanos hacían era que …, ellos no lograban vivir sus propias fantasías. Hablan de un amor profundo y hermoso, pero no hacían nada al respecto para tener uno. Era como si esperar a que llegasen de la nada, y sí, él tenía en claro que un amor podía llegar en el momento más inoportuno, pero el resto no dependía del destino; dependía de ellos y sus acciones.

Si son capaces de imaginar, ¿por qué no ser capaces de vivirlo?

Ironías de los humanos que él no entendía, y tampoco estaba seguro si un día sería capaz de descifrarlo.




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