El capricho de Cupido

023 I Cupido es mi novio

Miércoles, 06 de febrero

Su celular empezó a vibrar con un tenue sonido que apenas era perceptible que mencionaba la llegada del mensaje de su mejor amigo, Logan. Pues tenía un sonido específico de una canción que lo hacía reconocible. Ladeó la cabeza cuando le informó que Mishka había pasado por Elena a la escuela junto con su amiga Kate, ya que habían quedado con ella de tener como una especie de entrevista para dar a conocer más como ella se había esforzado a lo largo de los años.

Posó sus ojos sobre las notas virtuales que tenía en la pantalla de su computadora para verificar que la cita era hoy. Efectivamente, Cupido había insistido en aquello, ya que la hija de Mason había insistido mucho con él por su amiga que estaba ilusionada por un momento más cercano con la dueña de la editorial.

—¿Cómo lo olvidé? Estúpido celular que no me recuerda —musitó malhumorada, intentó descargar su furia contra el cuadrado, golpeándolo con sutileza hasta dejarlo descansar sobre el escritorio.

Al menos tenía una hora y media libre para la comida, podría ocupar ese tiempo para compartir con ellos, porque necesitaba quedarse un poco tarde para arreglar unos contratos previos. Por lo que Weslay había administrado, necesitaba hacer una reunión con un próximo autor dentro de seis días para cerrar oficialmente el contrato con su nuevo talento.

—Hola, Keylin... —Weslay se adentró a la oficina de su jefa con unos documentos en mano, empujando la puerta con lentitud—. Estás siempre sumida en tus pensamientos, ¿sucede algo?

—¿Recuerdas cuando fuimos a la escuela? —Inclinó un poco la cabeza hacia el lado derecho.

El rubio asintió tres veces con la cabeza, trayendo esos recuerdos a su memoria.

—Y, que con Elena y Kate habíamos quedado que un día iba a hacer algo con ellas, ya ves que Kate tenía mucha ilusión por conocer un poco más de mi trabajo —explicó, entrelazando sus delgados dedos sobre el escritorio.

—Entonces vas a ir con ellas al rato, ¿verdad? —dedujo él, encogiéndose de hombros mientras metía las manos en el interior de los bolsillos de su pantalón.

—Sí, ahorita van a pasar y las voy a llevar aquí cerquita.

—Entonces hoy no vamos a almorzar juntos —afirmó él, succionando un poco la comisura de su labio inferior.

Siempre coincidían los dos a la hora de comida, que ambos sabían que debían comer juntos. No era necesario preguntar, nada más era un hábito que sin darse cuenta había nacido.

—Lo siento, Wess. Será para mañana, sin falta —prometió, curvando sus delgados labios en una sonrisa amigable—. Te lo compensaré.

La morocha se levantó de su escritorio para dar unas zancadas hasta llegar en frente de su asistente, posar todo su peso sobre las puntas de sus pies, extender el brazo y revolver las ondas de su cabello como despedida.

Weslay se quedó quieto el tiempo suficiente para darle la oportunidad a su jefa salir hacia el elevador. Cuando colocó nuevamente los pies sobre la tierra, se dio la media vuelta para cerrar la puerta de Keylin e ir a su zona de trabajo con una sonrisa dibujada en su rostro, que hasta sentía que escuchaba una armoniosa melodía dentro de su cabeza. Los corazones que colgaban a su alrededor complementaban los sentimientos en su interior.

Keylin sacó las llaves de su enorme bolso mientras caminaba hacia la salida del edificio de tres pisos. Se despidió del guardia de seguridad con una ligera inclinación de cabeza. Tenía una pequeña duda, ¿tenía que ir por las niñas a la escuela o se iban a encontrar en un punto medio?

Sus dudas se aclararon al escuchar la peculiar voz grave, pero con un toque dramático del pelirrosa. Ella dio un pequeño brinco sobre su lugar, ¿cómo es que todavía aparecía de la nada? Dio una media vuelta para reclamar, pero quedaron sellados cuando vio a la Elena y a su amiga, por lo que pasó saliva en su seca garganta.

—Parece que viste un fantasma, estás toda pálida —comentó Elena con el entrecejo fruncido, sujetando con fuerza la mochila que colgaba en su espalda.

—Este ser. —Sus ojos recorrieron firmemente de pies a cabeza al dios—, llega de la nada o se acerca a mí sin emitir ni una sola palabra o sonido que cuando está cerca de mí, lo odio —bufó ella, cruzando sus brazos sobre su pecho.

—Yo creo que es gracioso, verla que se enoje y me haga reclamos —complementó el pelirrosa, encogiéndose de hombros—. Un día, va a extrañar esos pequeños paros cardiacos que le hago.

—¿Te vas a ir pronto? —preguntó con curiosidad Kate, incluyéndose en la conversación.

El dios ocultó sus labios e infló sus fosas nasales, alargando la esperada respuesta de la niña que tenía al frente. Keylin no le quitó los ojos por un segundo, también sentía curiosidad de aquella respuesta.

—Pues estoy organizando, no sé si les he comentado, pero soy de Rusia, también tengo mis asuntos personales que resolver allá —improvisó, mirando el cielo lleno de nubes blancas y esponjosas, sintiendo la cálida brisa de ese día.

Keylin hizo un ademán con sus manos para que las tres personas lo siguieran hacia su auto.

—¿Cómo es que llegaron de la escuela hasta acá? Está un poco larga la distancia —preguntó la morocha con curiosidad, abriendo la puerta del piloto.

—En camión, Keylin —contestó la hija de Mason desde atrás—. Nada más le descargamos la aplicación que te sugiere los caminos de los camiones para llegar a tu destino, todo curioso.

—Las maravillas de las cosas humanas y cómo evolucionan día a día, me sorprende —reconoció, girando su cabeza para ver a la humana.

—A veces hablas como si no fueras de este mundo, si se reconoce que, con el paso de los años, la tecnología humana ha estado evolucionando y no dudo que más adelante se desarrollen otras cosas —añadió Kate, prestando atención en cada movimiento por el retrovisor que el hombre de cabello rosa hacía.




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