El capricho de Cupido

022 I Cupido regala chocolates

 

Martes, 05 de febrero

La morocha dejó de presionar sus dedos contra el teclado de su computadora, suspiró con profundidad para tomar inspiración para continuar trabajando, pero estaba en blanco. Por lo que decidió levantarse de su asiento y caminar entre los lugares de su pequeño equipo de trabajo, ¿por qué no?

Al salir de la oficina con lo primero que se encontró fue con Brent con Emilia teniendo una pequeña discusión entre ambos que se empujaban de hombro a hombro mientras caminabas por el pasillo, cabizbajos sin percatarse de la presencia de su jefa al frente.

—¿Qué se supone que están haciendo? —inquirió con curiosidad, arrugando el entrecejo.

Los dos se detuvieron en seco al oír la voz firme de su jefa, esos zapatos con un poco de tacón eran reconocibles en cualquier parte que se encontraran. Por lo que tragaron en seco para alzar la cabeza con lentitud.

—Es que tengo una idea —inició el hombre, que era evidentemente más alto que su jefa, tomando una distancia prudente de su compañera de trabajo—. Una idea maravillosa —atribuyó con mucho orgullo, inflando su pecho con una enorme cantidad de aire.

—Pues no es tan maravillosa, así que usted diga que se debe de patentar, pues no —corrigió Emilia, rodando los ojos para cruzar el pecho sobre sus hombros.

—¿Qué pasa? —carcajeó Keylin, sacudiendo con sutileza su cabeza para invitarlos a decir su quizás no tan brillante idea.

—Es que ya ve que es el mes del amor, y considero que es muy buena idea decorar el lugar con algunos Cupidos que diseñé con color rojo, y podríamos hacer unas flechas para simular enamorar a alguien o un intercambio de regalos. —Los ojos del hombre brillaron al explicar su idea, parecía un niño tan ilusionado con esa simple idea.

La idea se escuchaba tan infantil, ¿desde cuándo que no hacía un intercambio? Tal vez desde que se graduó de secundaria.

—¿Ves? Te dije que era una idea boba, yo no participaría en el intercambio ese que tú dices —interinó Emilia, posando una mano sobre su cadera.

—Bueno, lo del intercambio no creo que...

—Está bien, pero..., ¿y la decoración, eh? —insistió—. Este lugar necesita ser invadido por Cupido con sus flechas, a todos nos debería de pinchar para enamorarnos.

—Creo que ahora utiliza cupones —musitó la morocha para ella misma, que no se percató que sus empleados la escucharon a la perfección.

—¿Cómo que ahora utiliza cupones? —cuestionó Brent con curiosidad, rascando su barbilla que estaba cubierta por unos cuantos vellos— ¡Es muy buena idea! Deberíamos de tener unos cupones para intercambiar algunos abrazos, ¡este es el mes que necesitamos derrochar el amor! —exclamó con entusiasmo.

—Seguro, les puedo pagar con cupones de abrazos en lugar de pagar su suelo —sugirió Keylin con una sonrisa perversa adornando su rostro—. Sería el mejor mes de todo el año, no tengo que andar explicando mis cuentas al Estado.

Emilia abrió sus grandes ojos de par en par, se giró un poco para proporcionarle a su compañero un golpe en la cabeza.

—Está loco, creo que no deberíamos hacerle caso al hombre este.

—¡Opino lo mismo! —agregó una voz masculina del otro lado de la sala—. Yo no planeo cambiar mi sueldo por cupones de abrazos.

—Tal vez decorar la oficina con pequeños dibujos de Cupido no sea tan mala idea —atribuyó Weslay llegando a la disputa, deteniendo su andar a un lado de su jefa, pero un poco atrás—. Pero, nada más de la decoración.

—¡Alguien que está a mi favor! Creo que soy el hombre más feliz del universo.

Si fuese por Brent, lo más probable es que se pusiese de lado del rubio para sentirse más apoyado sobre su idea decoración.

—Sí, está bien, te doy oportunidad de decorar solo la oficina con temática de San Valentín —accedió, después de oler la fragancia masculina que llevaba puesta su asistente.

—Ya tengo las decoraciones, ¿quién desea ayudarme? —Brent miró hacia el resto de sus compañeros, pero todos fingieron regresas a sus asuntos laborales mientras que Emilia retrocedía lentamente, jugando con sus manos que se encontraban detrás de su espalda—. Emilia, por favor. —Suplicó girando sobre su propio eje al sentirla escapar.

—Yo puedo ayudarte —ofreció la morocha, alzando la mano—. Sí, te voy a ayudar. —Tragó en seco al sentir la presencia más cerca de su asistente.

Brent amplió su sonrisa para regresar a su jefa, enrosco su brazo con el de ella para estirarla hacia su cubículo de trabajo, donde tenía todo el material preparado.

—Yo también voy a ayudar, poquito. Pero, que sea buena en diseños de Ilustrator no significa que sé pegar en línea los dibujos con cinta —advirtió Emilia, rodando los ojos.

—¿También quieres ayudar Weslay? Después de todo, fuiste tú quien me ayudó a convencer a la jefa para decorar el lugar —sugirió Brent, enseñando sus dientes.

Weslay se encogió de hombros, apero accedió para caminar a lado de su jefa, su sola presencia le provocaba que su piel se erizase por completo, tragó en seco para estar retomar la compostura. Tenía esa extraña sensación de estar al lado de ella la mayor parte del día; una sensación que no quería que floreciese dentro de su ser.

Emilia llegó al lugar de trabajo de Brent, él hombre sacó de su mochila un montón de decoraciones infantiles que vendían en las tiendas departamentales y como adicionales, él había utilizado la típica figura de Cupido como un bebé y una flecha con un extraño estampado con triángulos asimétricos de diferentes tonos de rojo y rosa.

—¿Qué es lo que tienes planeado? —preguntó Emilia, sujetando unos listones rojos.

—Pues pegar los listones en el perímetro de la oficina, rojo, rosa y blanco como en una trenza para dejar como una longitud cóncava, y pegar en cada doblez un Cupido. También en el techo estos corazones de diferentes colores que he traído, colgarlos en el techo. Me aseguré de comprar la cinta que no quita la pintura de las paredes —aclaró al notar que los ojos de su jefa parecían explotar del nerviosismo y suponer el motivo.




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